LÁGRIMAS SOBRE CUERO

Imagen del disco

El recuerdo lento que nos devuelven los primeros acordes de ‘Como una flor’ se rompe con la versión acelerada que grabó hace cuatro años para un disco de agradecimiento en el que recopilaba un puñado de temas cantados durante nueve años. Dos discos después, la encontramos entre lágrimas entonando de nuevo, una y otra vez, un “gracias” que pone fin a cinco cambios de vestuario, más canciones de las esperadas y el aplauso de un público que no supo estar a su altura.

Portada del disco

Su voz, a punto de quebrarse por una mezcla de nerviosismo y sentimentalismo coplero, no parecía la misma que aquella que sólo dos horas antes rompía el silencio tras la actuación de sus teloneros, de los que lo único destacable fue que el solista era aquél que se llevó al altar a la hija del presidente del Congreso.

La aparición en el escenario de la niña convertida en mujer y disfrazada de diva glam para la ocasión, despertó a los presentes del letargo y resucitó al personal con una de las canciones más movidas de su nuevo álbum. ‘Vértigo’, mucho vértigo sintió Malú al ver el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid con un lleno casi absoluto. Su voz tardó al menos dos canciones en encontrar la postura correcta y su calidez fue inundando sus cuerdas vocales al mismo tiempo que dejaba por el camino las notas desafinadas y la luz gélida del escenario en el que se desgañitó en su empeño de darlo todo en el concierto más importante de su Tour Guerra fría. Y con los colores cálidos, que iluminaban mejor las cientos de caritas que la miraban extasiadas, comenzó a alternar los nuevos temas con viejas glorias de su repertorio. ‘Te conozco desde siempre’, de su disco Malú, precedió a ‘Diles’ o ‘Sin ti’, a la que siguió otra tanda de novedades como ‘Voy a quemarlo’ todo o ‘Guerra fría’. De su Vive, en el que intentó ser una pin up de este siglo, sólo se dejaron oír ‘Nadie’ y ‘A esto le llamas amor’. Sin embargo, del nuevo trabajo sonaron la totalidad de las once canciones que lo componen.

Malú, en concierto

Y antes del popurrí de clásicos como ‘Sin ti todo anda mal’, ‘Enamorada’ o ‘Por una vez’, sacó su vena sentimental con ‘Me quedó grande tu amor’. Pero nada, gran parte de la artillería estaba ya a esas alturas más que sacada pero la reacción del respetable no decía nada. Ni siquiera ‘Devuélveme la vida’ (aunque sin Antonio Orozco) consiguió que las posaderas se ahuecaran de los asientos. Puede que gran culpa la tuviera la apatía que reinaba entre los que gastaron aproximadamente 34 euros en ver en directo a la madrileña, puede que a los que llenaban el Palacio de los Deportes les hubiera dado igual ver a Malú que a cualquier otro. Pero por su parte no quedó y canción tras canción fue dejándose la piel, la melena al viento de un exagerado ventilador y el cuello con contorsiones imposibles. Gran artista y gran voz, pese a todo, y tuvo que llegar Melendi, el oportunista Melendi, que intentó cantar a dúo un ‘Apagón’ del que sólo se le oyeron las dos primeras palabras. El resto, fue tapado sin piedad por la voz de la protagonista de la noche, que quiso dar a su compi la oportunidad de promocionarse ante su inminente actuación el dos de junio en el mismo emplazamiento.

El siguiente invitado también fue de segunda, Manuel Carrasco el olvidado interpretó a medias su tema ‘Que nadie’ y, siguiendo el ejemplo anterior, pasó por el escenario sin pena ni gloria. Porque, pese a los intentos de anunciarlos como grandes artistas y mejores personas, lo cierto es que fueron más evidentes las ausencias que bienvenidas las visitas. Muchos echaron en falta en su mítico ‘Aprendiz’, a uno de los mayores impulsores de su carrera. Su mentor, su maestro, su padrino, su amigo: Alejandro Sanz.

{youtube}NNF9WrO005S{/youtube}

Pese a todo, el espectáculo no defraudó por su crescendo de menos a más. Un mal versionado ‘No voy a cambiar’ levantó de nuevo al Palacio y a partir de su fingida despedida, los ánimos crecieron con ‘Si estoy loca’ y se desbocaron con toda una declaración de intenciones. ‘Como una flor’ inundó todo con la bandera gay y convirtió en himno aquella canción que una tímida niña rubia de apenas diecisiete años cantaba en su primer disco. Muchas historias y experiencias después, la morena fuerte, la que canta gritándole al desamor, la rokera de pega que no necesita serlo, llora sobre su mono ceñido de cuero. No sabe cómo despedirse y la vena sentía de la Andalucía familiar le ayuda a soltar un discurso entrecortado que contrasta con las tachuelas de sus hombreras. Pero su público, aunque sea más ocasional que fiel, le entiende. Y con un largo aplauso, Madrid le dice adiós, ése Madrid al que espera poder volver si la suerte quiere que su próximo disco caiga otra vez en gracia.

 

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Your email address will not be published.