CARTAS QUE CONMUEVEN

–    A Dios puedes pedirle una cosa por día, pero sólo una.
–    Pues vaya timo… Aladino pedía tres deseos al genio de la lámpara.
–    Un deseo cada día es mejor que tres en una vida, ¿no te parece?
–    Llevas razón. ¿Puedo pedir cualquier cosa? ¿Juguetes?
–    No Oscar no, tienes que pedir cosas para el espíritu, paciencia, valentía… o también puedes pedir cosas para los demás.
–    ¿Con un solo deseo al día? Ni hablar, me los quedo todos para mí.

Óscar tiene diez años, un cáncer terminal y una gran imaginación para hacer travesuras. Sin embargo, en el hospital infantil en el que vive los adultos ya no se ríen de sus bromas y tampoco le riñen nunca como antes. Todos lo miran en silencio y con pena; todos excepto la mujer que viste de rosa chillón y trae las pizzas. Ella no duda en gritar a Óscar o a cualquiera para descargar así  su rabia contra una vida que no le gusta.

Cuando Óscar descubre por accidente que sus padres no se atreven a decirle que le queda poco tiempo de vida recuerda esa rabia de la mujer de rosa y, por alguna extraña razón, es con ella con la única que accede a hablar. Ella le descubrirá un Dios en el que Óscar no cree pero al que, aún así, comienza a escribir cartas. Estas cartas y un juego propuesto por la mujer de rosa (el de vivir cada día como si equivaliese a diez años) serán la clave para que Óscar consiga enfrentar su situación y dejar huella en las personas que le rodean.

En Cartas a Dios (Óscar y la dama de rosa en la versión original) Éric-Emmanuel Schmitt mezcla en la adaptación cinematográfica de su propia novela tres elementos que ya estuvieron presentes en la película española Camino: religión, enfermedad e infancia. Al igual que en este film, las fantasías de Óscar aparecen mezcladas con la realidad y la entereza con la que asume su situación es el ejemplo para muchos adultos y el mensaje clave de la historia.

El argumento está algo manido, cierto (de hecho es casi el mismo que se desarrolla en el largometraje estadounidense con el mismo nombre: Letters to God, dirigido por David Nixon). El personaje de la dama de rosa, interpretado por Michèlle Laroque, no está bien construido, cierto. Además, los hay que claman al cielo cuando la religión está por medio en un argumento de este tipo, cierto también. No obstante, la sencillez y la naturalidad en la forma de contar, el buen uso subjetivo de los planos en ciertas escenas y la interpretación del actor principal, Amir, son las bazas de la apuesta francesa.

Como quizás no podía ser de otra manera tratándose de un tema como éste, la historia emociona y lanza un mensaje optimista al espectador. Estos quizás sean los motivos por los cuales la película ha obtenido el premio del público en el reciente festival de cine online Invisibles. Por lo visto, el público ha estado de acuerdo en que, pese a vivir en la época del correo electrónico, sigue habiendo cartas que conmueven

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