Son, la promotora musical de Estrella Galicia, nos está malacostumbrando. Sus citas en el Teatro Lara se están convirtiendo en algo absolutamente ineludible últimamente. Imagínense: el martes y el miércoles nos trajeron nada menos que al niño prodigio del soul americano, Eli ‘paperboy’ Reed; ayer fue el turno de Jamie Lidell, y esta noche, para completar una semana de órdago, nos las veremos con el californiano, curtido en mil batallas, Chuck Prophet, y su actual banda, The Mission Express. Habrá que sentirse afortunado y todo por estar en Madrid durante este ecuador de verano. Desde luego, el padecimiento es soportable a la sombra del oasis en que han convertido los de Son nuestro Teatro de la Corredera baja de San Pablo. La doble sesión de Reed, o por lo menos el concierto que dio ayer miércoles, al que asistí por los pelos directamente desde la T1 de Barajas, fue una auténtica pasada. Todavía tengo dudas de que aquello fuese real; pero sinceramente, no creo que yo sea capaz de imaginar una voz tan alucinante por mi cuenta, así que supongo que aquello sucedió de verdad.
Cuando alguien te descubre a Eli Reed, lo primero que suele decirte es que lo que oyes no es soul de los años 60, de la edad de oro de la música negra. No, esta voz es actual, de ahorita mismo. Lo segundo que te dicen, para incrementar tu sorpresa y asombro, es que la voz en cuestión no pertenece a uno de esos negros portentosos de raíces sureñas: Eli es tan blanco como lo era Elvis, se gasta un tupé más propio del rockabilly que del R&B, y por lo que parece, le espera la misma evolución corporal que al Rey, al menos en lo que a la cintura se refiere. Por último, cuando ya uno no se puede creer el error de Dios en la asignación de las virtudes vocales, te dicen, para rematarte, que el chico de los periódicos apenas tiene 28 años. Y entonces solo puedes rendirte al genio que algunos seres poseen, quién sabe por qué, y disfrutar del regalo que éstos hacen al mundo cuando se ponen frente al público.
Son días tristes para el renacimiento del género, dicen. La muerte de Amy Winehouse es una tragedia humana y seguramente, aunque no es mi opinión, musical; pero no es cierto que deje huérfanos a los amantes del soul, que parece que no han tenido otra figura a la que aferrarse para dejar atrás los Cds de Marvin Gaye, Solomon Burke (fallecido hace menos de un año con una décima parte de cobertura mediática), u Otis Redding. La irrupción de Eli ‘paperboy’ Reed en el panorama musical, sobre todo a raíz del lanzamiento de su segundo trabajo, Roll With It, en 2008, ha sido verdaderamente la mejor noticia de las últimas décadas en lo concerniente al soul. Puede que Winehouse volviera a popularizar el género, pero Reed está destinado a marcar una época; por un talento desbordante, una identidad innata, y un continuo demostrar que está en el mundo para cantar como canta. Es, sin duda, uno de los artistas del momento, y verle como lo vimos en el Teatro Lara, es un privilegio al que no quiero acostumbrarme.
Acompañado por los True Lovers, una banda de vientos, cuerdas y percusión que le llevó en volandas, el chico de Boston interpretó casi al completo su último Cd, Come And Get It, grabado junto a los arriba mencionados, y editado en 2010. Un soul clásico, pero claramente refrescado, pretendidamente nostálgico con una época y con una estética que siguen vivas, en el vestuario de Reed por ejemplo, o en su forma de gesticular mientras canta. Eli, por momentos, parecía un personaje sacado de uno de esos casinos donde siempre es año nuevo, fluctuando entre las décadas de 1950 y 1960. Pero en general, al margen de una estética u otra, todo el concierto fue una abrumadora demostración de que, al contrario que en la película de Benito Perojo, es un blanco que tiene el alma negra. Cuando se estruja el cuerpo entero para derrochar esas notas sostenidas, todos, hasta los músicos que lo acompañan, permanecemos en vilo, como creyendo que puede juntar el cielo y la tierra.
Supongo que así debían ser los conciertos de soul durante la edad de oro del género, e incluso mucho mejores. Conciertos como el del miércoles son, probablemente, lo más cerca que podemos estar de aquellas fiestas; incluso el teclista actuó de presentador de la gala, con espectacular presentación de cada uno de los miembros de la banda, y su correspondiente solo, y agradecimientos integrados a la música, ya convertida en base. Una forma concreta de vivir la música, la de los negros, que ya no es solo patrimonio suyo. Nadie puede resistir el chute del soul cuando se interpreta con la categoría que demuestra Eli Reed: el Teatro se desbordaba, todos en pie, bailando entre las butacas, y admirando el poderoso torrente de voz de esta joven promesa que ya es, por méritos propios, una gran estrella de la música. Pero desde luego, lo que está claro es que las penas que no se curen con una buena sesión de soul, es que no tienen cura.
Fotos de Pablo Luna Chao.