PRELUDIO A LA SIESTA DE UN FAUNO. CLAUDE DEBUSSY

Los nenúfares flotaban en el agua acompañando la siesta de Fauno, y el perfume de los mismos se evaporaba entre las brumas con la misma fugacidad con la que los colores de las hojas se tornanban amarillos. Azules, rojos, ocres.., como las sombras de los árboles cuando la luz del día las colorea; como los sueños de Fauno cuando afloran a la superficie y, combinando timbres y texturas, las flautas, los oboes, las trompas y las arpas los pintan de color. Fauno sigue dormido, y el sonido dibuja en la neblina la forma de un arabesco que recorrer con la sensualidad de un voluptuoso entrelazo humano..; con la sensualidad con la que un pintor entre nieblas deja plasmado en su lienzo la huella de la luz del amanecer..; con la sinuosidad con la que los contornos de los tallos se difuminan en el aire y el sonido de los instrumentos de Calaude Debussy se funde en el mismo para alimentar los sueños del dios.

Con un ritmo vago, sinuoso y fluido, a base de una yuxtaposición de pinceladas melódicas de diferente color, éste consiguió plasmar en los pentagramas de una partitura lo que allá unos años antes otros habían logrado plasmar en la urdimbre de los lienzos: la voluptuosidad de las nubes.., la ensoñación de las brumas.., la sutilidad de las luces.., la riqueza de timbres, texturas y colores con los que la naturaleza se introduce en la retina del contemplador y del mismo modo se esfuma…; la impresión sensual con la que ésta se transforma al perforar el ojo humano…

Con la misma, Debussy, dada la interrelación e interferencias existentes a finales del siglo XIX entre pintores, músicos y escritores, compuso en 1894 ‘Preludio a la siesta de un fauno‘, una obra en la que cada nota musical adopta la forma de una pincelada pura de color; una  composición musical con las mismas pretensiones estéticas que las que tenían los pintores impresionistas al plasmar en sus obras la naturaleza, y que se convertiría en el máximo exponente del Impresionismo musical, surgido en París a finales del siglo XIX al calor de artistas, pintores y compositores con la mirada puesta en un mismo horizonte.

Inspirándose en composiciones orientales y exóticas, Debussy creó en la misma una sonoridad nueva que, aunque huía de la tonalidad, perseguía dar forma a una melodía bella que evocase, a base de un ritmo fluido, desigual y sin pausas marcadas, un paisaje que otros creadores ya habían plasmado con otros lenguajes; el mismo en el que, en un poema escrito en 1865, el poeta simbolista Stéphane Mallarmé había inscrito el alma de un fauno soñando en medio del bosque, y en el que Debussy se inspiró para componer su obra.

Con un lenguaje sinestésico y una sonoridad brumosa alejada del brillante efectismo de la orquestación romántica, Debussy creó una composición en la que los sonidos puros y tenues de la flauta, el arpa, los violines y las trompas tamizadas con sordina, lograron que cada vez que a lo largo del tiempo se escuchen sus notas, puedan no sólo oírse las ensoñaciones de Fauno, sino también vislumbrarse vagando entre las brumas del bosque y percibirse el aroma de los nenúfares flotando sobre el agua.

Fauno sigue dormitando…, aún no ha despertado… Nunca lo hará mientras que existan músicos dispuestos a seguir alimentando sus sueños… Y las ninfas no han muerto.., tampoco lo harán mientras que la brumosidad de las notas de Debussy les permita entrelazar sus curvas entre el celaje de los árboles que con su sombra, cobijan los sueños del dios.

 

{youtube}cvFyq5CCxVE{/youtube}

 

 

 

Deja una respuesta

Your email address will not be published.