EUREKA. SIN PRETENSIÓN, PERO CON MUCHA SIMPATÍA

Opino que en televisión, como en el cine, es preferible un producto humilde pero amigable, a uno que en su pretensión grandilocuente, defrauda por tratar de volar demasiado alto. No miro a nadie, solo alabo las virtudes de la última serie a la que me he enganchado. En realidad, de humilde tiene poco, pues como ya sabemos, cualquier artesanía norteamericana de tres al cuarto tiene presupuestos con los que se podría hacer en España una autopista entera. Pero Eureka no tiene ansias de grandeza ninguna: es simplemente una serie de aventuras en esquema, que narra las vicisitudes de una comunidad de científicos, protegidos por el Gobierno de EEUU, que investigan en todos los campos y facetas imaginables de la tecnología y las ciencias experimentales. Una serie simpática donde las haya, sin ningún tipo de profundidad narrativa, pero con ese tono que permite la distracción, tan típico de la TV clásica.

Al parecer, al acabar la 2ª Guerra Mundial, el Gobierno norteamericano, asesorado por el propio Einstein, decidió crear una base militar/pueblo en Oregón, que albergaría a las mentes científicas más brillantes y avanzadas del planeta. Protegidos y aislados en Eureka, los genios trabajarían sin la presión ni la amenaza de las habituales malas manos, en un ambiente inmejorable de común influencia e insuperables medios, y a salvo de cualquier crisis o cataclismo externo. Nadie en la nación conoció jamás su existencia, y lo que empezó como una base militar, tipo Área 51, con fines científicos, acabó por convertirse en una comunidad próspera, cívica, familiar y desproporcionadamente avanzada; una comunidad particular, eso sí, con una serie de cataclismos propios, provocados siempre por la insolencia del hombre frente a las leyes de la ciencia. Global Dynamic, sin ningún tipo de connotaciones políticas, aunque subordinado al Ministerio de Defensa, es la institución u organismo que acoge, proporciona laboratorios y empleo a todos los científicos de Eureka. 

La serie empieza cuando Jack Carter (Colin Ferguson), un honrado Marshall, algo paleto y simplón, sufre un accidente de coche en las cercanías del pueblo. Con él viaja Zoey (Jordan Hinson), su rebelde hija adolescente, que en un intento más por llamar la atención de sus divorciados padres, se había escapado de su madre. Caen por casualidad en Eureka, y se ven involucrados en el primero de los casos; enterado de todo, Carter es contratado como Sheriff: vigilante de una ciudad de genios disparatados. A partir de ahí, se suceden casos de todo tipo, siempre consecuencias de experimentos fallidos o malintencionados (aunque por lo general, éticamente comprensibles), que el Sheriff Carter resuelve en el último minuto, siempre en un alarde de pragmatismo y valentía. El cuadro de personajes se completa con la bellísima Dra. Blake (Salli Richardson-Whitfield), que casi dirige Global Dynamic junto a su ex-marido, el brillante, apuesto y algo sobradillo Dr. Nathan Blake (Ed Quinn), de la cual, obviamente, se enamora el buenazo de Carter; Henry Deacon (Joe Morton), un simpático y experimentado científico, mecánico de coches, forense e incluso alcalde, que en seguida congenia con el nuevo vecino; Jou Lupo (Erica Cerra), la aguerrida pero romántica ayudante del recién llegado Sheriff; y Fargo (Neil Grayston), un gracioso investigador, empollón de los pies a la cabeza, que siempre se ve envuelto en absurdos y peligrosos engorros de laboratorio.

Un apacible lago sin profundidad, donde el espectador siempre da pie, donde no cuesta seguir el argumento y se nos permiten adivinar, con dos o tres pistas evidentes, el malo de cada capítulo. Pero es que la cara de bonachón de Carter, sus adorables ojos azules de irlandés cariñoso, y su ternura e inocencia infinitas, me han hecho volver una y otra vez a Eureka. En una línea cercana a Expediente X y a Fringe, Eureka utiliza el mismo modelo de caso-rareza-anomalía inexplicable, pero en un tono de absoluta informalidad, de total intrascendencia. Hay momentos donde se plantea cierto conspiracionismo, tan típico de la narrativa de TV norteamericana, pero que nunca superan el horizonte de una temporada. Es más, resulta a veces demasiado descarada la manera con la que pasan de una trama central a otra: sus guionistas, definitivamente, no son buenos finalizadores.

La cuarta temporada de Eureka, dividida en dos como siempre, descansa esperando al 11 de julio, fecha de estreno para sus 10 últimos capítulos; y ya hay una quinta temporada, de 13 episodios, en proceso de creación. Producción de la cadena SyFy, y creación de Andrew Cosby y Jaime Paglia, Eureka da un importante salto de calidad en esta última temporada. Aumenta un poco su categoría con la incorporación de dos estrellas de Battlestar Galactica: James Callis (Gaius Baltar), que interpreta al Dr. Grant, y el director musical, Bear McCreary (también ha participado en The Walking Dead), quien evidentemente no está al nivel de su gran obra. Incluso se permiten el lujo de hacer un guiño a la genial serie de Ronald D. Moore en una de sus últimas entregas: ¿Un intento de conexión con la línea maestra de Battlestar Galactica, o una humilde admisión de su subordinación a dicha serie? Obviamente, los niveles de calidad distan años luz, y llamar a Eureka ciencia ficción, que lo es, podría verse como una aberración.

Es una serie entretenida, pero nada recomendable para los que buscan en la TV moderna un medio de pensamiento. Siempre me he considerado parte de ese grupo, y no pienso hacer apología del contraste: habiendo The Wire, Los Soprano, A dos metros bajo tierra, la misma Galactica, ¿Para qué perder el tiempo viendo series intrascendentales que, aún por encima, ni siquiera tienen pulido el humor? La respuesta está en el cerebro particular de cada uno. El mío, me he dado cuenta, a veces necesita un descanso; y si el reposo está adornado con ingeniosas invenciones, simpáticas sonrisas y miradas de buena gente, algún que otro efecto especial, y además está construido con un ritmo de media velocidad, mejor que mejor. La clave en series de este tipo, como en House y otras series de médicos, es que el espectador no puede pensar demasiado; aunque quisiera no podría, porque en los capítulos se discute sobre campos de ciencia avanzada, con frases del tipo: “Hay que sintonizar en la misma frecuencia de protones la carga magnética de la fuente de energía, para que así se conecte a los vectores del campo fotovoltáico en paralelo, y no en serie….así salvaremos Eureka, y de paso el mundo entero, que corre peligro por nuestra culpa”. Pero qué bien me cae Colin Ferguson…!

{youtube}lpR5Uvy6Vs8{/youtube}

Deja una respuesta

Your email address will not be published.