BALADA DEL DESENFRENO

Payaso Triste, protagonista de la película

Normalmente los recursos visuales de una película son concebidos para servir a la historia. En Balada triste de trompeta ocurre todo lo contrario: el guión está escrito para servir a las imágenes. A una estética grotesca, oscura y fascinante. A estampas que exaltan con deleite el viejo cliché del miedo a los payasos y que dan como resultado una sucesión de escenas visualmente embriagadoras. Pero la originalidad que me dejó extasiado al principio se convierte en disparate. Es entonces cuando el interés empieza a decaer y ya cerca del final se precipita en caída libre, de manera inversamente proporcional al aumento de la locura y el desenfreno.

La película trata la ira, la venganza y la locura como respuesta desesperada a muchas injusticias que se acumulan y al final colman el vaso. Y la trama acompaña en su desvarío al protagonista, lo que desencadena (y justifica, supongo) tanto hecho inverosímil.

A nivel estético, Álex de la Iglesia juega en este film a ser barman. Mete en la coctelera su estilo y lo mezcla con ingredientes de lujo: un poco del Joker de Tim Burton, la violencia catártica de Malditos Bastardos y el ambiente oscuro que Guillermo del Toro imprimió a El espinazo del diablo. Sin duda, un combinado apetecible.

Payaso Triste, protagonista de la película
Payaso Triste, protagonista de la película.

La escena que abre la película ya pone de manifiesto una dirección de fotografía impecable y bastante teatral, a cargo de Kiko de la Rica, que ya colaboró con De la Iglesia en La Comunidad y Los crímenes de Oxford. Su trabajo con la luz y el color, junto con la dirección artística de Eduardo Hidalgo, recrea con eficacia un 1937 lúgubre y de atmósfera irreal, y un 1973 de extrarradio y sala de variedades.

Antonio de la Torre firma una magnífica actuación. Carlos Areces, con menos experiencia, no llega a su altura pero se le acerca, sobre todo teniendo en cuenta los cambios de registro que exige la evolución de su personaje. La actriz protagonista, Carolina Bang, es también novel y en su caso se nota algo más. Completan el plantel secundarios de la talla de Santiago Segura, Fernando Guillén Cuervo o Sancho Gracia.

Mi inclinación tarantinesca le da un 9 a la película. Pero mi sensatez defensora de los guiones sólidos le da un 5, así que cedo a las matemáticas la última palabra y esta balada se queda con un 7.

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