Marina Abramovic, secundaria en la obra de su vida

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El Teatro Real de Madrid acoge desde ayer The life and death of Marina Abramovic, un insólito espectáculo que combina la sobrecogedora puesta en escena de una ópera, los recursos artísticos de una performance, el talento desbordante del actor William Dafoe, la sensibilidad del cantante Antony Hegarty y el perfeccionismo milimétrico del escenógrafo Robert Willson.

El nuevo trabajo de la artista serbia -encargo del Teatro Real y del Manchester Internacional Festival- ofrece un mosaico de la vida de Abramovic en el que Dafoe, con una caracterización realmente inquietante, se convierte en el lado más histérico –en el sentido más freudiano de la palabra-  de la creadora y en el narrador de unos recuerdos filtrados por el miedo, la incomprensión y, por supuesto, por el tiempo.

El actor coincide de nuevo con Antony Hegarty tras Animal Factory, la película en la que se les pudo ver juntos fugazmente en una dura historia con la prisión de San Quentin como escenario. El músico, con su personal voz y en colaboración con William Basinski y Svetlana Spajic, ofrece una banda sonora de belleza hipnótica además de su poderosa presencia sobre el escenario.

Robert Willson, por su parte, desarrolla un marco perfecto -contando con un despliegue de medios acorde al ego de Abramovic- que crea una atmósfera onírica en la que hasta las escenas e imágenes más extravagantes parecen surgir con naturalidad.

Abramovic, aunque con grandes intervenciones en la obra, se ve en ocasiones eclipsada por la cantidad de talentos de los que se ha rodeado y presenta con su autobiografía una mitología y simbología tan personal que a veces resulta incomprensible. A pesar de ello –o quizá por ello- la ópera/performance oscila con armonía entre lo bello y lo grotesco, la elegancia y el exceso, la naturalidad y la impostación extrema.

The life and death of Marina Abramovic posee imágenes poderosas como las de un sueño y, como los sueños, aunque contenga elementos indescifrables, incomprensibles o simplemente carentes de sentido, resulta misteriosa y fascinante.

La obra podrá verse hasta el 22 de abril en el Teatro Real de Madrid.

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