El Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada cobra protagonismo estos días ante la exposición de fotografía del artista francés Pierre Gonnord, (Cholet 1963) En ella se muestran cerca de cuarenta retratos de un poblado gitano del Alentejo portugués donde él tuvo oportunidad de convivir. Estas gentes no han sido demasiado estudiadas a lo largo de la historia, mucho menos, consideradas. Ahora, posiblemente por primera vez en el mundo del arte, encuentran su puesto particular y el espectador podrá leer en su alma guiado por Gonnord.
Este autor siempre ha desarrollado su vocación de retratista en los entornos más hostiles y con las personas más desfavorecidas. Conoce la zona arrabalera desde que en 2006 tomara contacto con las Barriadas de las Tres mil Viviendas o la de Los Pajaritos de Sevilla. En su recorrido ha tenido ocasión de tomar instantáneas a todo tipo de rostros. Rosotros jóvenes, rostros adultos y ancianos, felices, contrariados o penitentes, padres e hijos, hermanos y hermanas, viejos amigos de sangre… Todos ellos con algo en común, el desarraigo y la sensación de abandono reflejada en sus ojos. Una forma de vida periférica en una ciudad desbordada y sin ningún tipo de comodidad. Gentes que tienen mucho que decir y que demuestran que una imagen vale más que mil palabras.
Hace poco más de un año, Gonnord tuvo la ocasión de realizar un reportaje diferente, uno que versara sobre la vida de los monjes portugueses. Comenzó la empresa, pero al poco tiempo de implicarse en ella, decidió abandonarla, no le aportaba lo que andaba buscando a nivel personal. Así fue como tropezó casualmente con el poblado callejero de Alentejo y decidió quedarse. A diferencia de los gitanos que conocía, estos estaban perfectamente agrupados en tribus y familias, viviendo en carromatos tirados por caballos en pleno campo. Conservaban su tradición cultural intacta y sus valores permanecían perfectamente arraigados en sus formas de supervivencia. Había orgullo y unión en sus miradas.
De su convivencia con ellos nace la muestra de cuarenta retratos que dan cuerpo a la exposición El sueño va sobre el tiempo, un tributo al esfuerzo diario, la libertad y el valor de seguir adelante cuando todo parece estar en contra. Algunas de las fotografías más preciosas e impresionantes son aquellas que muestran a los caballos que conducen las casas nómadas de sus dueños, naturalistas e increíblemente cercanos.
Desde que se inaugurara la muestra, que duraará hasta el próximo 19 de enero, el artista ha participado activamente de ella con los visitantes del centro. No deja de sorprenderse ante la gran acogida que ha tenido su obra para un público de todas las edades. Se muestra emocionado ante los resultados en pleno corazón del Madrid más industrial y comenta anécdotas sobre su experiencia de periodismo gonzo con los protagonistas de sus creaciones: «Pasé con ellos alrededor de tres meses, siempre les hacía preguntas, realmente me interesaba saber cómo pensaban con unas concepciones y costumbres tan arcaicas. Compartí con ellos sus problemas y sus fiestas, me trataron como a uno más. Ovbiamente yo les dije que era fotografo y cuando me tenían la confianza suficiente, saqué la cámara y disparé. Tenía que aprovechar el segundo más mínimo porque no posaban, me miraban».
El fotógrafo, fuertemente ligado a Madrid desde hace veinticinco años y artista de la galería de arte Juana de Aizpuru, agradece repetidamente a sus «amigos» su implicación en el proyecto y sobre las diferencias que observa entre unos colectivos y otros declara: «Los que viven fuera de la ciudad no se han contaminado de la globalización, para bien y para mal. Viven del trabajo y del día a día, su unión resulta conmovedora». Sobre sus proyectos de futuro, que le llevarán de Portugal a Almería adelanta: «Nunca seré español ni gitano, pero me siento como ambos aunque haya nacido en Francia».
