CANCÚN, UN PARAÍSO TERRENAL

Playa de Cancún

 

Tener esa sensación de no saber en el día en que vives, si es lunes, jueves o domingo, ver pasar las horas como minutos o no saber muy bien qué es lo próximo que va a suceder son emociones que sólo ocurren durante viajes sorprendentes e inolvidables. Viajes que duran días, pero que parecen segundos, viajes que recorren sitios extraños y desconocidos, pero en los que te sientes como en casa. Viajes llenos de emociones, sorpresas y recuerdos, viajes llenos de vida. Pues bien, Cancún es uno de estos viajes.

Siempre me han dado miedo los aviones, no un miedo tremendo, pero sí respeto. Y más si hay por delante un vuelo de once horas. Las ansias de llegar y la larga espera hicieron del viaje una angustia constante. Por fin, al poner el pie en tierra mexicana sentí en mi cara los rayos del sol, un sol vertical, profundo. Cuando llegué al hotel, allí estaba Sam, el animador, botones y hombre para todo del hotel.

Era un hombre corpulento, de tez morena y minúsculo bigotillo. Con su cálido acento nos dio la bienvenida. El hotel, un majestuoso edificio que simulaba forma de pirámide maya, se erigía orgulloso y enérgico ante mis ojos.

 

CENOTES, LAGOS NATURALES

Al día siguiente, el sol llamaba ya a mi balcón. Sus rayos se colaban entre las cortinas. Una hora un poco intempestiva sí, pero con esas vistas quién iba a decir que no. Palmeras, chiringuitos con todo tipo de comidas y bebidas y multitud de animadores invitando a gente a realizar todo tipo de actividades acuáticas se entremezclaban en esas playas de ensueño. Regresé al hotel, había hambre y me senté en uno de los restaurantes del mismo. Allí, el “mesero” Juan, un hombre curtido en años, con un pelo recio y moreno como su piel, y una sonrisa de oreja a oreja que jamás conseguía quitarse, me deleitó con una comida típica mexicana.

Comida típica mexicanaNo faltaron los frijoles y burritos, pero tampoco cocina más elaborada como los panuchos, una especie de tortillas de maíz rellenas de frijoles y a las que se les añade aguacate, tomate o carne, entre otras cosas. Todavía quedaba mucho día por delante, así que decidí apuntarme a una excursión. Un «cenote» sería el destino. Se trataba de una especie de cueva de aguas cristalinas donde la gente practicaba el snorkel. Sam, el animador del hotel nos acompañaba. Ya era la hora así que subí al autobús.

Tras casi una hora sentada en el vehículo, entendí los cinco “minutitos mexicanos”, que se convirtieron en cincuenta españoles. Así pues, tras el recorrido en autobús por fin llegamos al maravilloso “cenote”. Una gruta inmensa se extendía ante mis ojos. Bajé por unos pasillos rocosos y abajo encontré un lago natural, lleno de vegetación. Pececillos de colores y todo tipo de algas se encontraban en el fondo del pozo. Sin duda, una experiencia increíble pero agotadora. Era hora ya de volver al hotel.

 

CHICHEN ITZÁ, MARAVILLA DEL MUNDO

Chichen Itzá, una de las maravillas del mundoUna mañana más, el sol mexicano me despertaba. Y no podía irme de Cancún sin visitar una de las nombradas nuevas maravillas del mundo, Chichen Itzá. Estas impresionantes ruinas de la cultura maya se encontraban en el Estado de Yucatán, a unas tres horas de Cancún. Al llegar, un enorme bosque se extendía ante mí y tras andar por unos pequeños senderos de tierra, allí estaba.

Esta majestuosa obra maya, que fue declarada también Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde al año 1988, se componía de múltiples arquitecturas, siendo la más destacada de todas ellas El Castillo o Pirámide de Kukulcán. Se trataba de un monumental mausoleo dedicado al dios del mismo nombre, con cientos de tumbas en su interior y compuesto por cuatro fachadas ornamentadas con representaciones de serpientes y tigres.

Cada uno de sus lados estaba compuesto por 91 escalones, que sumados con el de la entrada del templo, hacían un total de 365, la equivalencia a los días del calendario maya. Además de éste, también pude observar otros monumentos de menor tamaño pero igual de impresionantes como el Juego de Pelota, el Templo de los Guerreros o el Observatorio. Todas ellas componen la mayor obra maestra de la cultura maya, donde cientos de historias y leyendas se presentan ante nuestros ojos.

 

EL MÉXICO PROFUNDO

Sin embargo, fue en Isla Mujeres donde descubrí los verdaderos tesoros del México más profundo. Puestos y comercios impregnados de las más puras raíces mayas. Hombres y mujeres vestidos con los característicos huipiles, una especie de blusas bordadas con motivos coloridos y vivarachos, intentaban vender infinidad de joyas, máscaras y telas a los visitantes. Y es que todo paraíso tiene dos caras.. Ese es el auténtico México, el auténtico Cancún. Y es que Cancún es sin duda un paraíso, pero un paraíso terrenal. Estaba anocheciendo y era la hora de regresar.

Mujeres con trajes mexicanos A la mañana siguiente, y tras conseguir meter todos los bártulos en la maleta, por fin bajé a recepción. Dejé las llaves de la habitación y subí al autobús que llevaba hasta el aeropuerto. Atrás quedaba ya Cancún, y atrás quedaba ya Sam, que agitando su mano fuertemente se despedía entre gritos. El viaje había terminado.

El avión me esperaba para volver a casa. Y esta vez, al igual que al principio, no quería subir, seguía teniendo miedo. Pero los motivos eran muy diferentes.

Ya no había miedo a volar, a pasar once horas allí encerrada, sino miedo a irme, a saber que quizás no vuelva nunca, que igual no vuelva a pasear por esas playas, ni a beber un tequila como dios manda, ni a ver cómo los que menos tienen son los más felices, ni a situarme delante de una maravilla del mundo como Chichen Itzá, ni a sentir el olor de las delicias preparadas por el mesero Juan, ni a ver de cerca los contrastes de un país espectacular, ni a volver a ver a Sam. Sí, tenía miedo, miedo a despertar del sueño.

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