‘En la sombra’: la justicia o la destrucción

Diane Kruger, en En la sombra.
Diane Kruger vive ‘En la sombra’.

Fatih Akin es un director corrosivo en el sentido de que sus películas suelen ser difíciles de digerir. Este cineasta alemán de origen turco suma dos décadas creando productos que viajan rápido, envueltos en suspense, hacia las profundidades de la culpa y la venganza. Akin se siente cómodo manipulando los instintos humanos, es decir, aquello que nos convierte en lo que somos. En la sombra, cinta con la cual se ha llevado el Globo de Oro a mejor película extranjera -sin embargo, ha terminado por quedarse fuera en la carrera por el Oscar– no se queda atrás en este aspecto. La película, que llega esta semana a nuestra cartelera, es una bomba de relojería. Uno tiene que tener cuidado al verla, no vaya a ser que le explote entre las manos antes de tiempo.

La propuesta de Akin es básica pero contundente. Nos cuenta una tragedia en tres actos: la familiala justiciael mar. La tragedia de una mujer que pierde a su marido -de origen musulmán- y a su hijo en un atentado terrorista en Hamburgo. La policía detiene pronto a dos jóvenes neonazis, sospechosos de cometer el asesinato por motivos raciales. Katja, personaje principal magistralmente interpretado por Diane Kruger, sostiene todo el peso dramático de la película, ya que Akin la plantea como un viaje a sus instintos más primarios aderezado por las circunstancias.

El director sabe manejar con soltura los virajes emocionales del personaje principal, empleando diferentes técnicas de color, movimiento de cámara y estabilidad. De este modo, las sensaciones no viajan solo a niveles interpretativos, sino que lo hacen también en un sentido cinematográfico. El primer acto, por ejemplo, profundiza en la sensación desoladora de pérdida a la que se somete la protagonista. De este modo, Akin emplea mayormente colores azulados, composiciones tristes y una lluvia prácticamente constante que complementa las emociones de Katja.

La cinta evoluciona en el segundo acto para convertirse en un relato judicial de calidad, en el que destaca el enfrentamiento entre los dos abogados, interpretados por Denis Moschitto, en el lado de la acusación; y Johannes Kirsch, en el lado de la defensa. La película brilla especialmente en lo narrativo en este fragmento, que se contrapone a la tristeza del acto previo y proporciona vigor y solidez al relato. La construcción de la acusación y la defensa por parte de Akin es inteligente hasta el punto de trasladar el conflicto a un enfrentamiento entre la pasión y lo racional.

Fotograma de En la sombra.
La parte judicial del film es posiblemente la más potente a nivel narrativo.

El tercer acto se centra en la cuestión de la venganza, de la justicia que brota en el momento en que lo establecido no funciona. Diane Kruger, como verdadera vertebradora de la cinta, despliega entonces todo su arsenal interpretativo para cerrar el círculo de su protagonista, una mujer rota por el dolor de la pérdida y la frustración de no hallar respuesta en la justicia. Akin se las arregla entonces para jugar con nosotros: nos presenta un mundo limpio, casi paradisíaco, una Grecia anhelante y llena de posibilidades. Curiosa elección, cuando lo que él quiere es hablarnos del fuego.

Problemas de cálculo

En la sombra funciona, en general, como una sinfonía emocional. Diane Kruger pulsa las teclas y la cinta fluctúa a su gusto, aunque en ciertos momentos uno pueda pensar que Fatih Akin tiene su relato en exceso calculado, como si plantease las causas de las cosas pensando únicamente en sus consecuencias. Ahí puede estar la explosión previa de la película, en sacar al espectador demasiado rápido de su relato, de fuerte base emocional, a fuerza de guiarlo en exceso a través de aquello que debería sentir en cada instante. Incidir demasiado en la culpa, en el dolor; subrayar con ahínco la injusticia y el desamparo, todo puede volverse justo en contra del objetivo del film.

El debate ético que introduce alrededor de la justicia es, con toda probabilidad, la cuestión más polémica de En la sombra. En su resolución, Akin coloca sobre la mesa la cuestión de la relatividad de lo justo. De si nosotros mismos estamos habilitados o si poseemos la justificación necesaria para aplicar la justicia en casos flagrantes en los que los medios habituales no funcionan. El cineasta alemán se pasa toda la película subrayando esto: lo que ha pasado es gravísimo, la culpabilidad es evidente y la represalia necesaria. ¿Qué nos aleja de tomarnos la justicia por nuestra mano? ¿Es acaso algo injustificable cuando el motivo es tan evidente?

En definitiva, En la sombra es una película envenenada de rabia, canalizada por la prodigiosa interpretación de Diane Kruger y mucho más polemista de lo que a priori pueda parecer. Casi una cinta opinativa, como un editorial enfurecido de un medio de comunicación enrabietado. Triunfa, sin embargo, en su construcción casi expresionista, que funciona a pincelada gruesa pero sutil. Podría haber patinado mucho de haber castigado más su nivel de obviedad; podría haber sido un triunfo si cabe más rotundo de haber potenciado la naturalidad de su discurso.

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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