Una Semana Fanta

3, 2, 1... ¡Semana Santa!

La Semana Santa son esos nueve días del año, calculados previo complejo algoritmo, en los que los seres humanos y el resto de los mortales, tienen una excusa para conseguir unas muy merecidas vacaciones e imbuirse, o no, en el mundo de los pasos, nazarenos, torrijas, saetas, cofradías, iglesias y un largo etcétera de elementos que podrán ser adorados con la venia del mal tiempo, ya sea en forma de viento, lluvia o plaga de langostas.

De esta manera, para aquellos que el próximo Domingo de Ramos sea el día D, como lo fue para los estadounidenses el desembarco de Normandía, así como para `los capillitas´ que necesitan más, más, más y mucho más, para saciar su demanda de culto entre el 24 y 31 de marzo, se receta:

Cofradía del Cristo negro. Procesión de obligado voto de silencio y asistencia para los hermanos que, con la cara tapada y túnicas negras de monjes benedictinos, sacan la noche del Miércoles Santo un crucifijo rodeado de leyenda y misterio. A día de hoy, los cacereños mantienen su respeto por una imagen a la que acompaña la rumorología: mirar directamente a sus ojos, así como mofarse o tocarlo directamente, eran castigados por su osadía.

Nota: Cuando la imagen salía en procesión con motivo de epidemias o sequías, muchos espectadores bajaban el rostro y miraban al suelo por la creencia de que los pecadores que mirasen el rostro del Crucificado serían castigados con la ceguera.

El entierro de Genarín recorriendo las calles de León

El entierro de Genarín. Una fiesta pagana de la Semana Santa leonesa que, a la hora bruja de cada Jueves Santo, inunda las calles del Barrio Húmedo con la procesión ruidosa, bufa y borracha por antonomasia. No tiene convocatoria precisa y tampoco aparece en el programa oficial de las fiestas, pero cada año logra congregar a millares de personas que beben orujo sin tregua. Conmemora la muerte de Genaro Blanco Blanco; pellejero, borracho, pendenciero y amante de los burdeles quién, en plena noche de eucaristía de 1929, murió atropellado por el primer camión de la basura de la capital, mientras realizaba sus necesidades primarias. 

Nota: En el aspecto gastronómico, destacan sus limonadas, las famosas `mata judíos´, una especie de sangría realizada en esta época del año. Cuantas más, mejor.

La danza de la muerte: una verdadera reliquia

La danza de la muerte. En el municipio de Verges (Gerona), en la comarca del Bajo Ampurdán, cada Jueves Santo se celebra esta tradición de origen medieval. Una reliquia que ha sobrevivido al paso del tiempo. Al son de los tambores, cinco esqueletos y cinco túnicas negras, con sus guadañas, relojes sin agujas y demás parafernalia, recuerdan la igualdad de todos los seres ante el juicio final.

Nota: La procesión está estructurada en dos partes; `La Pasión de Cristo´, a las 22.00, en la plaza del pueblo y `Jesús con la cruz´, que, a partir de las 24.00, recorre unas calles iluminadas con antorchas y farolillos, escenificando su camino hacia el monte del Calvario.

La ruta del tambor y el bombo. En las comarcas del Bajo Aragón, Andorra-Sierra de Arcos y Bajo Martín, existen nueve localidades, dentro de la provincia de Teruel, con un objetivo común: preservar una tradición milenaria y una manera muy propia de celebrar la Semana Santa. La medianoche del Jueves o del Viernes Santo, según el municipio, las calles se llenan de un estruendoso sonido, al toque de corneta se inicia la `Rompida de la Hora´: tambores y bombos que tocan al unísono y conmemoran la muerte de Jesús. Un espectáculo que pone la piel de gallina.

Nota: La acumulación de ruido puede llegar a provocar un estruendo continuo, cuya vibración provoca movimientos en el suelo y edificios cercanos. Muchas de las parroquias de las localidades se han visto dañadas, sufriendo importantes desgastes tanto en ornamentación como en estructura.

Los empalaos de Valverde de la Vera. Al noroeste de la provincia de Cáceres, durante la madrugada del Jueves Santo, por las calles de este municipio extremeño se puede oir el sonido de unas vilortas. Son `los empalaos´ quienes, descalzos y cargando sobre sus hombros un timón de arado sujeto por una soga de esparto que envuelve sus torsos y brazos desnudos, se disponen a realizar un vía crucis de 14 estaciones, ante las que se han de arrodillar. El atuendo se completa con una enagua blanca, que les cubre de cintura para abajo, vilortas de tres aros que prenden de la mitad de sus brazos, una toga y un velo sujetado con una corona de espinas.

Nota: Impresiona ver un cruce de` empalaos´, cuando esto ocurre ambos se arrodillan en señal de respeto. Una vez terminado el recorrido, el penitente regresa al lugar donde fue vestido para ser socorrido inmediatamente por su familia y vestidores, quienes le daran friegas con alcohol para activarle la circulación.

Los picaos de San Vicente de la Sonsierra. En este pequeño pueblo al norte de La Rioja, se mantiene viva una tradición desde finales del siglo XV. El rito consiste en un `picao´ o disciplinante que, de manera anónima y voluntaria, se autoflagela la espalda mediante el golpeo continuado con una madeja para purgar los pecados cometidos.

Nota: A cada disciplinante se le asigna un acompañante y un práctico (persona encargada de aliviar las heridas), que decidirán cuando debe dejar de golpearse, al empezar a divisar pequeños hematomas.

Eh voilà `capillita´! Así que ya sabes, si eres capaz de multiplicarte la noche del Jueves Santo y quieres seguir siendo un friki de la Semana Santa, ampliando tus conocimientos acerca de hermandades, cofradías, imágenes religiosas, escultores, música o vocabulario, prepárate con antelación, guarda gomina suficiente y calzate los castellanos rumbo a cualquiera de estos singulares destinos.

 

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