Periodismo cultural: Renovarse o morir

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Llevamos dos días en Santander, en el inspirador escenario de la Península de La Magdalena, discutiendo, describiendo, reflexionando -en una palabra- sobre el Periodismo Cultural. 

Asisto como oyente al I Congreso de Periodismo Cultural, auspiciado por la Fundación Santillana y promovido por su director, Basilio Baltasar, gran dinamizador de estos temas. Se trata de escuchar a los plumillas de Cultura hablar de lo suyo; por lo tanto, no es un congreso académico sino divulgativo y profesional.

Personalmente percibo un exceso de queja lastimera sobre lo complicado que está el periodismo hoy día, sobre el bajísimo nivel cultural, sobre la sangría de lectores que se están perdiendo… En fin, una recreación del llanto de Larra cuando hace dos siglos dijo que «escribir en España es llorar».

Yo no comparto esa opinión. Pero claro, yo no vivo del periodismo sino de la docencia, y eso puede explicar mi discrepancia al no participar de sus penalidades ni agravios; aunque ya dijo Ortega que «no hace falta ser Séneca para entender a Séneca».
Nunca ha habido tantos lectores, nunca han emitido tantos canales, nunca hemos accedido a tanta información como hoy. Vivimos en un nuevo ecosistema en el que, eso sí, los tradicionales prescriptores, amparados por descomunales grupos mediáticos (Prisa, Vocento, Unidad Editorial, Planeta…) han perdido la posición de dominio y referencia de la que gozaban. El suelo ha empezado a tambalearse bajo sus pies y ya se huele el miedo.

Durante décadas, un periodista cultural de El País, de Abc, de La Vanguardia, por el simple hecho de escribir para periódicos de referencia, se creía singular dentro de la sociedad, aunque profesionalmente fuera mediocre y sus textos e ideas resultaran romas y planas. En fin, la inveterada egolatría del periodista, a quien aparecer en los medios le lleva a pensar que es un ser ilustre. Estos antiguos prescriptores, que todavía ocupan la posición de mando social (rondan los 50), se ven amenazados por un tropel de jóvenes, de desconocidos, de periodistas anónimos sin atalayas prominentes que se están abriendo hueco en el nuevo ecosistema de medios digitales.

Esto no es ni malo ni bueno. Simplemente es. Es diferente. Es nuevo y, por lo tanto, desconocido, incierto. Se ha producido una nueva situación de competencia que, sobre todo, es saludable, porque está obligando a la prensa tradicional a desentumecerse, a poner sus músculos intelectuales a tono, a abrir las ventanas de sus privilegiadas redacciones, que huelen a naftalina, para respirar el viento fresco de los nuevos soportes y de las nuevas voces. 

A partir de aquí, y como siempre ha ocurrido, el mañana del Periodismo no está escrito. Su futuro depende del público, que es soberano y sanciona lo que le gusta y lo que no. El lamento de Larra ya sabemos dónde termina: en el suicidio. Así que no queda otra que renovarse o morir.

Ignacio Blanco

Director de Cultura Joven. Profesor de Periodismo de la Universidad CEU San Pablo. Director del Máster Universitario en Periodismo Cultural y especialista en la obra de José Ortega y Gasset. Es autor de varios libros y artículos sobre ciencias sociales, comunicación y periodismo.

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