Tiempo sin reflexiones en un cabaret de hombres perdidos

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» El anzuelo listo está, se les puede atragantar»

Su nombre, El cabaret de los hombres perdidos, dice cabaret, sin embargo, no lo es, tampoco es una obra de teatro común y, mucho menos, se reduce a un convencional musical. Se trata de algo más especial, llamémoslo espectáculo. Un espectáculo que tras estrenarse en 2006 en París, ganando dos Premios Molière, y mudarse a Argentina en 2012 con seis Premios Hugo, ha decidido quedarse en Madrid prolongando su estancia, dentro del Teatro Infanta Isabel, hasta el próximo 31 de enero.
Sin entrar en los aspectos del gusto, El cabaret de los hombres perdidos rompe con todos los esquemas y se establece como una obra transgresora. Con un  gran equipo creativo en el que destacan figuras como la letrista Alicia Serrat  (Jesuscristo Superstar; La Bella y la Bestia; High School Musical) o el actor Jorge Roelas (Sueño de una noche de verano; Sé infiel y no mires con quien; Anfitrión).

Desde el primer instante el público es invitado a abandonar la sala, algo que pone de manifiesto la línea de la función. Aunque como atónitos valientes los espectadores se mantienen firmes en sus butacas, al son de un piano que toca en directo.
Comienza el show y con él aparece Dede, comúnmente llamado Destino. Mucho se ha escrito y hablado sobre este tema, pero ¿viene sólo o acompañado? En este caso no sería nada sin la presencia de un Tatuador y un Transexual, formando un trío perfecto que mostrará el posible futuro de un joven con aspiraciones a cantante, Dicky.
El desarrollo y los detalles de su representación quedarán en un misterio que únicamente sus asistentes descubrirán. Unos asistentes que serán partícipes, en todo momento, de lo que sucede dentro y fuera de un escenario que amplía su habitual cometido.

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Momento Kitty entre Katie y Dicky

“La vida resulta deliciosa, horrible, encantadora, espantosa, dulce, amarga; y para nosotros lo es todo” Las palabras del Premio Nobel Anatole France (1844-1924) marcan de manera clara el aspecto polifacético y contradictorio de la vida. Polifacético es el término que mejor resume el carácter de una obra en la que la comedia encubre el drama de las dificultades dentro del mundo del espectáculo.
 El amor y el sexo son también una constante, vistos desde la ironía y con un cierto patetismo que conduce tanto a la carcajada como al sentimiento de la empatía. También hay fusión, pues lo masculino y lo femenino se convierten en uno; tal vez por ello no se eche en falta la presencia de una actriz. No obstante, la variedad no se encuentra únicamente en los temas abordados. Y es que, ante una representación donde no hay tiempo para la pausa, el público contemplará momentos estrambóticos y fugaces donde los ojos irán de un lado a otro; pero también habrá instantes de calma, sensualidad y tristeza, acompañados de cambios lumínicos y acústicos.
Ante tanta diversidad se da un factor fundamental, y es la interpretación de sus cuatro protagonistas. Tal vez, aun estando en pleno siglo XXI, la historia no sea para todos los gustos, pero Ignasi Vidal (Dede), Armado Pita (Tatuador), Ferrán González (Transexual) y Cayetano Fernández (Dicky), bajo la dirección de Víctor Conde, forman un espléndido cuarteto que pone de manifiesto el alto nivel interpretativo de sus actores.
Puede llegar a decirse que cada uno de ellos personifica un tipo de sentimiento y personalidad, que en contacto con los otros tres da equilibrio y forma al espectáculo.
La rapidez con la que son capaces de cambian su registro, manteniendo la personalidad del personaje de fondo, es deslumbrante, pero aún más atrayente es la naturalidad con la que se desenvuelven a lo largo de la obra.
No obstante, dentro de una representación en la que el carácter musical está muy presente, la voz de sus intérpretes cobra aún más importancia. Cuatro voces claramente trabajadas y entonadas que deleitan a sus espectadores.

Cantar, bailar. ¡No se puede hacer otra cosa!” aludiendo a las palabras que el mismo Dede emplea, la danza complementa aún más el contenido de la obra. Es en este punto donde cabe destacar la figura de Ferrán González, quien sin quererlo se convierte en uno de los favoritos. Podría decirse que su personaje es el más creíble, pues el actor lo encarna perfectamente en todos sus aspectos, resaltando, de manera constante, la importancia de la gestualidad corpórea y facial que le exigen cada una de sus escenas.

En conjunto, El cabaret de los hombres perdidos, es una oportunidad para presenciar un tipo de obra completamente diferente, en la que la espontaneidad y el factor sorpresa se convierten en elemento fundamental para el disfrute del público.

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Lidia Torres Torres

"La civilización es la erudición; pero la cultura es el pensamiento"
Elizabeth de Austria

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