PARA QUIEN NO SE CONFORMA CON PORNOGRAFÍA

Cuanto más amarillento sea su cuerpo; cuanto más roída tenga la cabeza y los pies y cuanto sus costillas más desencajadas estén; cuanto más fuerte sea su aliento y cuanto más arrugada lleve camisa y solapa, mayor poder de atracción tendrá sobre el lector extasiado en busca de libros maduritos, con una larga historia en su cubierta por desempolvar. Ahora, los librófilos se podrán dejar seducir en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión por las 43 librerías de viejo que ocupan, hasta el 22 de mayo, el Paseo de Recoletos de Madrid.

Hay quien viene buscando libros concretos –“¿Tiene algo de matemáticas o de ciencia? –pregunta una chica a una librera” –. Otros, en cambio, husmean y escarban como perros de caza la tierra, con la esperanza de encontrar un libro de ocasión o aquel ejemplar que completará su colección. Es el caso del ex Defensor del Pueblo Enrique Múgica, que en esta 35ª edición hizo de pregonero inaugural. “Perseguimos como gatos a ratones escurridizos las obras que acendraron nuestro carácter o absorbieron nuestro ocio –declamó quien, enLibros antiguos de una de las librerías de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid cada uno de sus viajes, tiene por costumbre irse a la caza de las obras completas de Rousseau, de Molière o de diccionarios de la RAE del año 1783.

“Los libros antiguos son joyas, obras de arte que quizá no tienen más de diez réplicas en todo el mundo –explica desde la caseta de la librería Hallazgo José Solís –. Estos libros no desaparecerán. Otra cosa son los de segunda mano, clásicos como Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós que te puedes descargar gratis de Internet en lugar de pagar 2 euros aquí por él.” Sin embargo, para este librero, el tener un libro entre las manos es un placer físico al que muchos no estarán dispuestos a renunciar. “Es como conformarse con la pornografía pudiendo tener sexo”.

Hombre mirando libros en la Feria del libro antiguo y de ocasión de MadridY no se conforman con la pornografía todos los que se acercan hasta aquí y dan vueltas, extasiados, hasta dar con el libro por el que, primero, soltarán un alarido placentero –“¡Oh! ¡Buero Vallejo!”, “¡Ay! ¡La colección Espasa-Calpe!”, “¡Sí! ¡La edición ilustrada de Bruguera de Moby Dick!” –. Después, en la intimidad de su casa, acariciando sus lomos y su interior, recostados sobre la cama, bajo la luz tenue de una lámpara, llegarán en comunión a la convulsión total.

Pero tales cotas de delirio no sólo se pueden alcanzar con Mark Twain, Shakespeare, Bécquer o Daniel Defoe. Ahí están también El Capitán Trueno, Zipi y Zape, Pantera Negra, Jaimito y Pulgarcito. Cromos y discos antiguos; carteles de época; una revista Garbo con Liz Taylor en portada; un Paris Match del 58, un Marca del 53 y ejemplares del diario ABC que, por 25 céntimos, te informa de la victoria aliada y del jolgorio del pueblo inglés y de la Reina Isabel.

No faltan tampoco jovenzuelos con hojas tersas y tapas relucientes, cuyo saludable aspecto deja bastante que desear cuando se exponen al lado de uno de los pesados tomos de El Quijote datados del siglo XVIII. Deberemos esperar unos cuantos años más para que un Ken Follett, un Murakami o un Stieg Larsson consigan encender la libido del lector y su semblante no desentone en una feria de libros antiguos y de ocasión.

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