LA PIEL QUE HABITO

La piel que habito se anunciaba como una película de terror, o al menos así lo quería Pedro Almódovar. Pero la sensación que quedó en mí al salir de la sala de proyección, no era esa sino más bien, un profundo alivio, como el que se siente al ver terminar Recuerda o Vertigo. En Toledo se desarrolla el centro de la acción, aunque bien sabemos que se ha rodado en Santiago, Madrid y otros lugares de España. El emplazamiento, nada tiene que aportar a la historia, más que, un nuevo sitio en el que Almodóvar nos muestra su universo, esta vez tejido, como en una tela de araña. Tarántula de Thierry Jonquet, es la novela en la que el autor manchego se ha basado para llevar a cabo su decimo octava película. Un cirujano plástico (Antonio Banderas) vive y trabaja aislado en una hermosa finca El Cigarral. En ella su madre (Marisa Paredes) le ayuda a tener en cautividad a un ser bello y de extraños pasatiempos (Elena Anaya) vigilada constantemente por cámaras. Y esto es solo el comienzo.

La piel que habito demuestra una vez más la capacidad del director manchego, no solo como escritor, guionista y director, sino como adaptador de novelas al cine. En Carne Trémula, ya demostró su absoluto dominio de la adaptación, y le sirvió para convertirse, de una vez por todas, en Director de cine, así con mayúsculas, porque como el mismo director afirmó:  Yo he aprendido a hacer cine, haciéndolo, y por eso he tenido mucha suerte.»

En La piel que habito, reinterpreta la novela de Jonquet, y consigue hacer la historia suya. Los iconos y fetiches almodovarianos, aparecen desde el segundo uno de la cinta. Desde el emplazamiento en Toledo, la decoración, los materiales quirúrgicos, el atrezzo de la cocina (Ajos, tortillas de patatas) hasta los jarrones, la decoración kitsch geometrica para concluir en la voz de Concha Buika y la sangre. Destacaré la colaboración de Jean Paul Gautirer, que nos hace acordarnos de Andrea Caracortada. Y no solo en los vestidos recordamos a Kika, un secuestro en la cocina, con mordaza y ostia incluida, nos hace ver como el director, vuelve a hacerse guiños a sí mismo, enlazando sus películas de una manera prodigiosa y casi mágica. También el regreso de Banderas, nos hace retomar, aquel muchacho deÁtame, con obsesiones diferentes, pero igualmente profundas. Esta obsesión de Banderas, 20 años después, se traza apenas sin gestos, Robert es frío, pero la profundad de sus ojos dice lo que el resto de su cara calla. Visualmente, la película, se nos presenta como un espectáculo. Elena Anaya, aguanta infinidad de primeros planos, y su cuerpo  sostiene en ellos por si solo, todo el entramado de obsesiones, violencia y sexo que conforman La piel que habito. Marisa Paredes, sin embago y para variar, no deslumbra, no acaba por mostrarnos su verdadera ansiedad, su horror, sus temores por lo que no llegamos entender bien a este personaje. Una gran actuación para los dos nuevos chicos Almodóvar: el joven Jan Cornet y el majestuoso Roberto Álamo que con su aparición disfrazado de tigre, consigue romper por primera vez el ritmo angustioso del film, para llevarnos al humor solo por unos instantes, para desencaderar, en el principio del final de la tragedia en el relato de la historia. 

Si algo le falta a La piel que habito, son momentos de descanso en el drama de la propia trama. Si algo hizo un genio a Almodóvar, era su manera de mezclar géneros hasta que creó uno nuevo. Pero quizás, La piel que habito, necesite no descansar para lograr trasmitir un estado de ansiedad y locura, tal y como emanan sus personajes, que tampoco descansan de sí mismos. Un diez como siempre para la música de Alberto Iglesias y por la incorporación como he dicho antes, de Concha Buika al universo de voces del mundo Almodovar.

Por último y para concluir, hablaré de la magia, de lo que es esperar una tras otra un film de Almodóvar, de jugar a descubrir en las imágenes y las palabras, otras historias, otros personajes antiguos pero siempre presentes. Su propia reinterpretación constante, su amor por el arte y la fotografía, todo en conjunto es la evolución de su obra, para muchos una evolución oscura, pero nadie decide hacia donde se encamina su vida, ni su inspiración.

Claro que a muchos les gustaría volver a ver Mujeres al borde de un ataque de Nervios, pero eso ya se hizo y ya fue perfecto.

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