Cuando en 1994, Nicholas Barclay desapareció en Texas a la edad de trece años, nadie podía esperarse que un embaucador de primera, llamado Frédéric Bourdin, suplantaría su identidad. El problema radicaba en que Bourdin se encontraba en España y no en Estados Unidos, en que era considerablemente mayor que el niño desaparecido, en su fuerte acento francés y en unos rasgos físicos opuestos. Aún así, lo consiguió, siendo adoptado sin reparos por la familia Barclay.
El director, Bart Lyton, establece el punto de partida: una familia, que lejos de rechazar al joven francés, lo acepta y dice que sí, que es el hijo desaparecido. Apoyándose en una mezcla de entrevistas y narrativa de suspense, la película, que verá la luz el próximo 10 de mayo en España, pide al espectador que haga de detective para descubrir las confusas evidencias entre una familia que parece desesperada por creer, un investigador privado obsesionado con resolver el caso y un ladrón solitario cuyo único botín son las identidades humanas. Aun así, cuando parecía que el puzzle de Nicholas Barclay encajaba, otra vuelta de tuerca lo pone todo patas arriba.
Y así, más allá del retrato psicológico de la bizarra figura de Bourdin, el documental aborda los motivos emocionales por los que una familia decide aceptar en su seno, a sabiendas del engaño, a un completo extraño. De esta manera, se cumple aquello de que la realidad supera la ficción con una escalofriante historia capaz de congelar la sangre del espectador. Una sucesión de dolorosas preguntas acerca de la percepción y el porqué a la gente le tienta tanto fingir, mentir y, sobre todo, engañarse a sí misma.
Paso a paso y mentira tras mentira, se va perfilando una verdad aún más horripilante que la del punto de partida. Mediante un conjunto de imágenes imponentes, entrevistas absolutamente oportunas y una fuerza narrativa brutal se desgrana una genialidad absoluta, cuya fuerza, reside en la perturbadora hipocresía y en la maldad y el desprecio con la que este camaleón trata al resto del mundo.