De brillos y enfermedades sociales

The Factory

 

“Sufro una enfermedad social. Tengo que salir todas las noches”. Andy Warhol no habría podido concentrar mejor el  espíritu de The Factory en una sola frase. Aunque el mítico estudio del rey del PopArt era más que eso: era un lugar para crear, además del fenómeno social que originó una auténtica comunidad donde estrellas, artistas y estrambóticos personajes interactuaban en un espacio que se convirtió en un auténtico experimento socio-cultural. Ahora, con motivo de la exposición De la Factory al mundo. Fotografía y la comunidad de Warhol, La Fábrica y Fundación Banco Santander publican un catálogo que recorre visualmente las vísceras más radiantes del epicentro warholiano.

Un epicentro de glamour, bohemia y mezcolanza colectiva que fue atrapado en las instantáneas de Richard Avedon, Cecil Beaton, Brigid Berlin, Billy Name o el propio Warhol, que en los últimos diez años de su vida disparaba un carretera de 35 mm por día. La propia comisaria de la muestra, Catherine Zuromskis, resume en el catálogo la esencia de un universo heterogéneo y contradictorio: “Era un espacio de trabajo y de juego, de comercio y convivencia, de negocios y placer. Era también un espacio en el que perdían vigencia las convenciones de la sociedad estadounidense”.

Fotografía de Christopher Makos incluída en la exposición Porque los roles sociales se desdibujaban dentro de la comunidad, en una puesta en escena a la que todos acudían para “ver y ser vistos”. Por eso en la publicación se alternan imágenes de Mick Jagger, Kirk Douglas o Truman Capote con otras del joven bailarín Freddie Herko o el actor Paul America. Era un entorno el que las superestrellas se convertían en comunes y los comunes alcanzaban sus legítimos “quince minutos de gloria”.

El libro no sólo es tentador por su contenido gráfico y documental. También cuenta con una cuidada edición que atiende a divertidos detalles, como las hojas en tono plateado y con una textura que recuerda al papel de aluminio con el que Billy Name recubrió las paredes del estudio. Brillos que reflejan la extática cotidianeidad de lo que fue The Factory y que iluminan, en 168 páginas, los días eclécticos del arte contemporáneo actual.

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