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Verso y reverso de Andrzej Wróblewski

 

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El arte cambia el mundo, cambia a las personas, y las personas cambian el mundo. Este artista ha cambiado nuestro mundo o al menos nuestra percepción de él”, así hablaba de Andrzej Wróblewski (1927-1957) uno de los miembros del Instituto Adam Mickiewicz, dedicado a la promoción internacional de la cultura polaca.

El Palacio Velázquez de Madrid expondrá hasta el próximo 28 de febrero, Verso/Reverso. Se trata de la mayor retrospectiva del artista polaco fuera de su país, y en la cual han colaborado el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Museo de Arte Moderno de Varsovia.

Andrzej Wróblewski constituye toda una rareza en el mundo del arte. Le bastaron treinta cortos años de vida para mostrar su potencial, desarrollando su trabajo en tan sólo diez de ellos, en los que experimentó diversas fases de creación y combinación técnica. Así, su obra queda dividida en tres etapas fundamentales: Desde cero (1948-1949); Sometimiento voluntario (1950-1955), y Nuevo comienzo (1956-1957).

En el recorrido de Verso/reverso el visitante será consciente, desde el primer instante, del sentido del nombre, pues algo característico en el artista polaco son sus numerosas pinturas a doble cara. Unas pinturas que reflejan sus contradicciones y las de un país en Postguerra.
El comisario Eric de Chassey destaca cómo esto permite al espectador, no sólo entender en mejor medida la obra de Wróblewski, sino también formarse su propia opinión sobre él.
En este sentido, la elección de un edificio que cuenta con gran cantidad de luz natural es aún más acertada que de costumbre, pues al igual que Wróblewski concebía la existencia de dos miradas sobre el mundo, el público podrá contemplar la exposición de diferente manera, según la hora o el tiempo.

Con la aspiración de crear un nuevo lenguaje, las formas abstractas y una geométrica astrología, reflejan los deseos por un mundo utópico y lleno de luz. No obstante, la guerra y sus efectos permanecían en la mente de Wróblewski y en la sociedad, por lo que decidió emplear la figuración en sus reversos. Su uso no consistía únicamente en completar su trabajo, sino que eran realizados como vehículo para cuestionar las anteriores concepciones de la realidad.

Madre e hija, La colada (1956)
Madre e Hija, La colada (1956)

Wróblewski creó una figuración que atendía a la realidad de la época, que encarnaba la muerte en el color azul y que arremetía contra la deshumanización de los nazis. Una figuración que, haciendo referencia a la vida cotidiana, privaba a sus personajes de ciertos atributos humanos. Madre e Hija, La colada (1956) supone un claro ejemplo de ello; sin mostrar los rostros completos de las dos figuras femeninas, consigue crear una escena de gran impacto, plasmando el desvanecimiento y la consistencia de la sociedad polaca.

El color es también primordial dentro de sus obras y, sin embargo, a pesar de emplear vivas tonalidades, el dramatismo de sus escenas es incuestionable. Un dramatismo que atiende a la vida social más inmediata de su tiempo.
En obras como Estación de tren 45 (1949) o Ejecución en Poznan (1949) se aprecia otro detalle llamativo dentro de su obra, la falta de comunicación entre los grupos de personas, algo que a su vez podía reflejar la situación interna del pintor, al verse rechazado por las diferentes escuelas artísticas del momento.
La exposición se completa con objetos personales del pintor, como algunas fotografías, y con dos vídeos realizados por dos de sus amigos, Andrzej Wajda y Konrad Nalecki, con los que se trata de comprender a un autor que fue difícil de interpretar y que ofrece uno de los mejores retratos de  Polonia después de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de la rudeza de los temas tratados, Wròblewski crea un lenguaje completamente universal, conectando con la sociedad más allá de las fronteras y el tiempo. Un lenguaje en el que la individualidad de sus personajes podría equipararse, sin problema, a la realidad del siglo XXI.

Andrzej Wróblewski habla a través de sus pinturas, plasma el pasado y el futuro del hombre, pero ante todo, sus deseos por cambiar el mundo y devolver la humanidad al individuo.

 

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