‘A Silent Voice’: pedir perdón a gritos

Fotograma de A Silent Voice.
El trabajo de animación de ‘A Silent Voice’ es de un naturalismo hermosísimo.

Es bien sabido que la animación japonesa juega en una liga muy diferente a la occidental. Si bien es cierto que, a lo largo de la última década, Occidente también ha conocido cierta diversificación en la forma de realizar animación (gracias, en gran medida, a pequeñas productoras como LaikaCartoon Saloon), no se miente cuando se dice que los gigantes del sector (Disney Pixar, secundadas fundamentalmente por DreamWorks Illumination) emplean, con mayor o menor pretensión artística, lo digital como principal arma de mejora. En Japón, sin embargo, el trabajo artesanal sigue siendo el abanderado de la animación.

El Studio Ghibli monopolizó durante décadas la producción artística de cine animado en el país nipón. Autores del calibre de Hayao MiyazakiIsao Takahata o, en su última época, Hiromasha Yonebayashi, elevaron al estudio a un nivel inaudito de reconocimiento crítico internacional, logrando incluso que El viaje de Chihiro, de Miyazaki, se impusiese en la que era la segunda ocasión en la que se entregó el Oscar a la mejor película animada. Desde entonces, el propio Miyazaki volvió a ser nominado por El castillo ambulante El viento se levanta; Takahata lo logró por la espléndida El cuento de la princesa Kaguya; y Yonebayashi fue el último en hacerlo, hace dos años, gracias a El recuerdo de Marnie.

Con el amago de cierre del Studio Ghibli (que al final no ha sido tal), los horizontes de la animación japonesa se expandieron enormemente. culminando con el éxito rotundo de Your Name el año pasado. Partiendo de un estilo muy similar y de la mano de Kyoto Animation llega a nuestra cartelera A Silent Voice, originalmente concebida con el título de La forma de la voz. Dirigida por la realizadora Naoko Yamada, esta cinta comparte en muchos sentidos la sensibilidad de Your Name, aproximándose a esa percepción más urbanizada de la animación japonesa, lejos de la ruralización y el desarrollado sentido de lo mitológico del Studio Ghibli.

La cinta presenta, como ocurría con la película de Makoto Shinkai, un conflicto adolescente. Sin embargo, A Silent Voice se despoja del virtuosismo narrativo y la magia simbólica que encontrábamos en aquella para presentar un drama mucho más realista y de corte psicológico. De este modo, la dimensión poética de Your Name pasa a ser sustituida por una marcada tendencia analítica, por un fuerte anhelo por descomponer las motivaciones de los personajes y las emociones que se derivan de sus actos. Todo ello encuadrado en un melodrama, como se mencionó previamente, enfocado hacia el mundo adolescente.

Fotograma de A Silent Voice.
El rico diseño de sus personajes permite que los problemas sean abordados desde sensibilidades muy distintas.

La historia que cuenta A Silent Voice parte de un joven que está planteándose el suicidio. El espectador, que en ese momento desconoce los motivos que pueda tener, es rápidamente trasladado a un episodio de su infancia que ocupa el primer acto del film. En él, Shôya Ishida, que así se llama el joven en cuestión, es presentado como un niño problemático a cuya clase se incorpora una compañera sorda llamada Shoko Nishimiya. Desde un primer momento, Shôya se encarga de hacerle la vida imposible a la pobre niña. Devueltos al presente, contemplamos cómo la idea de obtener su perdón le devuelve las ganas de vivir.

¿Quién sabe perdonar(se)?

La película trata infinidad de temáticas relacionadas con el coming of age, es decir, con ese proceso indescifrable mediante el cual nos convertimos en aquellas personas que seremos. El pánico social, la incapacidad para aceptarse a uno mismo, la incomunicación, la sensación de incomprensión y muchos otros vértices del mismo poliedro son perfilados por un relato en extremo rico en matices, también bañado por una retahíla de personajes secundarios de notable valor creativo que se encargan de afrontar esos problemas desde numerosos puntos de vista. De este modo, la cinta se convierte rápido en una sucesión de impresiones en perspectivas múltiples acerca de las mismas cosas.

En el núcleo de esa compleja esfera transcurre la historia de Shôya y Shoko. Una historia que pivota sobre el perdón. Sobre la capacidad de perdonar a los demás y, especialmente, la capacidad para perdonarnos a nosotros mismos. El resultado de Naoko Yamada es una bomba de oxígeno llena de frescura, en la que todos los elementos confluyen para trazar una parábola hermosa y reconciliadora. Todo ello bañado en una estética que sí se aproxima más a la de Your Name, empleando una paleta cromática amplísima y recreándose en una animación estilizada, elegante y limpia, de corte naturalista.

En resumen, A Silent Voice es un nuevo ejemplo de la deriva que está tomando la animación japonesa en los últimos años. De esa capacidad innata para crear historias que buscan siempre hablar de la verdad de las cosas, mientras al otro lado del planeta nos sumergimos en ese lodazal de convencionalismos discursivos que tanto daño hacen a la creación. Si pides al arte que te ayude a saber alguna que otra cosa más de sí mismo (¿es que acaso alguien sabe totalmente quién es?), el último trabajo de Naoko Yamada será siempre una buena opción.

https://www.youtube.com/watch?v=ZYHmIdFpu54

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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