EXTRAVAGANCIA Y VINTAGE EN EL PLATO

JUNKCLUB

Se encuentra en el corazón de Madrid; en la Plaza de la Paja de la Latina y en las entrañas del famoso restaurante La Musa. Su nombre es JUNK CLUB y desde el minuto uno que decides adentrarte en su mundo, comienzas a sentir un alo de clandestinidad, una revolución de sensaciones y un retorno a los años 80. ¿Me compañas?

 

Cuando me hablaron de este restaurante de la capital, ni si quiera podía creer que existiera un lugar así. ¿Chocolate con churros y foi? Imposible. Así que sin pensármelo dos veces, le pedí el numero a la persona que me lo había recomendado y, sin perder un segundo, llame a reservar. Lo primero que te llama la atención es precisamente eso, el número, que acostumbrada a marcar un 91 delante, te encuentras con el teléfono móvil de un tipo que se llama Santiago; simpático, simpatiquísimo, que te da a elegir entre dos turnos; uno a las 9 y otro a la 11, algo que por cierto, se ha puesto muy de moda últimamente y con lo que no termino de estar de acuerdo. ¿Por qué no puedo reservar a la 10? Mi cabeza piensa: las 9 es un horario de europeos (que nosotros no acostumbramos a imitar) y las 11 empieza a ser la hora de pensar en el primer gin-tonic (por no mencionar el hambre voraz que podrías tener de esas horas). Así que reservé a la 9, sabiendo que llegaría a las 10, y con el riesgo que supone que, aun sin haber terminado, te empiecen a increpar con la mirada. Junk ClubLa segunda novedad me llego cuando, un microsegundo antes de colgar el teléfono, Santiago me soltó ‘¡Ah! ¡Por cierto! La contraseña es ‘Por lo fresquito que es’ Dala cuando te la pidan’. No me podía creer lo que estaba ocurriendo.¿De verdad me han dado una contraseña para entrar en un restaurante? No puede ser. Así que llame a mi acompañante a contárselo de inmediato, y aunque conozco su escasa empatía ante este tipo de parafernalias, me confesó de inmediato que se moría por comprobar lo que le estaba contando.

Cuando llegamos, no a las 10, pero si a las 9,30, nos dimos cuenta al momento de que el cartel del restaurante no se anuncia hasta que llegas a las escaleras, esas que te conducen a una puerta ‘de portal de calle ballesta’ en la que tienes que llamar a un timbre, se abre una rendija y una voz te pregunta; ‘¿Que rime con Leganes?’. Las carcajadas se hicieron manifiestas ante la sensación de encontrarnos inmersos en una película de Almodóvar.

JUNKCLUBUna vez dentro, la decoración es un una composición de piezas de rastro cuidada hasta el mínimo detalle; lámparas de suelo colgadas en el techo; mesas, sillas y mobiliario de contenedor reutilizado; gafas de los sesenta en estanterías con cristalera antigua; vasos en los que ahora tomas el vino y en el colegio te bebías la leche; una báscula antigua pesando a una decena barbies exhibicionistas y una televisión de esas de ‘casa de abuela’ con capítulos de La Pantera Rosa. Disparidad equilibrada que hace que te sientas como en casa, que recuerdes y que experimentes. JUNK CLUB

La carta, compuesta por los platos de siempre pero con un toque de humor, no se hace corta pese a que no tenga una gran extensión.  Entrantes como mejillones Bloody Mery, pollo poc corn (en la misma caja de las palomitas de cine y entre palomitas) y el plato estrella; el chocolate con churros y foi (¡¡increíblemente rico!!). Principales como costillas cubalibre o su famosa hamburguesa con pan de cerveza. Y por fin los postres. Sin duda, lo mejor de la noche; Frigopie y Drácula. ¿Qué más se puede pedir? Unos cócteles increíbles, un hilo musical con Hot chip y Roisin Murphy y un servicio amable.

Sales con ganas de volver, y eso es lo que siempre cuenta en los restaurantes. Porque al fin y al cabo, ya no se trata de comer por necesidad sino de disfrutar comiendo.

 

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