ARTE EN MINÚSCULAS

Los actores Arte

La obra de teatro Arte de Yasmina Reza explora la amistad, se ríe del concepto de arte que podemos tener ahora mismo y, juega, lanza, recoge, explora y explota los personajes y su psicología a su antojo. Por estos tres han pasado nombres como Ricardo Darín, Javier Cámara, Luis Merlo, Josep Maria Flotats, José Luis Mazza o Germán Palacios; ahora es el turno de Enrique San Francisco, Javier Martín y Vicente Romero. Todos ellos rostros conocidos de las pantallas, grandes, pequeñas y medianas y, de la madera.

La obra de Reza, en resumidas cuentas trata de que uno de los personajes, Sergio, se ha comprado un carísimo cuadro que es blanco, con una finísima línea blanca, y  su amigo Marcos no lo entiende.  El tercero, Iván, está de acuerdo y desacuerdo, es decir, es un inseguro que no sabe en qué lugar posicionarse. Marcos no puede soportar que Sergio deje de ser su discípulo y Sergio no puede soportar que Marcos insista en seguir siendo su maestro. Ni Marcos ni Sergio pueden seguir soportando que Iván, testigo impotente de las hostilidades, siga siendo lo que ha sido siempre: un neutro neutral.

Con este argumento tan atemporal del siglo XX y XXI, fue construida la obra por Yasmina Reza como una comedia ácida estrenada en Francia el año 1994. Obtuvo el Premio Moliere a la mejor producción, mejor espectáculo y mejor autor. Dos años más tarde se estrenó la versión en inglés y en 1998 llegó por primera vez a Madrid. Realmente la anécdota del cuadro blanco es un pretexto para explorar las relaciones humanas, que siendo tan blanco llega a hacer de espejo.

En esta nueva representación en el Teatro Maravillas, dirigida en esta ocasión por Gabriel Olivares, se ha dejado llevar demasiado por los estereotipos de los personajes (y sus actores). Un juego entretenido sería coger las fotos de las distintas versiones que ha habido en Madrid e intentar acertar quién es quién. Sin conocer la obra, y sabiendo que (de forma resumida) trata sobre tres personajes: uno clásico, borde y serio; un yupi interesado, más que por el arte, por la firma de las obras; y otro con mucha falta de personalidad; resulta muy fácil identificar a cada uno de estos tres con sus tres actores en esta nueva versión, cayendo tal vez demasiado en los estereotipos, que en otras representaciones no se había hecho con tanta facilidad ya que, volviendo al juego de antes, en las anteriores representaciones existe duda de quién es cada uno y aquí no hay lugar a equivocarse. El borde es San Francisco, el yupi es Javier Martín y el inseguro es el regordito Vicente Romero. La obra, no hay que dejar de decir, hace gracia, el teatro del barrio de Malasaña, en el pase de las 20 horas de un jueves, no llegaba ni a la mitad de su aforo, pero las risas de los espectadores llenaban los espacios vacíos.

Quique San Francisco, quien asume que podía ser el cebo para un público que, quizá de otra manera no se habría acercado a ver la obra de teatro declaraba en los inicios: “me siento muy identificado con el personaje, lo cual puede ser un handicap.” Dicho hándicap, que para otros actores puede ser una ayuda, ha llevado a que su interpretación sea la misma que le hemos visto hacer en sus monólogos de El club de la comedia o en La vida según Enrique San Francisco, donde las risas no faltan en ningún momento, haciendo que sea difícil apreciar el por qué de lo fabuloso de esta obra en la que extrañamente se respira más un humor español fácil, en el que decir “eso es una mierda” queda por encima del texto y la relación de ellos.

En cambio, se ve un gran trabajo por parte de Vicente Romero, que él mismo dijo «tuve que hacer un gran esfuerzo con el personaje, porque al no parecerse en nada a mí, corría el riesgo de llenarlo de tópicos», y bien agradecido que estamos. Tras su maravillosa interpretación en Celda 211 se puede ver claramente un gran trabajo por detrás, que hace que su personaje sea el más interesante y el  más llamativo con un monólogo digno de ver.

Tras las conversaciones sobre el arte están las relaciones entre ellos y su psicología, pero en el primer plano falta un poquito de convencimiento sobre las distintas posturas del arte contemporáneo. Lo mismo que gusta que en una película de nazis que haya un malo que no sea tan malo y lo comprendas un poco, aquí falta un poco de mayor defensa del arte para que el espectador dudase cuál es su postura ante este tipo de arte, y no desde el principio estar del lado de Marcos. Propondría para que los personajes no fuesen tan estereotipados que entre ellos tres se turnasen cada cierto tiempo para que cada uno tenga un poco del otro, vamos, un poquito de quijotización y sanchificación no estaría mal para que todos los personajes convenciesen más.

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