Home no es una casa. Home es un estado de ánimo, una decepción, una vida, un amor… Home es la nueva propuesta de la Compañía Nacional de Danza que, de forma inédita, ha cambiado los grandes escenarios por un espacio tan peculiar como La Pensión de las Pulgas en la madrileña calle Huertas. Una oportunidad para los siete bailarines «más contemporáneos» de la formación de poder explorar la danza desde una perspectiva diferente, más intimista y sutil, pero igual de brutal e impactante.
Y es que, durante los 50 minutos que dura esta función, los artistas no solo bailan, sino que también hablan e interaccionan con la treintena de asistentes, cuyas miradas van desde el estupor hasta la más absoluta carcajada. Un público que va siguiendo a los bailarines por las diferentes estancias, en las que hay escenas y atmósferas totalmente diferenciadas.
Un espacio que evidentemente influye en la forma de bailar de los artistas, pero que, a su vez, da una perspectiva única para el público, que se convierte en un elemento más de la representación y que, además, tiene un papel activo. Así, Home es, básicamente, un conjunto de piezas, algunas coreografiadas especialmente para este espectáculo, y otras “reutilizadas”, como Yellow Place de Mattia Russo y Antonio de Rosa, que ya se pudo ver en el Certamen Coreográfico de Madrid hace un par de años y en la Expo de Milán del año pasado.
Una obra que, pese al concepto de hogar que nos presenta, tiene una interpretación prácticamente libre. El chef loco, la novia cadáver, un matrimonio depresivo y dos jóvenes perdidos… Y es que, esa es una de las cosas más especiales de este espectáculo, no importa realmente qué cuentan, sino cómo.
Así, lo que para algunos puede ser la historia de un padre que se acuesta con la criada y deja embarazada a su hija, para otros, ese mismo pasaje puede significar la desesperación, la rutina y la decepción de una pareja que no puede tener hijos. Eso sí, todo muy bien aderezado de la danza más actual y bella. Una obra que va desde la Danza Teatro, al más puro estilo de Pina Bausch -sobre todo, en la última escena que es absolutamente surrealista y desternillante, y en la que el público es incapaz de aguantar las carcajadas- hasta la danza más lírica y poética, más propia de Jirí Kilián.
Y es que si algo es impresionante en Home, es ver esos cuerpos perfectos, a tan solo unos centímetros. Esos torsos, esos brazos que se mueven de una forma totalmente orgánica, casi hipnótica. Escuchar las respiraciones entrecortadas, los crujidos del suelo y los golpes, viviendo la naturalidad y cotidianidad de la danza.
Ya lo dijo en su día el famoso coreógrafo Maurice Béjart: «El sitio de la danza está en las casas, en las calles, en la vida», y Home deja esto totalmente claro. Puede haber baile hasta mientras estás cocinando una tortilla de patatas o cortas cebolla. Por ello, si bien las coreografías no son acrobáticas ni extremadamente expansivas, el resultado es realmente bueno y, lo más importante de todo, conecta con el público desde el minuto 1 de la función.
Así, con este proyecto, el director de la CND, José Carlos Martínez, ha acertado de pleno. Algo innovador y original, que hace de la CND una compañía más rica y abierta a nuevos escenarios y estilos. En diciembre se estrenó el primer ballet clásico en tres actos después de 25 años, pero la CND no quiere quedarse ahí, quiere seguir creciendo, llegar a más públicos y Home es una buena manera de acercarse a esa gente más recelosa de la belleza del baile.
Un reto para los bailarines, que tienen que alternar desde el clasicismo más puro hasta las técnicas más rompedoras, pero ¿no es con retos como crecen las personas? Y es que esa es la línea a seguir, una CND en la que hay hueco para todo mientras cumpla con un criterio de calidad. Una Compañía abierta a todo y donde cualquiera pueda ver sus inquietudes e intereses reflejados, no una formación de autor centrada en un único estilo.
