Muchas son las novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. Una gran parte de ellas se centran en el Holocausto, genocidio en el que fueron asesinados, por el régimen de Adolf Hitler, aproximadamente seis millones de judíos. Sin embargo, es complicado hacer una novela diferente. Es difícil escribir algo que ahonde en un tema tratado hasta la saciedad y que no busque la lágrima fácil.
A pesar de ello hay historias únicas por el dolor que esconden las palabras, por la sencillez con la que se relatan los hechos o por la crudeza de lo sucedido porque, aunque estamos ante ficción, no deja de haber un trasfondo histórico real que empapa los libros.
La ladrona de libros (Markus Zusak) es un claro ejemplo de ello. Puede que Liesel no sea real, pero sí que lo es todo lo que hay detrás de esas palabras que la niña primero busca con ansia y luego rechaza asqueada. Detrás de esa gratitud desbordante de Max, un judío que piensa que no merece nada. Detrás de esa historia de unos ciudadanos que nada tienen que ver con la guerra, pero que se ven afectados por ella.
«Anhelaba volver a la inconsciencia de entonces, a sentir tanto amor sin saberlo y a confundirlo con las risas y el pan untado con poco más que el aroma de la mermelada. Fue la mejor época de su vida. Aunque quedaría sembrada de bombas. No lo olvides».
La prisionera de Stalin y Hitler (Margarete Buber-Neumann) esconde una historia real entre sus páginas. A través de una narración dura, la autora habla sobre el profundo rastro que deja la amistad, pero, sobre todo, relata su lucha por seguir adelante. No hay nada heroico en este libro, solo una realidad que dista mucho de ser agradable.
“Las nubes, las estrellas relucientes y los pájaros es lo único libre que no puede sernos arrebatado en el campo de concentración”.
La inocencia y la sencillez de El niño con el pijama de rayas (John Boyne) son casi más dolorosas que la dureza de Buber-Neumann, porque el autor nos obliga a reflexionar sobre el ser humano. Bruno no entiende por qué Shmael es tan distinto a él, por qué no tiene amigos, por qué parece tan delgado, por qué lleva siempre ese extraño pijama de rayas… Y es que no hay nada más doloroso que contar una verdad desde la ingenuidad de un niño que solo busca alguien con quien jugar.
“Un hogar no es un edificio, ni una calle, ni una ciudad; no tiene nada que ver con cosas tan materiales como los ladrillos y el cemento. Un hogar es donde está tu familia”.
