Con las películas suele ocurrir que cuando se crean demasiadas expectativas después no se cumplen. Tuve esa sensación con REC. Que si daba muchísimo miedo, que si qué original, que qué buena actriz Manuela Velasco y al final sí, no estaba mal, pero tampoco era para tanto. No me ha ocurrido lo mismo, en cambio, con Buried, de Rodrigo Cortés.
La trama de la película es muy sencilla. Paul Conroy (interpretado fantásticamente por Ryan Reynolds, el único personaje del film, para lo bueno, que le permite lucirse más; y para lo malo, que recae sólo sobre él la gran responsabilidad de sacar la historia adelante) es un contratista americano que trabaja en Irak desde hace algunos meses. Tras un atentado terrorista, Paul es secuestrado y enterrado vivo en un ataúd en el que hay un bolígrafo, un mechero y un teléfono móvil con poca batería. Los terroristas le dan un ultimátum. O consigue que el gobierno americano pague un rescate millonario o le dejarán morir.
Es entonces cuando comienza una acelerada cuenta atrás en la que el protagonista no lo tiene nada fácil y en la que se interponen muchísimos obstáculos. El único escenario donde se desarrolla la historia es el ataúd. No hay flashbacks, ni saltos en el tiempo ni nada de nada. Y de la misma manera, la poca iluminación produce únicamente del mechero o de la pantalla del móvil.
Buried es un auténtico dramón, una película que te atrapa desde el primer segundo y que mantiene en tensión hasta el final. Ese inesperado final que, a mi por lo menos, me dejó con la boca abierta y que me tuvo dándole vueltas a la cabeza durante el resto del día. Sin duda, la mejor película (y la más arriesgada y original) del año.
Año: 2010
Duración: 93 minutos
País: España
Director: Rodrigo Cortés
Reparto: Ryan Reynolds
Guión: Chris Sparling
Género: Intriga/ thriller/ thriller psicológico
