Premios Goya 2017: Mejor actor revelación

Hay muchas formas de destaparse como un actor prometedor. El impacto se puede lograr por cualquiera de las vías posibles: la explotación de la vis cómica, el perfeccionamiento emocional de la interpretación, la capacidad para encarnar a personajes de elevada complicación… Resulta muy complicado, por ejemplo, olvidar el personaje con el que Javier Pereira se alzó como mejor actor revelación en 2013, ese tenebroso hombre que protagonizaba Stockholm, de Rodrigo Sorogoyen. Un año después fue Dani Rovira, con su interminablemente exitosa Ocho apellidos vascos, quien lo sucedió. El ingenuo y revelador personaje de Miguel Ferrán en A cambio de nada y el maquiavélico Luis Roldán de Carlos Santos en El hombre de las mil caras han sido los últimos ganadores.

Esta pequeña muestra, apenas restringida a los últimos cuatro años de competición, exhibe sin dificultades el eclecticismo de un premio que todo lo abarca, que no deja nada a la imaginación. La de actor revelación es una de las categorías (junto a la homónima de actriz revelación) en las que más se colabora para la integración de nuevos valores, para la expansión del universo cinematográfico español. De estas categorías han salido estrellas hoy consagradas como Leonardo Sbaraglia, Quim Gutiérrez, Alberto Ammann, Paz Vega, María Valverde o Belén Rueda.

Eneko Sagardoy: Handia

Eneko Sagardoy en Handia.
Eneko Sagardoy es ‘El gigante de Altzo’.

El indiscutible favorito a llevarse el Goya en esta categoría no es otro que Eneko Sagardoy, un joven intérprete natural de Durango (Vizcaya), que hoy mismo cumple 24 años. En su primer rol protagonista en la gran pantalla, Sagardoy encarnó a Joaquín Eleizegi, mejor conocido como El Gigante de Altzo, en esa hermosa parábola sobre la ambición y la autodefinición que es Handia, bajo la dirección de Jon Garaño y Aitor Arregi. Su favoritismo parte de varias cuestione, destacando sobre todas ellas, como no puede ser de otro modo, la calidad de su interpretación, que es al mismo tiempo delicada y furibunda, buscando transmitir constantemente la soledad, el dolor de saberse un extraño en la comedia que se cierne en torno a sí mismo.

Además, Sagardoy encabeza las apuestas para convertirse en la nueva revelación masculina del cine español por poseer, junto a Santiago Alverú, el personaje con mayor protagonismo de entre los cuatro nominados. La presencia de Joaquín se extiende por toda la película, y es él mismo quien le da título, quien le proporciona a la cinta ese espíritu entrañable y de fábula. Su compenetración con Joseba Usabiaga, el otro protagonista del film, es también fundamental para comprender los claroscuros que proponen Garaño y Arregi, para entender cuál es ese místico punto en el que luz y oscuridad colisionan.

Santiago Alverú: Selfie

Santiago Alverú en Selfie.
Santiago Alverú hace una ‘selfie’ a la juventud autocomplaciente.

Si Sagardoy ha sido la clara revelación del año en el campo dramático, está claro que Santiago Alverú lo ha sido en el de la comedia. Este joven ovetense de 25 años difícilmente podría haber anticipado su presencia en la temporada de premios cuando Víctor García León, ese quijotesco director que llevaba una década sumando proyectos frustrados por falta de financiación, lo contrató para protagonizar una arriesgadísima comedia de nombre Selfie. Alverú no tenía experiencia en cine, sino que su participación en esta cinta (financiada con apenas 10.000 euros) ha sido su bautismo de fuego. Y vaya bautismo.

La interpretación que el actor asturiano realiza de Bosco, el hijo de un ministro acusado de corrupción y encarcelado que se queda prácticamente tirado en la calle, enfrentado a su acomodaticio estilo de vida, es tan absurdamente natural que uno puede llegar a pensar que Alverú es, en su día a día, exactamente así. La película, rodada en formato de falso documental, narra las peripecias de Bosco a través de un mundo que desconoce, y podemos asegurar que es la magnética presencia de Santiago Alverú la que le proporciona esa mesura cómica que la hace triunfar tan rotundamente.

Pol Monen: Amar

Pol Monen y María Pedraza.
Pol Monen y María Pedraza descomponen el dolor del primer amor.

Junto a Sagardoy y Alverú se erige la figura de Pol Monen, otro jovencísimo intérprete (nacido en 1994 en Barcelona). Esto evidencia que, a diferencia de lo que ocurría tanto en la categoría de actriz revelación como en esta misma en otras ediciones, en este caso la diferencia de edad entre los nominados es muy reducida. Monen ha recibido la que es la única nominación al Goya de Amar, un arma arrojadiza que Esteban Crespo lanza a los adolescentes españoles. Una radiografía cárnica y visceral de lo que es estar enamorado en una época en la que la agitación hormonal y emocional prácticamente impide que el amor se desarrolle con el oxígeno que necesita.

Monen está fantástico encarnando a ese joven que escala con dificultades por una relación que se vuelve cada vez más tóxica. Junto a María Pedraza, construye un vínculo químico potente que provoca que el espectador sienta como verdadero aquello que está viendo. Se encuentra cómodo modulando a su personaje según la etapa emocional que vive, pasando sin dificultades de la comodidad a la rebeldía, y de ella al dolor más desconsolado. En definitiva, la interpretación de Pol Monen es, al igual que Amar, un torrente de emociones sin ningún tipo de sujeción.

Eloi Costa: Pieles

Eloi Costa y Carmen Machi.
Eloi Costa, en el delirio onírico de ‘Pieles’.

De todos los nominados en esta categoría, Eloi Costa es claramente el que menos minutos recibe en pantalla. Al igual que ocurría con Itziar Castro, el motivo es el carácter coral de la cinta de Eduardo Casanova, una película en la que coexisten diversas historias y se pretende hallar el equilibrio entre todas ellas. El intérprete catalán (natural de Vic) también nació en 1994, del mismo modo que lo hicieron tanto Sagardoy como Monen.

Su rol en Pieles fue, a igual que ocurre en el caso de Alverú, el primero que desempeñó en un largometraje. Pese a la corta duración de su papel, lo cierto es que Eloi Costa goza del tiempo suficiente para exhibirse, con una escena especialmente rebosante de energía junto a Carmen Machi (su madre en la ficción) en la consulta de una psiquiatra. De entre toda la ristra de personajes grotescos e inadaptados que crea Eduardo Casanova, el de Costa es quizá el más transgresor, pues en él se invierte la causalidad: él no es infeliz por su deformidad, sino que es la ausencia de ella la que lo martiriza.

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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