Mujeres en la literatura, una historia de insumisión

Mujeres en la literatura

Mujeres en la literatura

A nadie le sorprendería toparse con Jane Eyre ataviada con una bufanda morada, el puño alzado y el espíritu enfervorecido un 8 de marzo en plena Puerta del Sol. Una más en medio de la multitud de mujeres que, durante un día, paralizan el mundo. Quizás lo encomiable sería el hecho en sí de que el personaje hubiese escapado de su cuerpo de papel, 170 años después de su nacimiento, para apoyar la causa que, si bien entonces no tenía nombre, preserva el carácter que marca a la novela de Charlotte Brontë (1816). La realidad, no obstante, es que no es necesaria una consideración literal de la transfiguración. Las plazas españolas ya se llenan, un año más, de toda una suerte de encarnaciones de Jane Eyre, Jo March (Mujercitas), Elisabeth Bennet (Orgullo y prejuicio), Hester Prynnem (La letra escarlata) y Maya Angelou (Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado). Y, por supuesto, también de muchas Hermione Granger (Harry Potter), Yukiko (Las guerras del loto), Kelsea Glynn (La reina del Tearling) o Katniss Everdeen (Los juegos del hambre), por citar algunos de los referentes más recientes. La literatura y el feminismo –aliadas− trascienden a toda generación.

Las mujeres poderosas, dueñas de sí mismas en cuerpo, mente y alma, siempre han estado ahí en la literatura, en su función de personajes y tras el dominio de la pluma. Sin embargo, durante siglos ha sido necesario rebuscar y, en numerosas ocasiones, averiguar quién estaba realmente detrás de un seudónimo –o la firma de un marido–. Afortunadamente, en la actualidad resulta sencillo encontrar grandes novelas y personajes femeninos –y feministas– laudables concebidos por escritoras. Todos conocen y encumbran a Virginia Woolf (1882) y su Una habitación propia y del mismo modo sucede con los versos de Alejandra Pizarnik. No obstante, desde que en 1901 se dio el pistoletazo de salida del premio literario internacional más prestigioso, solo 14 mujeres se han alzado con el Nobel de Literatura. La última de ellas, Svetlana Aleksiévich, cuyos testimonios sobre Chernóbil y la caída de la Unión Soviética fueron considerados por la Academia Sueca como «un monumento al valor y al sufrimiento en nuestro tiempo». Los cien premiados restantes son hombres.

En España, ¿qué hay del Premio Cervantes? Cinco homenajeadas –tres de ellas en los últimos ocho años– frente a treinta y nueve escritores. ¿Y qué sucede en la representación nacional de las letras que supone la Real Academia Española? Las cifras son pésimas, pues únicamente han sido once las mujeres que se han sentado en un sillón alfabetizado. Once de casi quinientos hombres, sujetos a ese dicho de a rey muerto, rey puesto, que han calentado los asientos de seniles motivos rojos y blancos durante trescientos años.

Portavoces del feminismo en la literatura

Sin embargo, no es complicado encontrar algunos ejemplos de grandes obras que significaron un antes y un después para la literatura, con mujeres como responsables de dicho hito. Posiblemente el caso más conocido sea Frankenstein o el moderno Prometeo, de la reconocida autora feminista Mary Shelley (1797), influida en dichos valores por Mary Wollstonecraft, filósofa, escritora y su madre. La publicación de esta novela dio lugar a un nuevo género, que, irónicamente, parece ser territorio de hombres en la actualidad, la ciencia ficción. Por suerte, otras mujeres decidieron oponerse a esta idea, como Octavia Butler (1947) o Úrsula K. Le Guin (1929).

En el terreno de los versos españoles, Rosalía de Castro (1837) fue precursora, junto a Gustavo Adolfo Bécquer, de la poesía moderna y, al escribir tanto en castellano como en gallego, dignificó esta lengua y se convirtió en el referente de su literatura. Si en lo que se piensa es en crímenes y rompecabezas, el primer nombre que acude presto a la mente es el de Agatha Christie (1890). El compendio de sus obras, como Diez negritos (1939), está considerado como un clásico de la literatura.

Jane Austen, Ana María Matute, Pearl S. Buck, Emilia Pardo Bazán, Simone de Beauvoir, Elena Poniatowska, Margaret Atwood, las hermanas Brontë. Complace comprobar que la lista es muy, muy larga. Algunas de ellas se vieron obligadas a permanecer tras un seudónimo para lograr que sus voces llegaran al gran público. Pero todas se han visto convertidas en pilares de una literatura de, por y para las mujeres, aquellas con la barbilla izada y la mirada al cielo.

Alexandra Roiba

Periodista, lectora, soñadora y, por tanto, algún día escritora. Mi lugar en el mundo es en una posición privilegiada en el ojo del huracán que son las historias por descubrir y por contar. Bon Jovi como banda sonora, un diccionario bajo el brazo y una buena taza de té negro en la mano. Y, un momento, ¿dónde está mi lápiz?
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