Confesiones sentimentales en la noche madrileña

Una copa de vino, de buen vino, de esos que mejoran con el tiempo. Con ese magnifico acompañamiento apareció el cantante y compositor vigués en el Forum de la FNAC de Callao el pasado lunes 17 de octubre por la noche y, siguiendo con la enología, así parece que sigue la evolución de Iván Ferreiro. Va ganando con el paso de los años. Perdiendo en rabia pero creciendo en intensidad y en regusto.

Entró en la sala con su medio sonrisa tímida, se sentó al piano reconociendo sus carencias en ese instrumento y sus lagunas de memoria entre un repertorio amplio, todo lo amplio que puede ser después de tantos años sobre las tablas. Rodeado de fieles, de los antiguos y de los recién llegados, buceó en el intimidad de canciones que rozan lugares de la memoria sentimental de casi todos los que estábamos sentados en la sala. Un lugar cálido donde recordar.

Después de deshacerse del rápido y ágil pop-rock de guitarras sucias de Piratas, pero sin sacarlo de su mochila totalmente, Ferreiro evoluciona, se transforma, entre rulos y batas de boatiné primero (nada más cómodo para estar en casa tras una larga lucha no tan exitosa como se esperaba), para poder componer desde el tiempo y la distancia de todo lo pasado, a las 7:30, sin llegar a ser un Mentiroso mentiroso y ofrecernos un Picnic extraterrestre. Uno aprende de todo lo vivido. Él lo ha hecho, y ha sabido rodearse también de muy buenos amigos, cómplices con los que confesarse y poder reconocer que no es tan artista de mierda como su nuevo disco indica.

A todos nos hubiera gustado acompañar la noche con una copa de vino, para mecernos aún más entre los acordes. Quizás para muchos Iván Ferreiro no es un gran cantante ni un músico prodigioso, pero ya lo dicen los médicos, una copa de vino al día es buena para la salud.

 

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