Silvio Rodríguez, “La necedad de vivir sin tener precio”

Fotografía tomada de la crónica de ‘El País’

El público del Barclaycard Center llena tres cuartas partes del auditorio.

El trovador accede al escenario como si los aplausos y gritos de júbilo nada tuvieran que ver con su aparición. Hasta ese momento, sus músicos han estado ofreciendo un preludio instrumental para apaciguar los ánimos de los presentes y crear el ambiente propicio para el inicio de un concierto como este; la añorada visita del cubano a tierras españolas, que se ha demorado nueve años.

Silvio Rodríguez va calentando la voz con cada canción de Amoríos, aún desconocido para la mayor parte de los asistentes, quienes se incorporan al concierto a cámara lenta.

Si bien es cierto todo lo anterior, el artista consigue rebasar la sensación incómoda de quien no disfruta igual de los temas cuyas letras ignora, pues sus admiradores se dejan sorprender por cada nueva canción, por la magia de lo desconocido, de la mano de una voz tan cercana y especial; atentos, como en un recital.

De repente, llega el turno de El necio que pinta Mujeres, Óleo de una mujer con sombrero, o sin él, y un escalofrío recorre el auditorio; con cada acorde, con cada ansiada letra grabada a fuego, los espectadores despiertan definitivamente.

La maza golpea los ánimos de un público emocionado y enérgico, para dar paso a menciones a Rubén Martínez Villena y a Gabo, inspirador de San Petersburgo, con sonidos de lo más europeos, que dan cuenta de que el artista no vive de las rentas, sino que se reinventa cada día. El clarinete es el protagonista del tema, y una idea de García Márquez para una novela que no llevó a término es su presentación.

Silvio no ha perdido fuelle, a pesar de rozar los setenta. Continúa consiguiendo, en cuestión de segundos, ironizar sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre todo, y hacernos llorar instantes después.

La calidad de los músicos vuelve a quedar patente en un breve descanso en el que protagonizan la velada ante la ausencia del cubano. Los mejores para el mejor.

La única mujer sobre el escenario es la del trovador, Niurka González. Se hace carne esta conexión más allá de lo instrumental y lo sentimental. Ella acaricia con sus notas cada palabra que sale de la boca de Silvio, y él le responde con miradas y agudos.

En Sueño con serpientes, la flautista y clarinetista alcanza el estado máximo de esplendor, con unos minutos de protagonismo que enriquecen el tema y lo elevan hasta tal punto, que el público ya no podrá disfrutar de la canción como en este momento único.

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Cuando parece que la noche va a concluir, el trovador reaparece una y otra vez con bises varios. Saca a pasear al Unicornio, y  una Gota de rocío recorre nuestros rostros. El concierto llega a su fin.

Le piden que nos dé Una canción, y nos regala cuatro.

Este miércoles, Silvio actúa gratis en Vallecas con Aute e Ismael Serrano, como acostumbra en los barrios bajos de La Habana.

“Morirá como vive”.

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Raquel Castejón Martínez

"La objetividad del periodista no existe. Más bien éste debe tender a una subjetividad desinteresada. Corresponde al lector establecer la distinción."
(Beuve-Méry)

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