127 HORAS

Cartel de la película

Blue John Canyon. Una de las zonas montañosas más extensas de Utah. Sólo los cuervos y los insectos son testigo de la belleza salvaje y peligrosa que entraña el tosco paisaje. Ellos y un hombre atrapado en medio de kilómetros y kilómetros de rocas por una de ellas. Nadie lo busca ni conoce su paradero, el agua se le acaba y con ella el tiempo. Parece ficción, pero también es realidad; es la historia del alpinista norteamericano Aron Ralston llevada a la gran pantalla en 127 horas.

Protagonizada por James Franco, valiéndole así una nominación al Globo de Oro al mejor actor dramático, y dirigida por Danny Boyle (Slumdog millonaire) el film se baraja ya como uno de los candidatos para los Oscar de 2011. El irresistible atractivo de las situaciones extremas y una brillante exposición de los límites del instinto de supervivencia humano son los pilares que sostienen un argumento que, a pesar de su sencillez, atrapa al espectador a lo largo de los 95 minutos de película.

La trama, prácticamente vertebrada sobre un único protagonista, nos recuerda a la tónica de otras obras como Náufrago o Enterrado. Durante una escalada en solitario, el intrépido montañista Aron Ralston queda aprisionado en una de las grietas del Blue John Canyon por una piedra que le aplasta el brazo derecho. Pasará allí 127 horas durante las cuales su agonía se acompaña con alucinaciones difusas cuyos significados no se resolverán hasta el final. La tensión y el suspense se mantienen durante toda la cinta pero llegan a su punto álgido en una de las últimas escenas cuya crudeza ha provocado incluso desmayos entre las butacas del cine.

Un nivel de realismo que lleva a empatizar con la historia hasta tal punto es mérito en muy buena parte de un excelente uso de los planos detalle (que pronostican los acontecimientos desde el comienzo) apoyados por el original y arriesgado empleo de la triple pantalla (recurso que potencia la fuerza, intensidad y dramatismo del guión). Todo ello, envuelto por una música escogida para reforzar unos diálogos breves acompañados de imágenes que hablan por sí solas, nos transporta al Blue John Canyon, en Utah. Donde, al encenderse las luces de la sala, los espectadores habrán sido testigos también de un paisaje de belleza salvaje y peligrosa en el que un hombre mantiene durante 127 horas una agonizante lucha por sobrevivir.

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