BBK LIVE 2011: AQUÍ HUBO DE TODO UN POCO

Utilizo esta plataformas para quejarme de dos especies que, por lo visto, se reproducen a la velocidad de la luz y cuyo hábitat predilecto son los festivales de música. La primera es la más molesta, es casi hasta venenosa: son aquellos que van a un concierto (cuanto más adelante mejor) y se dedican a entablar conversaciones de cualquier cosa con sus acompañante. Pueden ir en pareja o en grupo, no importa, pero a ellos, la música les da igual. Sólo van al concierto a hablar sin parar.   La segunda especie es menos molesta que la anterior, pero igualmente cansina. Son los que se meten al mogollón de un concierto para quedarse más rectos que una vela, a no mover ni un solo músculo de su cuerpo y a mirarte mal si, cuando tú estás bailando, les tocas de alguna forma. Y digo yo ¿por qué esta gente no se queda fuera? Si algo tiene el Bilbao BBK Live son colinas, colinas muy bonitas, además. Pero bueno… empecemos ya con lo que nos toca: 3 días de música, 3 días de Bilbao BBK Live.

Mi BBK Live empezó justo en el mismo momento en que Tyler Glenn, vocalista de los Neon Trees salió al escenario saltando. Poner a los Neon Trees a las 17:45 h es un error. Nadie se movía y los escasos 40 minutos que duró el concierto se hicieron cortos. La gente murmuró un poco de Surrender y cantaron los estribillos de Animal, y así, como llegaron, los de Utah se despidieron.

A las siete de la tarde apareció Lourdes Hernández, arropada por su banda (qué grande eres, Charlie Bautista!) en esmoquin, para presentar Fuerteventura en un escenario que se le quedaba enorme, afirmando que era el escenario más grande en el que había actuado jamás. Y aquí se sufrieron, y de qué manera, a todas esas personas molestas de las que hablábamos anteriormente. Si bien Lourdes Hernández no invita a bailar, si que invita a escucharla y quedarte atontado con su voz, porque lo de esta  chica no es normal. El Stage 1, el de los cabezas de cartel, se le quedaba grande porque Russian Red, por más que se empeñen, es cantante de teatros. Pero allí salió ella, con sus músicos, con su voz y con su turuta y lleno el escenario como pudo, moviéndose de aquí para allí y regalando temas de Fuerteventura salpicados por Cigarretes, Take me home o They don’t believe, que escuchamos como pudimos entre tanto pesado que no paraba de hablar y de dar la tabarra. Siempre un placer, Lourdes.

Y sin abandonar el Stage 1, esperamos a que llegara Liam Gallaguer y su Beady Eye. Parece que al chico le cuesta sonreír y su cara de asco permanente, su parca y su pelo mod sonya leyenda, pero lo de no dejar de escupir sobraba… Empezó con Four letter Word, siguió con Beatles and Stones, Millioanre o The Roller no faltaron. Acabó con Sons of the Stage, sin decir ni adiós y sin dejar de mirar al suelo. Pero vamos a reconocer que Oasis molaba, mucho, y si molaba, tanto no era Liam, era  por las canciones firmadas por Noel. El concierto escaseó en temazos y se confirmól la sospecha: Lia, sin su hermano a la derecha, aburre.

Cuando Debbie Harry apareció en el Stage 2 con su atuendo pijamero (un chandal naranja Guantánamos y un poncho que no sabría cómo describir) la gente se deshizo en aplausos. Para muchos era el concierto del día y ella, a sus 66 años, hizo lo que pudo. No faltaron los hits que sacaron suspiros nostálgicos a aquellos que bailaban sus canciones en los 80 y a los que nos las hemos aprendido por el camino… Maria, One way or another y Call me, pero sin dejar hits más recientes como Hanging on the telephone. Fans enloquecidos y una Debbie Harris que canta como hace 30 años, pero lo de moverse es otro tema.

Y llegaron ellos:Chris Martin, Will Champion, Jonny Buckland y Guy Berriman y lo petaron. Todos los que fuimos allí, nos acercamos al Stage 1. Unos por fans y otros por escuchar un par de temas porque, te gusten o no, ¿quién no se sabe In my place o Viva la vida? Si ya disfruté de un concierto de ellos allá por 2005, debo decir que éste se me hizo realmente corto. 90 minutos de canciones de las que muchas ya se han convertidos en himnos. No faltó The Scientist, ni Shiver, ni Clocks, ni Fix you, ni un Viva la vida que la gente se restitía a parar de cantar. Chris Martin demostró que él se lo pasa bien en sus conciertos: no paró de bailar, de tocar el piano, la guitarra o lo que le pusieron en las manos. Mención especial el directo de God put a smile upon my face, que casi hace que Kobetamendi se derrumbe, y un cierre con su particular homenaje a Ritmo de la noche “Every teardrop is a waterfall” (si, la gente cantó el himno veraniego en vez de la letra que se correspondía), todo ello salpicado de globos, papelitos de colores que caían del cielo y hasta algún fuego artificial. El sonido fue de 10, quizá el mejor de todo el día. Dedicaron Everything is not lost a Blondie y a Russian Red y cuando se fueron, allí se quedaron 37.500 personas que, sin saber muy bien a santo de qué, empezaron a corear Viva la vida espontáneamente. Fue un concierto bonito para cerrar un primer día sin lluvias, el único de todo el festival.

El viernes volvímos a subir cuestas infinitas para llegar a Kobetamendi. Hoy era un día de ingleses para ingleses.                                                         Pero algún español y americano se coló en el cartel. Como TV on the Radio, con los que bailamos como locos entre canciones del álbum nuevo Wolf Like Me, Young Liars y Repetition no faltaron. Los de Brooklyn animaron el cotarro y nos pusieron en tono para aguantar lo que quedaba de día.                     Y entre tanto angloparlante, se coló Vetusta Morla. Pucho y los suyos defendieron Mapas y colaron un par de hits de Un día normal (las que más cantaron los que no eran fans). Su directo es contundente, a ellos el Stage 1 no se les quedó tan grande y con sus baterias, guitarras, bajos, maracas y barriles, por ahí fueron pasando Copenhague, Boca en la tierra o Lo que te hace grande, para acabar con La cuadratura del círculo y sus percursiones, dejando con ganas de más y con un sonido de 10 que el día anterior algunos no tuvieron por algún fallo técnico.

De Vetusta a Kasabian y tiramos porque nos toca. Los ingleses estuvieron bien, pero nada más, el sonido fue bastante flojo todo el concierto. Hits después de hit y alguna canción que no conocíamos y hasta el tema principal de la banda sonora de Pulp Fiction se cantaron y se bailaron en el stage 2 con una polvareda y un calor interesantes. Y para cerrar, Fire, que cuando terminó la gente siguió cantando.

En el BBK Live no se solapa ningún concierto (por falta de espacio, porque los escenarios están muy cerca el uno del otro y escuchar dos conciertos a la vez volvería loco a cualquiera). Así que, corriendo, nos fuimos a Suede.

Brett Anderson y los suyos venían a sustituir a Amy Winehouse, que por problemas que todos sabemos, canceló su concierto una semana antes. Pero algunos nos alegramos. Brett Anderson demostró que tiene tirón para rato, Se arrodillaba hasta romperse los pantalones, bailaba y su banda sólo se puede describir con la palabra “acojonante” y disculpen la expresión, pero lo que pasó ahí no puede describirse con otra palabra que no sea esa. IM-PRESIONANTE. Sin duda, el concierto de la noche hasta para los que querían ver a Amy, con un repertorio que no deja lugar a dudas: Suede son grandes.

Y después de esto llegaron los hooligans: Kaiser Chiefs, que empezaron fuerte, con Everyday I love you less and less. Ricky Wilson no paró ni un segundo, corría de un lado a otro, se subía a los amplis, volvía a correr, se tiraba a la batería y hasta bajó a mezclarse con el público (aplastándome la mano, por cierto). La lluvia y el cansancio evidente de los que nos habíamos vuelto locos en Suede deslució un poco, pero aún así, el concierto fue bueno. Sonaron bien y cantaron todos sus himnos, mezclados con canciones de su recién estrenado The future is medieval. Y Ricky Wilson es muy guapo… aquí vamos a decirlo todo. Los ingleses que había entre el público se volvieron locos, como si eso fuera un Manchester- Arsenal, así que, aunque no te gusten los Kaiser Chiefs, sólo por verles a ellos, ya tenías el espectáculo garantizado.

El sábado se acaba, el cansancio era evidente y sabíamos que no nos librábamos de otro chapuzón bajo la lluvia horizontal bilbaína. Y así fue. Por problemas ajenos a mí, llegué tarde y me perdí a Les Savy Fav con todo el dolor de mi corazón, así que, para no perder el tiempo, entré a ver a M Clan y deseé que ellos hubiesen tocado antes para cederles su lugar a los que me acaba de perder. Sintiéndolo mucho, ahí no pintaban nada y si no hubiesen venido nadie les hubiese echado de menos. Las cosas como son… en su concierto de escaso 40 minutos aburrieron con sus canciones nuevas y con las viejas también. Un Maggie despierta que empezó en castellano para acabar cantándola en inglés a lo Rod Stewart, cerraron con el Teenage Wasteland de The Who y después de un montón de frases absurdas como “Agur yougur” o un “os echaremos de menos, churris”, Carlos Tarque se fue con viento fresco.

Pero el día no había tocado la cima del ridículo porque después les tocaba el turno a 30 Seconds to Mars y aquello, más que ridículo, fue bochornoso. Un Jared Leto repeinadísimo salió a hacer el absurdo en el escenario desde el minuto 1. Este chico ni canta ni baila así que, para llenar sus carencias, se dedico a hacer un espectáculo que ni Los Payasos de la tele en sus mejores épocas. Fans exaltaldas que debatían si Leto estaba más guapo ahora que antes y que gritaban sin parar, pero sin cantar ninguna de las canciones. Globitos, pantallas, neones y con el aviso de que traían un juego de luces que puede causar ataques epilépticos llamaban la atención de los asistentes porque no cantaban. De pronto, Leto comenzó a subir a gente al escenario, sembrando el pánico entre el personal de seguridad y visto que allí lo único que se coreó fue una versión del Bad Romance de Lady Gaga, empezaron a poner las letras de sus temas en la pantalla. Y al final, por fin, se fueron. Temas olvidables y una propuesta absurda, basada en el resarcimiento personal de un Jared Leto trasnochado más que en la música. Un coñazo de concierto.

Nos movimos al Stage 2 para ver a Jack Johnson, que es muy buen rollo, canta muy bien y tiene canciones preciosas, pero no es para un festival y menos para un día con los Black Crowes de cabeza de cartel, pero el lo hizo bien y aunque aplastó un poco la moral con tanta cancioncita surfera, no se puede decir nada malo de él. Los Black Crowes fueron mi último concierto del BBK Live porque una se está haciendo mayor y no pudo aguantar hasta las 2.30 que empezaba The

Chemical Brothers. La banda de los hermanos Robinson empezó fuerte y se puede apostar sin equivocarse, que los de las primeras filas también llevaba en la muñeca la pulsera del Azkena Rock Festival.  Empezaron con Jealous Again, Hotel Illness y Soul Singing, y hasta una versión del Handle to Handle de Otis Redding, salpicados de eternos solos de guitarras que a veces se hacían demasiado largos.Cerraron con Remedy dando buena cuenta de que ellos son rockeros de verdad y haciéndonos reir todavía más del “Let’s rock, Bilbao!” de los niñatos de 30 seconds to Mars.

Con 37.000 asistentes ese año, batiendo records y asentándose como un de los festivales más importantes de España se acabó mi BBK Live hasta el año que viene. Salud.

Fotos: BILBAO BBK LIVE

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