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Películas con mucho arte

Fotograma de 'El principito'

Desde sus comienzos, el cine se ha servido del arte para realizar sus composiciones y reproducir sus ambientes, colores y formas de expresión. Muchas de las primeras producciones son copias vivientes de cuadros e, incluso, algunos directores y fotógrafos cinematográficos fueron pintores, como Fritz Lang o Houston.

Con el paso del tiempo, la estética de las películas alcanzó su mayoría de edad hasta convertirse en verdaderas obras de arte, y lo mismo ha sucedido recientemente con las películas de animación. También es cierto que, al tiempo que esta especie de edad dorada ofrece un sinfín de posibilidades, da cabida a comedias absurdas para mantener ocupados a los críos. Sin embargo, hace tiempo que somos conscientes de que el cine de animación no es cosa de niños, y que puede conmover, enganchar e impactar tanto o más que el cine tradicional.

A pesar de ello, para alcanzar el reconocimiento actual ha debido abrirse paso en un camino difícil: la llegada del equipo Pixar dio el relevo al monopolio del tío Walt en la era digital y demostró que aún quedaba mucho por experimentar. Por otro lado, en la actualidad, Latinoamérica parece estar viviendo un momento especial en la creación de películas, tanto de animación como de personajes reales. Basta echar un vistazo a las últimas nominaciones a los Oscar.

En general, la animación tiene una manera especial de contar las historias, porque tiene un lenguaje diferente que atrapa, más parecido al de los sueños. Por este motivo, el dibujo y la ilustración son una manera de iniciarse en el mundo del arte, aprender y disfrutar de películas maravillosas. En un intento siempre fracasado de síntesis, en Cultura Joven queremos hacer un repaso por distintas corrientes artísticas que han tenido una gran influencia en el cine de animación y, algunas, han dado lugar a auténticas obras de arte. Como se suele decir, no están todos los que son, pero sí son todos los que están.

Una pincelada de Arte Antiguo

La civilización egipcia no sólo creó una arquitectura y una escultura de impresionante tamaño sino que también desarrolló una pintura y una cultura que funde la historia con el misterio, haciendo soñar a los investigadores que se dedican a descifrar sus grabados.

Tras el gran éxito de Antz (1998) -que produciría algunas disonancias respecto al segundo largometraje de Pixar, Bichos- los estudios DreamWorks apostaron por la idea de Spielberg de usar la historia de los diez mandamientos en su próximo título. Así es como nació El príncipe de Egipto (1998), basado en un estilo visual y artístico muy representativo de la época. En general, aunque los personajes fueron dibujados al estilo tradicional de la animación, se empezaban a incluir las nuevas tecnologías, sobre todo para efectos ambientales como el polvo y la lluvia o en escenas complejas como, en este caso, para ilustrar las diez plagas. La escena animada de los grabados en las paredes, junto con la siempre fantástica banda sonora de Hans Zimmer, es de lo mejor de la película.

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¿Realidad o ficción?

Más que de realismo, cuando hablamos de Pixar debemos hablar de hiperrealismo. A pesar de la larga historia de baja rentabilidad económica de la empresa (invertir en tecnología siempre es caro), es, sin duda, un referente que logró encontrar un estilo propio a la hora de hacer películas.

Con el estreno de Toy Story en 1995, la primera película de Pixar y, también, la primera realizada íntegramente por ordenador, se abrieron nuevos caminos en el estilismo de la animación. Desde entonces, los estudios han trabajado de la mano de la tecnología para intentar reproducir lo más fielmente posible la realidad. Basta observar su último proyecto, El viaje de Arlo, cuyos paisajes están recreados con asombroso detalle. Por otro lado, el anime japonés tiene mucho que aportar al cine moderno. En concreto, la película El jardín de las palabras (2013) contiene dibujos tan realistas que es complicado diferenciarlos de los paisaje en los que se inspiran.

 

El jardín de las palabras
Fotogramas ‘El jardín de las palabras’ (arriba) vs. paisajes reales (abajo)

Del Impresionismo al Romanticismo

Una propuesta radicalmente contraria a la animación 3D que ha popularizado Hollywood es la producción brasileña El niño y el mundo (2013), nominada al Oscar como mejor película de animación en la pasada edición. El premio se lo llevaría Inside Out (2015), aunque sí consiguió el Premio Annie a mejor película independiente.

El niño y el mundo
El niño y el mundo

Con una enorme carga política y sin diálogos, el director Alê Abreu realiza un viaje lírico y onírico a través de la textura del grafito y el pastel. Una estética que bebe del impresionismo y da la sensación de captar un instante, una emoción, de manera sintética, transformando la realidad a través de la luz, las formas, los colores… En este sentido, la producción brasileña es una oda a la inocencia y, sobre todo, al lápiz.

Sobre esta misma línea se dibuja La princesa Kaguya (2014), del Estudio Ghibli, que apenas ha llegado a los cines españoles tras dos años desde su estreno. Esta película, animada al estilo convencional japonés, ha sido realizada, nunca mejor dicho, por amor al arte. Predominan los blancos, los colores de acuarela y las líneas de carboncillo; un tono más abstracto e impresionista que otras producciones del estudio y, también, una de las más costosas.
Sin embargo, a medida que avanza la trama, vemos cómo los trazos se desdibujan hasta convertirse en auténticas sombras: el momento en que la princesa estalla en una mezcla de rabia, miedo y tristeza ante la idea de casarse. Se convierte, entonces, en una mancha de color que corre en mitad de una pesadilla. Las pinturas de Goya no están tan lejos de estos breves minutos que retratan la oscuridad del romanticismo y traslada esos sentimientos, de la manera más efectista posible, al espectador.

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Se acerca el Postimpresionismo

Aunque aún no hay fechas concretas, se acerca el estreno de Loving Vincent, una producción que celebra el 126 aniversario de la muerte de Van Gogh, y lo hace nada menos que contando su vida a través de su arte. Si hablábamos antes de la oda al lápiz, aquí hay que hablar de una oda al pincel: cada fotograma es una pintura al óleo inspirada en la misma tendencia postimpresionista que caracterizó al pintor. La historia intenta descifrar el misterio de su muerte basándose en las cartas que el pintor enviaba a sus familiares y amigos.
Los productores, que ya habían recibido el Oscar a mejor corto animado por Peter y el lobo en 2008, se atreven esta vez con un largometraje que transformará la manera en que vemos y contamos la vida y obra de los artistas.

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El caso de Tim Burton

Tim Burton no es el único que se caracteriza por un cine que recibe las influencias del expresionismo alemán, nacido a principios del siglo XX. Sin embargo, ha conseguido consagrar un cine de autor muy representativo a través de la creación de mundos fantásticos y realidades diferentes. En general, el principal atractivo del cine de Burton son las temáticas que se relacionan con escapar del mundo real hacia otros mundos y personajes originales, extraños y complejos, que deben luchar contra la norma establecida. Desde su primer corto, Vincent (1982), y pasando por Pesadilla antes de Navidad (1993), La novia cadáver (2005), Coraline (2009) o Frankenweenie (2012), son evidentes las influencias de esta corriente artística, sobre todo de dos títulos: Nosferatu (1919) y El gabinete del doctor Caligari (1922).
Expresionismo Burton

El surrealismo de Dalí

Salvador Dalí colaboró con varios cineastas, entre ellos Luis Buñuel y Hitchcock, pero la unión más deliciosa fue con Walt Disney. Además de los elefantes rosas que causaron algún que otro trauma infantil en Dumbo, Dalí y Disney colaboraron en una película conjunta, Destino (1945), un proyecto que se vio truncado por la crisis que sobrevendría a la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de una historia de amor entre Dhalia y Chronos, que se sirve de las imágenes del subconsciente y el simbolismo del pintor para indagar en la naturaleza de las relaciones humanas. Una producción extraña desde el punto de vista artístico, si bien en palabras del propio Dalí va mucho más allá: “Si lo entendéis es que he fracasado”.

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Por otro lado, cabe mencionar, también, la obra del ilustrador Roger Dean, más conocido por su trabajo para las portadas de álbumes de distintos músicos a finales de los 60. Sus obras inspiraron los paisajes fantásticos y exóticos del Planeta Pandora en Avatar (2009). Aunque no es una película estrictamente de animación, cabe señalar la importante labor de diseño de la escenografía y de los propios personajes, nacidos de la creatividad de los artistas.
avatar

La abstracción: una pequeña parte de Fantasía

Indudablemente, mucho le debe la animación al legado de Disney. El icónico ratón Mickey Mouse está a punto de cumplir los 90 y ha sido retratado por todo tipo de artistas: Thomas Hart Benton lo incluyó en su serie de ocho pinturas The Arts of Life in America, y artistas de la talla de Andy Warhol o Roy Lichtenstein se apropiaron de su imagen para crear algunas obras.

Las historias del ratón fueron definidas por muchos como Arte, en el sentido más amplio de la palabra. Pero si hay una obra de culto dentro del cine (y no solo del cine de animación) esa es Fantasía (1940), un ambicioso proyecto en el que el visionario de Disney quiso experimentar nuevas formas de trasmitir la música a través de la gran pantalla. Podríamos hablar largo y tendido de Fantasía, pero será mejor que dejemos experimentar al lector la Tocata y fuga en re menor de Bach mientras observa un cielo animado, inspirado en el trabajo del artista abstracto alemán Oskar Fischinger.

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De la animación tradicional y el stop motion

En medio de la revolución digital existe una cierta nostalgia respecto al trazo de la animación tradicional, como ocurre con los románticos del CD y el libro en papel, que ha llevado a muchos cineastas a retomar el dibujo frente al ordenador. En este sentido, el cómic y el manga japonés han dado personajes y argumentos al cine, que han derivado hacia un lenguaje y una cultura propios (la fiebre del anime cuenta con seguidores en todo el mundo). De hecho, el cine de animación japonés ha dado auténticas obras de arte como la pionera Akira (1998) o El viaje de Chihiro (2001), que resultan muy superiores intelectual y estéticamente al cine de Hollywood. Y es que el Estudio Ghibli, frente al uso de técnicas digitales, sigue trabajando de manera tradicional, dibujando sobre el papel la mayor parte de sus películas. Se trata de un sistema laborioso y caro pero que ofrece una emotividad muy distinta a la digital y permite alumbrar verdaderas obras de arte.

Siguiendo sus pasos tenemos las producciones de Tomm Moore, que presta atención al folklore irlandés. Si con El secreto del libro de Kells (2009) presentaba sus credenciales en el mundo de la animación, con La canción del mar (2014) –que compitió en los Oscar con La princesa Kaguya– se consagró como uno de los creadores más importantes en Europa dentro del estilo tradicional. Aquí, los fondos se alejan del realismo y se convierten en una suerte de rareza que nos remiten al Miyazaki de Mi vecino Totoro (1998). Y como éstas podríamos nombrar otras, como el clásico El gigante de hierro (1999) o la española Arrugas (2011). Acercarse a estas cintas evoca a una versión moderna de los cuentos de Beatrix Potter, unos dibujos dulces que nos hacen soñar como cuando éramos niños.

 

Fotograma de 'El principito'
Fotograma de ‘El principito’

Más allá del estilo de animación tradicional, la técnica del stop motion está ganando cada vez más adeptos, como es el caso de la reciente Anomalisa (2015) de Kaufman, por ejemplo, que ha recibido maravillosas críticas. Tim Burton también se ha hecho eco de esta forma de hacer películas, aludiendo a una especie de energía artística que sólo puede respirarse con este proceso de creación. Por otra parte, cabe destacar, también, la adaptación de la obra de Antoine de Saint-Exupéry, El principito (2015), realizada a través de dos técnicas de animación: digital 3D para el mundo real de la niña y stop motion para el imaginario del principito –cuyo diseño, por cierto, está basado en los cómics de Tintín–. Es fantástica la textura en papel de los personajes, como si fueran parte de un libro tridimensional que da un aspecto romántico de lo más acertado.

Como vemos, las películas de animación son también una buena excusa para aprender del arte, sumergirse en un mundo de emociones y fantasía, y deleitarse con los trazos a lápiz y las técnicas más avanzadas de la era digital. Dicho esto, tanto los cinéfilos más veteranos como los más pequeños de la casa, sólo queda armarse de palomitas y disfrutar del mejor cine.

Ingrid Ortiz Viera

Soy una completa ignorante o tal vez una aprendiz incansable. Cuanto más viajo, más me doy cuenta de lo que me queda por ver; cuanto más leo, más autores quiero descubrir; cuanto más vivo, soy más consciente de lo que me queda por saber...

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