¿Qué libros tenía Marilyn Monroe en su biblioteca?

Marilyn Monroe's Library
Marilyn Monroe's Library

Más de cincuenta años han pasado desde que una controvertida Marilyn Monroe fue descubierta sin vida sobre su cama, desatando rumores y especulaciones que continúan hasta hoy. Pues hasta hoy llega su fama de icono de Hollywood. No en vano, medio siglo después de su desaparición, la firma de cosméticos Max Factor, la ha vuelto a resucitar como su embajadora mundial y cara visible de su nueva campaña para 2015. Este artículo no va a tratar sobre cosmética ni sobre publicidad, pero el ejemplo demuestra perfectamente la visión que ha prevalecido de la actriz. Una mujer hermosa y encantadora pero sin mucho cerebro, lo que podríamos definir como el estereotipo de la “rubia tonta”.

Marilyn Monroe

Pero, ¿y si Marilyn Monroe no fuera tan superficial y vacía como la historia nos la ha presentado? Desde luego, un vistazo rápido a su librería privada bastaría para convencernos de lo contrario. Junto a grandes clásicos como Mann, Kerouac, Proust o Dostoievski, aparecen libros de las más diversas temáticas. Libros sobre ciencia, de autores como Einstein, Freud u Oppenheimer; sobre política, como The Wall Between, de Anne Braden o Las raíces del comunismo americano, de Theodore Draper (obra que todavía se considera la historia definitiva del Partido Comunista de Estados Unidos); o sobre religión cristiana y hebrea, ya que al casarse con Arthur Miller, Marilyn se convirtió al judaísmo. Precisamente a raíz de este matrimonio conoció la actriz a varios poetas y escritores como Louis Untermeyer o la danesa Isak Dinesen (seudónimo de Karen Blixen, escritora de Memorias de África), aunque ella ya tenía varios amigos y conocidos en el mundo de las letras como Truman Capote, Carson McCullers o Norman Roster.

Estos son ínfimos ejemplos de los más de cuatrocientos títulos que conformaban la biblioteca de la actriz (que se pueden consultar de forma íntegra aquí). Pero el debate sobre su capacidad intelectual ya tuvo cierto auge en vida de la intérprete. En la década de los cincuenta, la fotógrafa Eve Arnold tomó multitud de retratos de Marilyn que contribuyeron a cimentar su imagen de «sex symbol». Pero una fotografía llamó especialmente la atención. En ella aparecía la modelo en un parque infantil leyendo una gastada copia del Ulysses de James Joyce. A raíz de ella surgió la discusión de si era un intento de reformar la comentada imagen de “rubia tonta” que ostentaba la actriz, o de si ella tenía en realidad un lado profundo. Años después, Arnold explicó cómo había tenido lugar la escena:

“Estábamos trabajando en una playa de Long Island. Ella estaba visitando a Norman Rosten, el poeta… Le pregunté lo que estaba leyendo cuando fui a recogerla (para hacerme una idea de cómo pasaba su tiempo). Ella dijo que tenía el Ulysses en su coche desde hace tiempo y que llevaba mucho leyéndolo… Cuando nos detuvimos en un parque infantil para hacer las fotos, ella sacó el libro y comenzó a leer mientras yo cargaba los carretes. Así que, por supuesto, la fotografié…»

Marilyn leyendo a Joyce
Marilyn leyendo a Joyce

Un detalle en el que todo el mundo coincide, es en su necesidad de afecto casi enfermiza, en su total desamparo e indefensión. Quizás la Marilyn que hoy conocemos fue sólo un personaje, una estrategia defensiva para enfrentarse a la vorágine que la rodeaba y que acabó sobrepasándola devastadoramente. Es posible que debajo de esa melena rubia y esos vestidos ceñidos hubiese una artista pugnando por buscar una vía de escape, tratando de huir de la banalización a la que se lanzó en su búsqueda del éxito o a la que fue arrastrada por los acontecimientos.

Algo no muy diferente parecía pensar su ex-marido Arthur Miller cuando escribió sobre la muerte de la actriz: “Como era de esperar, la prensa se unió para entonar a coro sus lamentaciones, la misma prensa que se había burlado de ella durante tanto tiempo y cuyos elogios y condescendencia para con su faceta de actriz, cuando no su desprecio, se había tomado Marilyn demasiado en serio. Para sobrevivir habría tenido que ser más cínica o que haber estado más lejos de la realidad”.

Marilyn Leyendo

Todavía en vida, Marilyn intentó huir de su imagen de chica sexy y de mujer florero, pero como advirtió Miller posteriormente, la prensa y sus propios compañeros no la tomaban en serio (Lawrence Olivier llegó a decirle, durante el rodaje de El Príncipe y la corista, que se limitara a ser sexy). La propia actriz tuvo duras palabras para Hollywood y la industria del cine:

“Hollywood es un lugar en el que están dispuestos a pagarte mil dólares por un beso pero sólo cincuenta centavos por tu alma”.

¿Y si al fin y al cabo Marilyn Monroe fuera realmente una víctima de sí misma y de su propia popularidad? De un personaje construido ex profeso que acabo absorbiéndola y destruyéndola a pesar de ella misma. Arthur Miller, probablemente la persona que mejor la conoció, llego a definir en su día la delicadeza e incomprensión que emanaba de la actriz:

“Marilyn, por el contrario, fue una poetisa callejera que habría querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa».

Sin duda, un bonito epitafio para quien fue Marilyn… o para quien pudo haber sido.

 

 

Andrés Seoane

Gallego y periodista de nacimiento y vocación. Podría hablar sobre mí y sobre lo que me gusta, pero es mejor que leas mis textos. Ellos se expresan mejor que yo.

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