CALDER Y LA MÚSICA DE LAS ESFERAS

MÓVIL

Como árboles artificiales suspendidos en medio de la nada, las chapas de colores flotan en el espacio pendidas de alambres tan etéreos como las ráfagas de aire que se cuelan entre los mismos. Un leve soplo es capaz de poner en marcha el ritmo que en el Sistema Solar tan sólo son capaces de originar las fuerzas ocultas a nuestra visión que rigen el mundo. Esas que sólo unos pocos artistas son capaces de recrear cuando, como Alexander Calder, se atreven a proyectar su visión más allá de la realidad sensible.

“Y creo que soy realista (…) Hago lo que veo. Es sólo el problema de verlo (…). El Universo es real pero no lo ves, lo tienes que imaginar. Una vez que lo imaginas puedes ser realista en cuanto a reproducirlo…”.

Como un niño jugando a ser científico, tomando quizá del vertedero fabril más cercano a su taller aquellos materiales brindados por la modernidad, y de algún rincón de su imaginación el ritmo que cada uno de los astros confiere a las constelaciones, a base de acero, hierro y chapa, Calder desarrollaría unas estructuras volátiles capaces de hacernos girar en torno a MÓVILellas con la sensación de estar girando en torno a la misma órbita de los cuerpos celestes; en torno una abstracción tan comprometida con el sentido cósmico del mundo, como henchida de la ironía, el ingenio y la diversión inherentes al espíritu libre, despreocupado e ingenuo de todo artista americano de la época.

Como si de notas coloreadas colgadas en los pentagramas de una bella melodía se tratase, en los Móviles de Calder el sonido que los elementos emiten al chocar entre sí da también la medida y el sentido del espacio; de un espacio con cabida no sólo para las formas, sino también para los colores y para la música. En definitiva, para todos aquellos elementos que, como ellos, no necesiten de un referente empírico para recrear el ritmo implícito e imperceptible a nuestra vista, en torno al que giran el mundo en que vivimos y todas aquellas manifestaciones artísticas en las que la barrera existente entre la música, la astronomía y al arte abstracto se hace invisible.

MONDRIANUna visita al estudio parisino de Piet Mondrian allá por los años cincuenta, bastaría para que en la mente del que algún día fuera ingeniero, las rítmicas franjas de color de los cuadros del holandés, se convirtiesen en etéreos hilos de hierro y conformasen un elemental sistema de balanzas, suspensiones y contrapesos en el que el movimiento de las chapas planas coloreadas fuese el verdadero protagonista. Sólo sería necesaria la nota de humor e ironía con la que Miró hizo ascender a los seres más reprimidos de su subconsciente hasta  la órbita de las astros, para que cuando hoy nosotros nos acerquemos a la Galería Elvira González y dancemos bajo alguno de los Móviles, flotemos al son del movimiento de sus brazos y chapas de acero, con la sensación de habernos sumergido en un divertido sueño que hasta la superficie de la Tierra ha hecho descender la «Música de las esferas».

                                      

ALEXANDER CALDER, MÓBILES, STANDING MÓBILES, STABILES AND GOUACHES. 22 DE DICIEMBRE DE 2010- ENERO DE 2011. GALERÍA ELVIRA GONZÁLEZ.

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