Verona: la ciudad eterna del Véneto

No cabe duda de que Verona es un destino turístico estrechamente vinculado a la obra de Shakespeare. Sin embargo, su monumental Anfiteatro romano o su embriagadora Piazza delle Erbe van desvelando la belleza de los tesoros arquitectónicos de la ciudad.

 

En el instante en que pisamos Verona percibimos que nos hallamos ante un lugar que ofrece mucho más que la famosa historia de amor de Romeo y Julieta. Esta ciudad es el resultado de una rica herencia milenaria.  Capital de la provincia del Véneto, la urbe está constituida por un conglomerado de vestigios romanos y medievales, a los que se suman las huellas venecianas y austriacas presentes en sus antiguos palacios, plazas, iglesias y puentes.

EL ESCENARIO ROMANO

Atravesar sus monumentales puertas romanas, la Porta Borsari y la Porta Leona, supone un extraordinario viaje en el tiempo. Incluso, a día de hoy, los italianos siguen descubriendo en sus excavaciones nuevos yacimientos arqueológicos. Y es que Verona es la segunda ciudad de Italia, después de Roma, por la magnitud de restos romanos bien conservados. Ejemplo de ello es la Arena, construida en el siglo I d. C. y situada en la Piazza Bra. En la actualidad, durante el verano este grandioso anfiteatro acoge representaciones líricas de fama mundial.

Tras disfrutar de esta reliquia arquitectónica, avanzando por Corso Cavour, Corso Porta Borsari y Corso Santa Anastasia, se vislumbran palacios medievales y renacentistas que albergan elegantes joyerías, zapaterías o peleterías que dejan boquiabiertos a los amantes del lujo.

Finalmente, a lo lejos resplandece la Piazza delle Erbe. La belleza que se concentra en esta plaza deja abrumados a los casi 3 millones de turistas que lo visitan cada año por primera vez.  Durante el día, los numerosos puestos levantan sus toldos blancos y el atrayente mercadillo comienza a desfilar cajas de fruta y verdura que contrastan con el resto de souvenirs italianos: bolsos, camisetas, llaveros y máscaras. En el centro de la plaza destaca La fontana di Madonna Verona, uno de los monumentos más queridos por los veroneses por ser la representación simbólica de la ciudad.

Desde Piazza delle Erbe, en dirección hacia la Via Capello, se encuentra la Casa Capuleti, donde presuntamente está el balcón de la Giulietta de Shakespeare. Antes de acceder a su interior, se atraviesa un pequeño pasaje con paredes repletas de mensajes de enamorados de todas las partes del mundo. El edificio, que era de la familia Capello, data del siglo XIII. Sin embargo, la radical restauración que Antonio Avena realizó en 1935 del famoso balcón hacen intuir la existencia de intereses comerciales que sin embargo, no evitan afluencia de un turismo que sigue buscando en Verona la ciudad de los eternos amantes.

UNA CIUDAD DIVIDIDA EN DOS POR EL ADIGIO

En el Ponte Pietra se expande la armonía de un paisaje dominado por el imponente campanario de la catedral gótica. Sobre este antiguo puente romano de piedra blanca y ladrillo se escucha el fuerte caudal del río Adigio, que con una longitud de 409 km es el segundo río más largo de Italia después del  Po. Desde el año 1801, la parte de la ciudad que se abre a la izquierda se conoce como `Veronetta´. En este lado del río, a los pies de las colina yace el Teatro  Romano (siglo I d. C.). Tras unos 10 minutos caminando por retorcidas callecitas,  se llega a la parte alta de la ciudad donde se halla el Castel di San Pietro flanqueado por una larga hilera de cipreses que asemejan ser los escudos del lugar. Actualmente se convierte en el sitio perfecto para contemplar el atardecer con la maravillosa panorámica de Verona. Desde lo alto, el olor a humedad sigue siendo muy intenso y las luces brillan en la lejanía confiriendo al entorno cierto aire místico.

PURO RELAX PAISAJÍSTICO

Antes de marcharse, es obligatorio hacer una parada en el único jardín del siglo XV que alberga  la ciudad, el Giardino Giusti. Un enclave idílico que invita a recorrerlo tranquilamente, dejándose atrapar por la belleza de sus esculturas mitológicas, fuentes, grutas y por su llamativo laberinto de setos, al igual que hizo el escritor alemán Goethe hace más de 200 años. 

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