ESCORIA

Escoria, de Irving WelshLo peor de escribir la reseña del libro que tanto te ha costado leer, y que te terminaste ayer a las tres de la mañana haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener los ojos abiertos, es la desgana y el rechazo que te provoca el solo hecho de pensar en sentarte frente al ordenador y tener que recordar cada línea, párrafo o palabra del mismo. Así que me armo de valor y me enfrento a este momento cigarro en mano (aquí, en mi habitación, donde no existe ley antitabaco y se hace gala de respetar los vicios ajenos), café recién hecho, moño bien alto y buscando casi inconscientemente la definición de ESCORIA en la Real Academia de la Lengua: cosa vil y de ninguna estimación. Se podría acercar. Pero voy más allá. Después de leer la novela de Irvine Welsh, autor de best-sellers como Trainspotting, el concepto de escoria va intrínsecamente ligado a la idea que se acaba teniendo del protagonista de esta historia.

Bruce Robertson, natural de Edimburgo, es un policía sin escrúpulos que nos facilita en casi 500 páginas el manual de instrucciones para arruinar la vida del prójimo de forma sutil y sin ningún cargo de conciencia. Casado y recientemente separado, putero y misógino, drogadicto, racista y ególatra serían los adjetivos que construirían el personaje. Al mismo tiempo, el insomnio no le deja vivir (¿o será la cocaína?), el trabajo no le deja dormir y un sarpullido en la entrepierna no deja de crecerle. Para quien haya visto Trainspotting se resume en una mezcla de Sick Boy y Begbie hipervitamiando, pero elevado al cubo y en la mas completa decadencia. ¿La trama? Bruce Robertson, Robbo (para los amigos), es el escogido para investigar el brutal homicidio de un periodista negro, hijo de un diplomático de Ghana, al que han encontrado muerto y ha sido golpeado por un martillo hasta fracturarle el cráneo.

Ésta, que no es ni de lejos la mejor novela del autor, nos conduce a un viaje a lo más abyecto del ser humano en donde lo que menos se asemeja al concepto de escoria es la Taenia Solium que el sargento con aspiraciones a inspector tiene sujeta firmemente a sus tripas. Y es que esta bacteria, expresada en una tipografía distinta en el libro, acaba siendo la única que nos da un respiro entre el lenguaje políticamente incorrecto de este policía y sus malas artes, y nos adorna el relato con algún vestigio de honradez y sutileza, mientras nos desglosa los antecedentes del personaje, que vuelven a este sádico y perdido cabrón un poco humano ante los ojos del lector.

Escoria, con un lenguaje poco literario pero con un estilo atrevido y agresivo, lleno de la jerga escocesa y barriobajera tan característica del gran Welsh, te escupe como ácido a la cara todo aquello que nunca deberías de ser, y nos reúne todo un elenco de “anti virtudes” en el personaje central de la historia con el que, casi sin quererlo y mientras oscilas entre la media sonrisa y mueca de asco acabas por empatizar a 50 paginas de terminar el libro. Demasiado tienes que esperar.

Finalmente te quedas con la idea: Estás entre los perdedores o estás entre los vencedores. Y eso fue lo que le inculcaron y lo que muchas veces hace que te conviertas en Escoria. Por que puedes estar en un bando o en otro pero como diría Robbo: Las reglas son siempre las mismas.

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