Lo que aprendió la reina del Tearling

Mapa Tearling

Mapa Tearling

 

Para qué negarlo, leer en la contraportada de un libro sobre una princesa escondida en un bosque que espera a reclamar su reino nos lleva a imaginarnos a una especie de Bella Durmiente, lo que en este caso podría considerarse toda una calamidad. La reina del Tearling es lo más alejado del típico cuento de príncipes, magia de hadas madrinas y, en general, fantasía romántica que podamos imaginarnos; la historia es una mera excusa que la autora de este libro, Erika Johansen, ha empleado para difundir un mensaje mucho mayor.

A finales del pasado mes de mayo salió el último libro que cierra la trilogía de esta escritora americana, conformada por los títulos La reina del Tearling, La invasión del Tearling y El destino del Tearling. La riqueza de este conjunto radica en la decisión de Johansen de no limitarse a contar los distintos relatos a través de la voz de la protagonista, la heredera del reino, Kelsea, sino que emplea toda una red de personajes que dotan de vitalidad a sus libros. Gracias a un narrador omnisciente hallamos una pluralidad con la que, poco a poco, nos queda claro que todos ellos son piezas fundamentales para componer la trama de la historia, de forma que tanto villanos, como la Reina Roja que quiere acabar con el Tearling, como niñas pequeñas con una vida nada fácil, como Aisa, desnudan su alma resultando todos igual de relevantes en el transcurso de los libros.

Tearling
Trilogía del Tearling, de Erika Johansen

La reina Kelsea Glynn es joven y ha de enfrentarse a retos que van desde mantenerse con vida, hasta asegurar la de todos los ciudadanos de su reino, para lo que deberá tomar ciertas decisiones que acarrearán una serie de consecuencias de las que seremos testigos en la segunda y tercera parte de la trilogía. El genio de la joven reina Glynn será la llama que encienda la magia de los colgantes que han pasado por los cuellos del linaje del que desciende y que le otorgarán, entre otros poderes, la capacidad de ver visiones. Estas resultan ser fundamentales para introducir a dos de los personajes que darán el sentido a la historia del Tearling, Lily y Katie. La aparición de Lily en La invasión del Tearling, junto con algunas señales extraídas de la biblioteca de Kelsea, puede generar una primera reacción de rechazo para aquellos que pensasen que estaban siendo lectores de unos libros puramente medievales, pero esta figura, y la de Katie en la tercera parte, se acoplan de manera natural al relato y muestran los primeros indicios del mensaje de la autora.

«No podemos desprendernos de nuestros fallos, aunque aspiremos al paraíso, y por eso plantear una nueva sociedad sin tener en cuenta la naturaleza humana equivale a condenar a esa sociedad al fracaso», las palabras de la reina Glynn, recopilación del padre Tyler

La crudeza es un arma que se emplea en la narración de esta trilogía en la que no se esconde la violencia y la agresión que el ser humano provoca a otro ser humano. La princesa no es bella, majestuosa y receptora de un amor idílico; es una chica que ansía ser deseada, se deja tentar por el poder y que, además, se alimenta de su propia rabia. Erika Johansen no omite nada, por mucho que nos alarme y decepcione, ya que el Tearling nos enseña que en esos fallos está la clave para crear un mundo mejor. No se pueden ignorar las equivocaciones del pasado si queremos construir un futuro exento de estas.

El valor de la lectura, la defensa infantil, el amor que te entregan aquellos que no son de tu misma sangre, son algunas de las lecciones que nos transmite la trilogía del Tearling a través de personajes tan fascinantes como Maza, guardia real de la reina, el padre Tyler, religioso amante de los libros, o Ewen, carcelero del Tearling, quienes nos provocarán ese opresión en el pecho que suscita despedirse de este reino fantástico y que es seña infalible de que hemos disfrutado de cada página de los libros.

Ana Cembo

La carta de Hogwarts se traspapeló, la puerta del armario a Narnia estaba atrancada y Peter Pan se equivocó de ventana… Aún así una periodista con esperanza.

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