Un dato curioso, según observas las obras del pintor aragonés, es que éste no pintaba sus cartones a través de haber vivido “instantáneas” dentro de la corte real, sino que, con su talento prodigioso, pintaba utilizando el conocimiento de obras anteriores, rescatando lo mejor de éstas. Sin embargo, lo sorprendente es que, mientras recorres la exposición, tienes la impresión de estar inmerso en un reportaje gráfico de lo que sucedía en ese período del siglo XVIII, que te cuenta cómo eran las gentes, a qué se dedicaban, cómo vivían, etc. Una de sus obras más emblemáticas, dentro de los cartones para tapices, es “La pradera de San Isidro”, que muestra la armonía entre las clases alta y baja, comenzando a representar al pueblo como protagonista, tema que no había sido muy popular hasta la fecha. Esta asociación dejaba entrever una vida en paz bajo el gobierno del poder real. Esa unión de los distintos estamentos sociales queda mejor plasmada todavía en la pintura de “La boda”, en la que se presencia el matrimonio entre un hombre y una mujer de clases diferentes, hecho que puede ocurrir gracias a la Pragmática sanción de Carlos III, que permitía los enlaces entre miembros de estamentos sociales opuestos. Situación que fue bastante criticada por parte de los Ilustrados.

«La Pradera de San Isidro» (Imagen perteneciente a Tuitearte.es)

Laura Cotobal

Mi nombre es Laura Cotobal. Soy de Madrid. He estudiado Periodismo y Publicidad en la Universidad Francisco de Vitoria. Me gusta la cultura en general y las series, el cine y la música en particular.

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