DE DIOSES Y HOMBRES

Musulmanes defendiendo la libertad de las mujeres, cristianos conviviendo en una armonía y participando de algunos ritos árabes dando lugar a escenas conciliadoras que parecen ser de ciencia ficción. Pero no, la historia que nos cuenta Xavier Beauvois es real. Tan real como la lentitud monacal con la que pasan los minutos frente a la pantalla. El tiempo parece no querer adelantarse y se desliza pesado y cansino fotograma a fotograma. Y es que tanta meditación, tanto canto y tanto rezo hacen insoportable permanecer dos horas sentado sin dormirse en el intento.

Pese a todo, ha sido, entre otros, galardonada con el gran premio del jurado en el Festival de Cannes. Crítica y público, una vez más, no coinciden ni en gustos ni en valoraciones.

Una pena que la película haga un flaco favor a la historia, entretenida al fin y al cabo. Unos monjes franceses de los noventa con sede en Argelia que pasaban las primaveras en un monasterio lleno de paz, amor y silencio. Mucho silencio que nos hace estar al borde del infarto cuando se rompe por el estruendo producido por un helicóptero a la par que el que provoca una ametralladora. Y es que estos hombres de vida modélica y altruista fueron secuestrados y asesinados por unos verdugos a los que nunca se identificó. Podría decirse que ellos mismos, en un afán de ser consecuentes con su vida y sus creencias, decidieron arriesgarse a morir o caminar hacia una muerte obvia tras la creciente ola de violencia que asola el pueblo, la renuncia a ser protegidos por el ejército y la decisión de quedarse pase lo que pase en el monasterio. Y lo que pasó fue lo que murieron a manos de los rebeldes. Y nosotros morimos también, pero de una muerte silenciosa y cruel, una muerte poco esperada y decepcionante. De dioses… y hombres que mueren de aburrimiento.