Tras 27 años dedicándose a la pequeña y la gran pantalla, Carmen Maura regresa a los escenarios con Carlota, obra escrita por Miguel Mihura en 1957, que estará en cartel en el Teatro María Guerrero de Madrid hasta el próximo 2 de febrero.
Charlie (Alberto Jiménez) ha invitado a cenar a su casa londinense a un amigo de la infancia del que no tiene noticias desde hace años, el detective Douglas Hilton (Alfonso Vallejo). Mientras esperan en la calle, cubiertos por la niebla que cae sobre la ciudad, acompañado del sargento Charlie Barrington (Jorge Machín), escuchan cómo Carlota (Carmen Maura), la esposa de Charlie, toca el piano, su afición favorita. Sin embargo, repentinamente, la melodía deja de sonar y Carlota no responde a las incesantes llamadas de su marido a la puerta. Asustados, fuerzan la puerta de la casa y descubren que la señora de la casa ha sido estrangulada. Comienza entonces una investigación en la que todo el mundo es sospechoso, en la que se descubre quién es esta mujer y qué se esconde tras las misteriosas muertes consecutivas de las personas que la rodeaban: su ex marido, su tío y el marido de su criada.
Carmen Maura es la responsable de que las entradas hayan estado prácticamente agotadas durante los ensayos generales de la semana pasada y el día del estreno. Y la actriz no defrauda a su público. Una interpretación impecable en la que volvemos a verla como esa mujer alegre, nerviosa e histérica que tantas veces nos ha hecho reír en películas como Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar). Sin embargo, a pesar de que ella sea la atracción para el público, una vez allí, el espectador queda fascinado con la actuación de todos los intérpretes: Pilar Castro, Vicente Díez, Pedro G. de las Heras, Natalia Hernández, Alberto Jiménez, Jorge Machín, Antonia Paso, Carlos Seguí y Alfonso Vallejo.
Junto con la espléndida y convincente interpretación de los actores, destaca la puesta en escena casi cinematográfica de Carlota. Juegos de luces y, sobre todo, de sombras, que dividen el escenario en varios planos de importancia, sin que por ello el público se pierda en el argumento; predominio de un rojo intenso en todos los escenarios, que evoca los crímenes cometidos y la pasión de las relaciones que mantienen los personajes, responsable final de las muertes; y uso de distintos focos sonoros que llevan al espectador a través de los múltiples saltos temporales.
Miguel Mihura estrenó Carlota en el Teatro Infanta Isabel en 1957. El dramaturgo declaró en la revista Primer Acto que su intención era «hacer una simple comedia policíaca, que tuviese mucha trama y mucho interés, que fuese muy fácil de interpretar, y que gustase mucho a todos los públicos». La adaptación realizada 56 años después por Mariano de Paco no ha perdido esa capacidad de atraer a los espectadores, ese humor, que en Carlota ironiza sobre las costumbres británicas, y ese nivel de misterio que mantiene con la duda hasta el último minuto de quién será el verdadero asesino.
