El cálido frío de Ølsen

Nada más entrar,  el abrupto cambio de ambiente nos advierte de que ya no estamos en España. Hemos dejado atrás la madrileña zona de Huertas, y a cada paso que ‘viajamos’, subimos un poco más en el mapa de Europa. Una débil luz nos recuerda otra vez que nos encontramos a más de tres mil kilómetros del bullicioso mediterráneo y su jaranero sol. Ahora sí, hemos llegado: sentados en el níveo sofá del restaurante Lounge Bar Ølsen, cada plato de la carta parece acompañado de su atmósfera natural, la escandinava.

Pero los tonos álgidos y el estilo minimalista no es lo único que nos saca de nuestras fronteras (sin salir de ellas). Son los sabores nórdicos los que provocan ese envolvente efecto de evasión. Entre los más populares, los sándwiches suecos maridados con cinco chupitos de vodka (24 €) –del que tienen más de 70 variedades- o los clásicos blinis de maíz –una especie de tortita fina- servidos con salmón, trucha, caviar y crema de nata (21 €).

Otro mordisco más que aconsejable es el que le puedes dar a sus panes, caseros y de diversos tipos.  Su tapa de pate de hígado y setas (9 €) viene servida con unas tostadas rústicas que son el maestro idóneo para aprender cómo amasan la harina en el norte del continente. Quizás son un poco menos tradicionales postres como la galleta de oreo gigante con frutos rojos y helado (8 €), lo que no impide que embauquen a nuestras papilas gustativas y que su elaboración y presentación sea de igual calidad que el resto.

El último –e ínfimo- ‘pero’ es la escasa distancia que separa algunas mesas y que contradice esa agradable intimidad que se respira por todo el restaurante. Igual de agradable es la sonrisa del personal y las suaves palabras con que describen el menú. En definitiva, una estampa del más profundo invierno noreuropeo que, sin embargo, transmite calor.