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Judith Jáuregui: «La vida del músico es sacrificada, viajera y enriquecedora»

Judith Jáuregui junto a un piano

La pianista visitó a los alumnos del Máster en Periodismo Cultural con motivo de su vuelta a los principales escenarios españoles, en concierto por primera vez junto a la violinista Soyoung Yoon y la violonchelista Nadège Rochat en el Centro Nacional de Difusión Musical

Una estudiante de música capaz de combinar la dura escuela rusa y la francesa, que se dormía con las nanas del piano de su hermana y que a los cuatro años empezó a tocar el violín. Judith Jáuregui es una de las pianistas más destacadas del panorama español, con una impecable carrera que le ha llevado a viajar por todo el mundo, dando conciertos en salas de Asia, Sudamérica y toda Europa.

Su historia como pianista se remonta a su infancia, cuando a los cinco años decidió abandonar el violín y empezar con lecciones de piano, y dice que: «Ponía a mis peluches como público y les daba recitales. Ser concertista va de compartir». Judith afirma que su decisión de cambiar fue a causa de una profesora, fiel seguidora de la escuela rusa, que llevaba las lecciones a los extremos, lo que provocó que lanzara el instrumento por las escaleras. Sus primeros años en el teclado se basaron en la intuición, algo que afirma que «me ha guiado mucho a través de mi vida musical», centrándose en las emociones y en la música, no en el estudio de la teoría.

«Ponía a mis peluches como público y les daba recitales. Ser concertista va de compartir».

JUDITH JÁUREGUI

Judith afirma que la vida de un músico profesional es similar a la de un deportista de élite, requiere un alto nivel de rendimiento, organización y constancia. «Un concierto es maravilloso, pero fugaz. La realidad está en el día a día, en el estudio y en aprender a hacer la música tuya». Destaca la importancia del trabajo mental, entrenar la memoria diariamente es algo esencial, al igual que la visualización y el camino emocional, debido a la exigencia de uno propio. Sobre cómo adaptarse a los distintos pianos durante sus giras, Jáuregui afirma que: «Los pianistas debemos ser flexibles, cada vez tenemos un compañero diferente», el procedimiento de un concierto es muy reglado, empieza cada mañana conociendo a un nuevo piano para saber qué le puede ofrecer y cómo adaptarse, pero tratándolo siempre con amor, «lo apasionante de la música es que te permite viajar a donde quieras, la imaginación es libre, es lo bonito de la música en vivo, por eso debe ser libre». Una pianista con tanto recorrido es capaz de notar las características de un instrumento con mucha velocidad. Otro elemento muy importante a la hora de dar un concierto es la acústica de la sala, ya que puede condicionar hasta dónde llega el sonido del piano.

«Lo apasionante de la música es que te permite viajar a donde quieras, la imaginación es libre, es lo bonito de la música en vivo, por eso debe ser libre».

JUDITH JÁUREGUI

La pianista sostiene la importancia de conocerse a uno mismo, aplicando métodos como la escritura después de cada concierto o visitas al psicólogo, aunque aún no estén disponibles a nivel musical. «El perfeccionismo encorseta y prohíbe la libertad, es egocéntrico ya que no permite la libertad ni el arte», por tanto, hay que evitar esas tendencias perfeccionistas, ya que afirma que pueden llegar a bloquear y a perder la alegría de compartir música para el público.

Judith Jáuregui, Soyoung Yoon y Nadège Rochat en el CNDM
Las tres intérpretes en pleno concierto / Redacción Cultura Joven

Liceo de cámara XXI

El concierto ofrecido por el trío de cámara compuesto por la pianista española Judith Jáuregui, la violinista coreana Soyoung Yoon y la violonchelista suiza Nadège Rochat se basó en tres piezas compuestas por cuatro movimientos cada una.

La primera fue el Trío para piano nº1 en re menor, op.32, de Antón Stepánovich Arenski, una pieza dedicada al violonchelista Karl Davidov, y que destaca por la virtuosidad de este instrumento. La segunda pieza que tocaron fue el Trío para piano en sol mayor, CD 5, de Claude Debussy, unas melodías que el autor compuso originalmente para ser interpretadas en la casa de Nadezhda von Meck en verano de 1880. Curiosamente, esta partitura estuvo perdida hasta que el musicólogo americano Ellwood Derr la recuperara en 1982. Finalmente, el concierto acabó con el Trío para piano nº1 en si bemol mayor, op. 8, compuesto por Johannes Brahms.

Tras un estruendoso aplauso por parte del público, las músicas salieron para ofrecer un bis y varios saludos a unos asistentes entregados por el gran concierto que presenciaron, donde se notó la conexión de las tres intérpretes.

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