Mérida, una ciudad de película (de romanos)

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Mérida, la ciudad con ruinas espectaculares en las que se podrían grabar grandes películas de romanos.

Decía Tirso de Molina que Toledo es la Roma española. Se equivocaba. El literato se olvidó de Mérida, de esa anciana ciudad que aún conserva grandes y espectaculares ruinas romanas. La capital extremeña, que recuerda a la italiana por esa sensación única de descubrir restos ancestrales paseando por entre sus calles, tiene un curioso contraste de miles de años de diferencia. Gracias a eso, con un poco de imaginación, uno puede completar las piezas que faltan gracias a las grandes producciones de Hollywood y sentirse como un ‘cives romani’.

El literato madrileño, en el siglo XVII, no tuvo en cuenta a Mérida en su obra Los cigarrales de Toledo: “Roma segunda y corazón de España”. Ahora, en una excursión de un día, podemos llegar tras tan sólo tres horas de viaje desde la capital y es fácil cambiar la percepción que creó Tirso de Molina. Eso sí, hay que madrugar. Es recomendable también hacer un ciclo de películas clásicas para dejar volar la imaginación con más facilidad.

Mérida recibe a los visitantes con una grandeza escondida, como si un envoltorio de un caramelo se tratase. Lo mejor está en el interior pues el exterior tiene cierta apariencia de mal cuidado y, siendo sinceros, un poco destartalado. Pero, como hemos dicho, la  ciudad engaña: tiene en su haber espectaculares ruinas romanas del siglo I a.C, restos visigodos y vestigios musulmanes. En definitiva, hay numerosos lugares de obligada visita a un precio más que razonable: 12 euros por la visita de todos los monumentos y, si tienes carné joven o de  estudiante, 6 euros.

Podemos destacar varios lugares tan importantes como espectaculares. Comenzamos con el Museo Nacional de Arte Romano, fundamental para comprender cómo era la vida en el momento. Gracias a su cripta y sus enormes salas nos acercamos a la mentalidad romana, la gestión de una vasta y rica provincia y al arte más exquisito.

El Impresionante Teatro Romano es también digno de verse. Se construyó entre el año 16 y 15 a.C. con motivo del ascenso a capital de Lusitania que recibió la ciudad extremeña. Es magnífico, de dos pisos que garantizan que las funciones representadas serían espectaculares, de esas que incluso hoy nos impresionan. Se trata de unas ruinas mágicas y evocadoras, donde muchos sueños fueron interpretados y luego, desaparecieron. Como si el Vesubio de Los últimos días de Pompeya hubiese acabado con la magnificencia de esa obra.

El anfiteatro nos traslada al cruento pero interesante mundo de los gladiadores y las luchas con fieras. Toda ciudad que se precie tenía uno e, incluso hoy, se puede respirar cierto aire de amargura y dolor impregnado en sus piedras. Se trata de un lugar perturbadoramente atractivo, con mucha historia (es del año 8 a.C.) y, seguramente, con muchas anécdotas que nos son fáciles de imaginar gracias a películas como Espartaco, Quo Vadis? o la más moderna Gladiador.

El circo, de la época más tardía del Imperio Romano (siglo IV d.C.) es uno de los más grandes y espectaculares del mundo. Era pues, coetáneo a los relatos contados en Constantino el Grande. Con sus poco más de 400 metros de largo daba cabida a 30.000 espectadores que disfrutarían de las legendarias carreras de cuadrigas. En aquel prado enorme uno evoca con facilidad las míticas escenas de Ben-Hur.

El Templo de Diana, en el corazón de la ciudad, nos muestra cómo era la vida religiosa en la época de Augusto y, al estar ubicado en el interior, uno puede sentirse como los protagonistas de El Satiricón. Los paneles cercanos explican la puente-romano-merida-culturajovendecoración con estanques y saunas que embellecían aquel lugar en honor a la diosa de la caza. Posteriormente, se trasformó en una casa renacentista que, irónicamente, aseguró su conservación.

El espectacular puente que cruza el Guadiana fue romano antes que visigodo, luego árabe y, finalmente, cristiano. Se fue remodelando poco a poco hasta ser la gran obra de ingeniería que es hoy en día. Gigantesco y colosal, uno puede pasear y contemplar Mérida desde el punto más calmado de la ciudad. Desde un extremo recuerda a ese puente infinito que cruzaba el Rin camino a Germania y que se ve recreado en películas como la reciente Arminio.

Por último, destacamos el Acueducto de los Milagros, llamado así por la admiración que supone el improbable hecho de que aún se conserve razonablemente bien. De 800 metros de largo y 2000 años de historia, este espectacular resto romano servía para traer agua a Mérida. Es impresionante, enorme y, parece ser, invencible pese al paso del tiempo. Como si hubiese resistido a los bárbaros de La caída del Imperio Romano, que no pudieron destrozarlo por completo.

Mérida es, como decimos, una ciudad de película. Con ruinas espectaculares y monumentos a una Roma que a veces parece estar olvidada en España. Es, en definitiva, una visita muy recomendada para hacer una salida histórica desde la capital.

Miguel Martín Pazat de Lys

Licenciado en Derecho y Periodismo. Amante de la política, la actualidad, la música, la historia, los viajes y las nuevas tecnologías.

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