La poesía que vende, la poesía que incomoda

Instantánea de Elvira Sastre.
Elvira Sastre es el puente más sólido entre crítica y ventas.
Instantánea de Elvira Sastre.
Elvira Sastre es el puente más sólido entre crítica y ventas.

“La poesía está en otra parte. Tenía que llegar y ha llegado: hoy, en la lista de más vendidos de poesía de ABC Cultural, ningún poeta”. La frase, fría y contundente, la publicó en enero de este mismo año Antonio Rivero Taravillo, poeta y traductor de autores clásicos como John Keats o Ezra Pound, en su perfil de Facebook. Junto a ella aparecía una lista de autores. Los nuevos autores de poesía que han entrado al mercado arrollando con todo lo que existía antes de su aparición. Procedentes, todos ellos, o bien del mundo de las redes sociales o bien del mundo de la música. Sus nombres: Defreds (por partida doble), Srta. Bebi, Nach, Loreto Sesma, Elvira Sastre, Rayden, Carlos Sadness y Miguel Gane, acompañados por Bob Dylan. Nombres que, uno tras otro, no componen más que la punta del iceberg, la zona visible de un fenómeno de dimensiones todavía por descubrir.

Se viven tiempos paradójicos. El contrasentido y la ironía han alcanzado cotas jamás imaginables. En ese terreno abonado, en ese lugar en otro tiempo impensable, ha anidado la siguiente idea: la poesía vende. Y vaya si lo hace. El género de lo perdido, de lo marginal, el género literario que encumbró a personajes tan arrancados de sus entornos sociales como Lord Byron, Arthur Rimbaud, Edgar Allan Poe o Federico García Lorca, se ha convertido en un fenómeno de masas.

Los datos no mienten. El año 2015 se cerró, según el informe Comercio interior del libro en España 2015, con un aumento anual del 26,5% en la categoría de ‘Poesía y teatro’, mientras el dato equivalente en el apartado global de literatura es de un descenso del 4,2%. Un descenso dentro del cual está incluido el aumento de la poesía y que, sin él, habría sido mucho mayor.

Además, lo que crece no es solo la tirada, sino que también la facturación experimentó un aumento anual a lo largo de ese año, un dato que cobra especial relevancia al tener en cuenta que en 2010, cinco años antes, la variación interanual de ventas en poesía era de un -54%. Cinco años le han bastado a este género para transformarse, para vivir una metamorfosis cuyo calzador han sido esas armas de doble filo, esas armas de presente pero especialmente de futuro, nunca de pasado. Las redes sociales.

Defreds, la punta afilada del iceberg

La cabeza visible de este movimiento, tanto a nivel formal como a nivel de ventas, es José Ángel Gómez Iglesias, más conocido como Defreds, quien, en los últimos dos años, ha publicado ya cuatro libros de poemas y microrrelatos, a saber: Casi sin querer (Frida, 2015), Cuando abras el paracaídas (Frida, 2016), 1775 Calles (Frida, 2017) e Historias de un náufrago hipocondríaco (Espasa Libros, 2017).

Según Ismael Marinero, periodista de PAPEL, Casi sin querer vendió, en su primer año en el mercado, más de 60.000 ejemplares. Rafael Méndez y María Zuil, en un reportaje publicado para El Confidencial, afirman que Cuando abras el paracaídas superó los 50.000 en menos de un año. Según datos de Nielsen, 1775 calles sumó, en su primer mes a la venta, casi 9.000, un número significativo si se tiene en cuenta que es casi el doble de lo que vendió Mac y su contratiempo, la última novela de Enrique Vila-Matas, en el mismo margen de tiempo, y más de la mitad de las ventas de Desde la sombra, de Juan José Millás, en su primer año completo en el mercado.

'Defreds', en una presentación de 'Casi sin querer'.
El trabajo de ‘Defreds’ se dirige, fundamentalmente, a un público joven.

La clave de su éxito: su buen funcionamiento en redes. Defreds acumula casi 230.000 seguidores en Twitter, donde su biografía reza: “Respeto que no te guste lo que escribo, pero no digas que escribo poesía. Son mis cosas, nada más”, más de 300.000 en Facebook y alrededor de 250.000 en Instagram. Su estrategia está clara: compartir pequeños fragmentos de sus textos en formato fotográfico. Sus publicaciones superan, casi en su totalidad, el millar de interacciones.

El modelo de relación autor-editorial, pues, ha cambiado. Ahora ya no es el escritor el que se desgañita por encontrar quien lo publique, sino que es la propia editorial la que realiza un estudio de mercado y encuentra autores en la red. Los datos de este modelo indican que es extremadamente rentable: no solo Defreds vende, sino que otros autores como Marwan, Srta. Bebi o Loreto Sesma, todos ellos populares gracias a su buen trabajo en redes, superan con comodidad los 10.000 ejemplares vendidos en sus respectivos títulos.

La distancia entre la crítica y las ventas

Un vistazo rápido a las listas de más vendidos en poesía y teatro de las principales plataformas confirma toda esta realidad. En Amazon, las cuatro primeras posiciones las copan Casi sin querer, Amor y asco (Srta. Bebi, Frida, 2016), Primero de poeta (Patricia Benito, Verso & Cuento, 2017) y Mi chica revolucionaria (Diego Ojeda, Frida, 2014), inmediatamente por delante de clásicos como Luces de bohemia, de Valle Inclán, o las Rimas y leyendas de Bécquer.

En La Casa Del Libro, Gloria, de Julio Martínez Mesanza, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Poesía, ocupa actualmente el 32º lugar en una lista de ventas en la que Defreds copa, con sus cuatro libros, las cuatro primeras posiciones. De los 31 libros que preceden a Gloria, 24 pertenecen a autores que o bien proceden de las redes o bien proceden del mundo de la música (Rayden, Andrés Suárez, Porta). En la Fnac, para encontrar un libro que no cumpla estas características, hay que irse hasta la 15ª posición, ocupada por Alma abierta, de la escritora colombiana Ángela Becerra.

Toda esta serie arrolladora de datos han acabado, como no podía ser de otra manera, levantando ampollas en la élite del hermético mundo de la poesía. El caso de Rivero Taravillo, introducido al inicio de este artículo, no es más que un ejemplo de una larga lista de embestidas destinadas a esta nueva generación de poetas, adscritos a nuevas formas y conceptos poéticos que nada tienen que ver con lo que registra el canon.

De este modo, se ha producido una brecha palpable, un vacío entre la industria editorial, cada vez más entregada a producir enormes tiradas para esta serie de nuevos autores, y la industria literaria en sí, agazapada ante la avalancha. El papel del crítico poético ha quedado relegado a un plano de escasa importancia. Según afirmó Josep María Nadal Suau, crítico de El Cultural de El Mundo, “la crítica ya no tiene el impacto de antes porque no se había visto jamás un intento así de hacer popular algo que de partida se supone que es literario”.

Diego Álvarez Miguel, poeta ganador del XXX Premio de poesía Hiperión por su obra Hidratante Olivia, afirmó en una publicación en el medio digital especializado en literatura Ocultalit que “si pintar fuera tan fácil, barato y ambiguo como juntar letras en el Word, estaríamos hablando de una nueva generación tremenda de pintores”. Álvarez Miguel se pregunta, además, en qué posición deja este fenómeno al resto de poetas jóvenes, que se encuentran con que la mayor parte de editoriales dedicadas a poesía ya no publican sin ser por encargo, sin haber cambiado la dirección de la búsqueda para convertirse ellas en las que encuentran, y no las que son encontradas. El poeta bilbaíno Jon Juaristi, en un encuentro por el 25 aniversario de ABC Cultural, tiró también por esta línea, sentenciando que “la poesía está desapareciendo por el exceso. Ya está todo petado”.

Una constante germinación editorial

De la mano de la irrupción de este fenómeno nacieron una serie de editoriales que, al menos al inicio, le dieron soporte. El caso de Mueve tu lengua -antes conocida como Frida-, fundada precisamente por el autor Diego Ojeda junto a una serie de colaboradores, es el más llamativo. Nacida en enero de 2015, coloca, actualmente, el punto de partida de sus tiradas en números de cuatro cifras. Siempre. Además de a Defreds y al propio Ojeda, Mueve tu lengua publica a autores como Iago de la Campa, Sergio Carrión, César Poetry, Srta. Bebi, Rayden, Carlos Salem, Luis Ramiro o Marwan, todos adscritos a este fenómeno.

Instantánea de Marwan.
Marwan, poeta y cantautor, es otra de las cabezas visibles de este movimiento.

Otras editoriales que publican obras de escritores jóvenes salidos de redes sociales y cantautores son Valparaíso -a pesar de que ésta es una editorial de proyección internacional y con un catálogo más variado- y Verso & Cuento. Ya lo dijo Casimiro Parker, por su parte, es la versión más macarra de esta generación, mientras La Bella Varsovia (fundada por la prestigiosa poeta Elena Medel) podría definirse como la vertiente más esteta.

De Valparaíso salió (pese a que su primer libro se publicó bajo el sello de Lapsus Calami) una de las autoras fundamentales para entender la posible repercusión futura de este movimiento. Se trata de Elvira Sastre, una poeta segoviana de apenas 25 años que suma ya cuatro poemarios publicados. Su segundo libro, Baluarte (Valparaíso, 2014), constituyó todo un éxito de ventas (no en vano, acaba de reeditarse en edición especial), y también un salto hacia adelante en la consideración crítica de esta nueva generación.

De hecho, el cuarto libro de Sastre, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, acaba de ser publicado por la editorial Visor, representante por antonomasia del canon poético a nivel nacional y nido de autores como Luis García Montero, José Hierro, Luis Alberto de Cuenca o José Ramón Ripoll a nivel nacional, y también acogedora de primeras ediciones en España de obras internacionales como las de John Ashbery o Piedad Bonnett.

Horizontes expandidos

A Visor ha accedido, también recientemente, Karmelo C. Iribarren con su último poemario Mientras me alejo. En una entrevista concedida a ABC, cuando se le pregunta por qué cree él que, después de toda una vida escribiendo sin ser leído por muchos, ahora acuden a su puerta las grandes editoriales, contesta que “la cultura ha estado en manos de unos pocos que se repartían los privilegios”. Iribarren, poeta de calle y también alejado de los cánones nacionales, explica que le hace gracia ver a estos chicos jóvenes liderando las listas de ventas. “Tiene otra lectura: esa gran poesía, la otra, no la compra nadie. A los lectores serios de poesía debería darles qué pensar”, sentencia, rotundo.

No solo Visor se ha sumado a este fenómeno. También el grupo Planeta, a través de su filial Espasa, y editoriales de la enjundia de Pre-Textos, que también han empezado a realizar sus búsquedas a través de redes sociales, pese a recogerse a una exigencia estética mayor.

Las conclusiones, desde el plano lógico, son dos. La primera, que existe una brecha entre el canon poético y la poesía que se publica en las editoriales que lideran las ventas. Una brecha que, desde las editoriales clásicas, se está tratando de paliar. Parece difícil que Visor llegue algún día a publicar un libro de Defreds, pero casos como el de Elvira Sastre sientan un interesante precedente de cara a que nuevos autores, teóricamente nacidos en el seno de este fenómeno de lo superficial, de lo fugaz, adquieran una mayor profundidad lírica.

La segunda, y no menos importante, es que nadie puede negar que la gente lee, a día de hoy, más poesía que nunca. No solo la gente que pertenece al círculo que siempre ha habitado la poesía, sino todo el mundo. Como género, lo poético se ha extendido a nivel social de una forma arrolladora. Es posible que el diseño de la puerta de acceso no sea el más vistoso posible, pero es una puerta. Y todo aquel que entre, sea de un modo u otro, se encontrará con cosas que nunca habría podido imaginar.

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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