Posesión infernal

En 1981, un pipiolo de apenas veintidós años, conocido como Sam Raimi, escribió una de las obras más innovadoras del género fanta-terror: Posesión infernal. Un clásico ochentero que contó con la actuación protagonista de Bruce Campbell y con la ayuda económica de Robert Tapert. Tres décadas más tarde, estos viejos rockeros se vuelven a reunir para producir un remake homónimo y visceral, que va a patear el trasero de sus fans más acérrimos este mes de abril.

Y así, con la elección a dedo del director uruguayo Fede Álvarez, se articula una historia sobre cinco jóvenes muchachos que no tienen ni idea de cómo sobrevivir a una película de terror, sucumbiendo una y otra vez en situaciones clásicas como:

– Leer un libro demoníaco con total parsimonia.
– Relajarse del mundanal ruido y del frenético ritmo de la ciudad en una cabaña más aislada que Cuba.
– No resolver una raíz cuadrada en años pero mostrar interés por resolver los enigmas del infierno como si no hubiera mañana.
– No escuchar al público del cine.
– Burlarse o jugar con las cosas de los muertos.
– No suicidarse siendo un mísero actor secundario. Rápido, fácil e indoloro.
– No recordar que la curiosidad mató al gato.
– Separarse del protagonista, la única alma con el 100% de posibilidades de salir indemne del asunto. 

¿El resultado? Una tesina gore revisada. Un disfrute sádico que se deleita con las estúpidas muertes de un reparto joven, guapo y semidesconocido que decide pasar una noche de lluvia en una solitaria casita en el bosque.

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