“A mi derecha, con trajes de ejecutivo, ¡Aaaaalberto y Manoloooo, Lo Peor de la oficina! Y a mi izquierda, ¡la Zorra de Dakota vestida de animadora yyyyy Bratley, el capitán del equipo de baloncestoooo!” Dos parejas de actores se enfrentan sobre el escenario como si de un combate de boxeo se tratara. No siguen ningún guión. Aquí las indicaciones las da el público: deben salir a escena y trabajar la histeria y la obsesión, utilizar un paragüero y una pastilla de jabón y acabar la historia en un karaoke. “5…, 4…, 3…, 2…, 1… ¡IMPROOOO!”
Después de dos exitosas temporadas en el Teatro Alfil, la compañía de improvisación teatral ImproMadrid llega al Pequeño Teatro Gran Vía con el Nuevo Catch de Impro. “Construimos historias a partir de la nada, siguiendo las instrucciones que nos da el público” –explica el director del espectáculo, Jorge Rueda. Los espectadores son quienes proponen dónde van a empezar y acabar las escenas, los objetos o las frases que tiene que aparecer, el estado de ánimo de los protagonistas… Y, finalmente, deciden qué pareja de actores será la ganadora del catch. “Es un show muy rockanrollero, con mucha música y energía. Va muy dirigido a la gente joven, pero se lo traga todo el mundo. Vamos, que mis padres vienen y les encanta también.” Él, junto a dos ayudantes, es el maestro de ceremonias del espectáculo: “Nos encargamos de llevar el ritmo de la velada –cuenta el actor –. Somos como una especie de árbitro que, además, va puteando a los actores durante la noche.”
El formato nació en Canadá hace unos 30 años a partir de las teorías sobre la creatividad y la espontaneidad del instructor dramático Keith Johnstone. El autor de Impro for storytellers quería acercar el teatro a todos los que llenaban las gradas de los estadios de fútbol mientras los palcos y los anfiteatros estaban vacíos. Para ello, decidió adaptar las reglas deportivas al teatro de improvisación. Nace así el Theatresports, donde el público abuchea los arbitrajes y vitorea las buenas jugadas de los cómicos. “El deporte rey en Canadá es el hockey, así que se inventaron una especie de partido donde se enfrentaban dos equipos compuestos por seis jugadores y un entrenador –cuenta el también profesor de improvisación –. Es una disciplina que empieza a emerger ahora en Madrid, y somos todos actores jóvenes los que nos estamos formando en ella.”
Rueda asegura que no cualquier actor puede improvisar. “Hacer El rey Lear probablemente sea más difícil que hacer lo que hacemos nosotros, pero esto también tiene su complicación, y no todo el mundo es capaz.” Pero la improvisación no es algo que se pueda ensayar, así que lo único que pueden hacer es entrenar. “Después de seis años practicando este espectáculo, ya nos conocemos, y es como jugar al baloncesto con tus amigos de toda la vida.”
Calientan un poco antes de cada partido y salen al escenario a jugar para crear piezas teatrales únicas e irrepetibles en cada representación. “A veces se te ocurren cosas muy buenas allí arriba, pero, como decía Rafaelillo Amador, se las lleva el viento –concluye el improvisador –. Forma parte del juego, que es efímero. Y cada noche celebramos eso, que pasa solamente hoy y que somos nosotros los únicos que lo vamos a vivir.”