CAT POWER, BÁLSAMO PARA LAS HERIDAS

Algo me ocurre cuando le doy al play y suena esa voz delatadora de una mujer con un pie en el cielo y otro en el infierno. Y es que escucharla es desolador, pero no puedo parar ni quiero. Es como a los que nos gusta embriagarnos de la acidez de una rodaja de limón.

Hace un tiempo escuché una frase: «uno no puede alfombrar el mundo, pero sí regalarle un par de zapatos a alguien». Entonces pensé que a Chan Marschall, esta prodigiosa hija del demonio, yo le hubiese regalado una zapatería entera. Desde hace unos meses me pregunto de qué va en mí todo esto de la música. Quizá como melómana empedernida que soy debería ser rechazada por la política social, porque a medida que venero a un genio lo elevo de la categoría de hombre a la de dios. Y cuanto más hago esto, más distante me encuentro del arrítmico orden social y de la vida. Pero seré sincera: si son las canciones de Moon Pix lo que me marginan, me da igual.

Recuerdo leer en una entrevista que Chan empezó con la música por casualidad, porque cuando tenía dieciocho años un amigo le regaló una guitarra. Contaba que si hubiese sido una pizarra, quizá ahora estaría haciendo en ella quién sabe qué con tal de expresarse. Imaginarse a esta mujer hablando así del azar y del destino me toca algún punto flaco, porque por esa misma regla de tres me pongo a pensar que si hubiese sido escritora o pintora en una pizarra de esas, quizá le habría ido mejor y se hubiese librado del dolor que sufre y que lleva toda su vida transmutando en arte. Ya está, ya me he vuelto a topar con una de las manías preferidas del humano, la de torturarse con el “qué hubiese pasado si…”. El caso es que Chan se hizo cantautora y ahora es diva underground del folk a la vez que imagen de glamour. Las paradojas de la vida. Glamour. Ella que ha fracasado a lo grande tantas veces; ella que ha sido el descuido y abandono de la cabeza a los pies, ella que ha vivido en mil barras y cantado a mil y uno alcoholes.

   

Yo comprendo ese glamour, nacido precisamente de la degradación y del desgarro. Recuerdo sentir sudores fríos por la peligrosa sensualidad de su chaqueta negra y su flequillo liso tapándole los ojos, envuelta en la zona oscura del escenario casi durante dos horas. Es extraño, para mí Cat Power es el antídoto perfecto contra la soledad. Lejos de hundirme, esa voz dulce y triste que habla de extravíos lo que ofrece es un bálsamo para mis heridas. Lo que hace la tragedia, según Aristóteles, es liberarle a uno de su propia tragedia, pues nos produce un efecto catártico. Será eso.

Estoy de suerte, después de tres años de silencio puede que este vuelva a ser uno de esos años de uno de esos discos. Parece ser que le decepciona el hecho de que sólo sea cantante en sus conciertos, y eso la está impulsando a tocar y a componer para un nuevo álbum que se ha anunciado como Furious, en el que seguiría acompañada de sus exquisitos Dirty Delta Blues Band. 2011 and Cat Power’s coming back…

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