EL HOTEL LOCO: CRISOL DE CULTURAS

Mi ambiciosa mirada escrutaba con paciencia cada uno de los sillares en los que la tenue luz de los focos incidía, con la expectación de toparme con una de esas ásperas marcas en las que el cincel del cantero había dejado tímidamente su huella. Todos los allí presentes habíamos subido hasta el habitáculo más angosto de la catedral con el anhelo de hallar, por humilde que fuera, el más mínimo vestigio de la autoría de sus artífices.

Ocultas bajo los depósitos de las aves o desdibujadas por el “mal” que acecha a la piedra, las “marcas de cantero” eran la única guía para conocer, aunque sólo fuera en sus iniciales, algo sobre la personalidad de esos demiurgos predestinados a permanecer en el más oscuro anonimato, quizá con la única esperanza de que la luz coloreada de las vidrieras alimentase eternamente la perpetuidad de su alma. Pervivencia anhelada por todos aquellos maestros que a lo largo del tiempo han dejado y siguen dejando al mundo el legado de su creatividad ZAHA HADIDe imaginación en forma de arquitectura.

Roja, amarilla, violácea…, conforme nos acercamos al Hotel Puerta de América que en el número cuarenta y uno de la madrileña avenida del mismo nombrese ubica, la luz emitida por los intensos colores de la fachada de Jean Nouvel, se funde en nuestra retina conformando una especie de arco iris que refleja el crisol de culturas reunidas tras ella. Un puzle tan variado como la tez de los arquitectos escondidos tras la misma, y que en modo  alguno necesitaron grabar sus iniciales para dejar a la posteridad algún vestigio de su autoría. Iraní, australiana, escocesa, italiana…, trece nacionalidades se yerguen en el origen de un edificio en el que doce plantas diseñadas por los arquitectos más importantes del momento y procedentes de todo el mundo, se levantaron entre los años 2003 y 2005 con el fin de hospedar al turista más selecto y adinerado de la capital.

KATHRYN FINDLAYUn edificio concebido como un hotel y como un museo de arquitectura a la vez, en el que el huésped tiene la opción de elegir el ambiente en el que desea abandonar sus sueños. Un hotel en el que alojarse al la vez que reconducir la imaginación por la atmósfera glaciar de la arquitecta iraní Zaha Hadid, por las líneas quebradas de Eva Castro y Holger Kehne o por las formas sinuosas de Ron Arad. «A pequeños mundos en torno a la belleza femenina y a  los juegos del amor”, pretende arrastrarle Jean Nouvel en las suites de la duodécima planta; a  sordos universos cruzados por el silencio, Kathryn Findlay en la octava, o a místicos ámbitos neutralizados por la oscuridad nipona, el japonés Arata Isozaki en la décima, por no hablar de la ambientación «a lo Chillida” de Norman Foster en la segunda o del lujoso tono hogareño de Vittorio y Luchino en la quinta.

Entre delicadas alfombras aterciopeladas o entre minimalistas suelos de mármol; entre deconstructivistas corredores y puristas suites al más puro Estilo Internacional o entre mamparas de metal tendentes a la más sofisticada High Tech.., tal y como dijera el director del proyecto, Pablo Couto, en el Hotel Puerta de América de Madrid el huésped tiene la opción de alojarse bajo el universo de su arquitecto preferido, pues si bien todos los RICHARD GLUCKMANNartífices se ajustaron a unas necesidades iniciales, cada uno pudo, en la planta que tenía reservada para sí, dar rienda suelta a su creatividad y llevar a cabo el resultado de un diseño acorde con los principios de su propio estilo.

Como un «crisol de la arquitectura más moderna e internacional», en el hotelmás «loco» de la capital tenemosuna muestra en altura a través de la cual atisbar la huella de las vanguardias en la arquitectura de nuestro tiempo. Pero sobretodo, una fuente en la que empaparnos del estilo de todos aquellos «maestros» que en la misma han escrito, poniendo su imaginación al servicio de la funcionaldad, un libro sobre la arquitectura de nuestra época; un libro en el que la coherencia del conjunto no anula la individualidad y la libertad de cada uno de sus creadores, y del mundo plural y multicultural que los fragmentos del poema Libertad de Paul Eluard introducidos en distintas lenguas en la fachada, evocan. Un libro abierto, en definitiva, en el que los viajeros del futuro tendrán la posibilidad de identificar la personalidad de cada uno de sus artífices, sin la necesidad de remover entre los cimientos o de ascender hasta la cúspide para encontrar las tan ansiadas “marcas de cantero”.

JEAN NOUVELPLASMA ESTUDIO

                             

 

 

 

 

 

 

   

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