SABER CANTAR NO ES SUFICIENTE

Lanzar un producto original a los canales del mainstream parece verdaderamente difícil. La culpa la tiene quizá la globalización, que hace que todo suene igual desde Rusia hasta Perú, o softwares tipo Pro Tools, que permite que cualquiera grabe un disco en su casa con resultados de estudio de grabación. De cualquier manera, y con crisis o sin ella, el mercado de música comercial está tan saturado de propuestas idénticas que son muy pocos aquellos que consiguen sobresalir del grueso y conseguir ventas millonarias, o, al menos, un número notorio de descargas. Y el de Oceana no es uno de esos casos.

Love Supply, el disco que la cantante alemana lanzó en 2010, es tan sólo un trabajo correcto, con, eso sí, una producción muy cuidada. Los temas resultan fáciles de escuchar, agradables, con ritmos de funk, soul y r&b que suenan actuales precisamente por beber directamente de esa ola ‘retro’ que parece inundarlo todo aproximadamente desde que Christina Aguilera sacara en 2009 su Back to Basics, probablemente el mejor y más original trabajo de la norteamericana hasta la fecha (por supuesto, la tendencia es global y viene pegando ya desde el Back to Black de Amy Winehouse en 2006, pero de un modo bastante más moderado).

También hay en Love Supply toques reggae, e incluso algún leve escarceo con el hip-hop más smooth, es decir, la  ya típica mezcla de música negra explotada por divas como Rihanna o Beyoncé, e incluso en menor medida por Alesha Dixon -artista a la que, por cierto, suena Oceana muy similar en ciertos cortes. Sin embargo, hay que agradecerle a la alemana una elegancia que se acerca mucho más al suave swing de Corinne Bailey Rae que al deje nasty de sus colegas súper estrellas.

Así las cosas, y si Love Supply suena a todo lo que ya hemos escuchado cientos de veces, casi sobra analizar unas letras que parecen redactadas por y para adolescentes –nada nuevo, por cierto, bajo el sol del mainstream. Además, musicalmente, los temas lentos del disco flojean hasta aburrir, y, aunque cada corte está muy basado en el poder del estribillo, a lo sumo dos tracks de los 15 que componen el disco resultan pegadizos.

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Nos encontramos, por tanto, ante un trabajo mediano apoyado por una voz que, aunque muy válida, también resulta algo mediocre en el conjunto de talentos que se radian día a día. Así, y aunque la producción del disco está verdaderamente dirigida a ello, parece que Oceana no saboreará las mieles del verdadero éxito más que, como hasta ahora, en su Alemania natal y en los países que la colindan.

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