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Mayesa Mira: “Siempre pinto lo que siento, jamás lo que veo»

La artista Mayesa Mira

En su primer cuadro al óleo pintó un caracol y, aunque por aquel entonces acababa de cumplir los cuatro años, ya respiraba arte por todos sus costados. Su madre y principal maestra fue una artista reconocida en Valencia durante finales del siglo pasado, por eso, que Mayesa Mira (Valencia, 1968) acabara siguiendo los pasos de su progenitora no sorprendió a nadie. Hace treinta años de su primera exposición individual y ahora acaba de finalizar Siete , una nueva visión plástica- y quizás su exposición más transgresora– como celebración de este aniversario. Mira reconoce que para este proyecto ha vuelto a jugar con pasión renovada y osadía con los colores, espátulas y pinceles como cuando empezó a pintar al óleo. La volveremos a ver este verano en las Jornadas Culturales de Vinaroz con un homenaje a Shakespeare.

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‘Gaia’, 130 x 80 cm. Lienzo

Cultura Joven: ¿Qué significa para usted el número siete?

Mayesa Mira: Siete como número me muestra la fusión del cielo (1,2,3) y la materia (4,5,6) con lo sutil, lo que sé que está pero no puedo comprender ni ver. Es la Estrella de David, el arriba y abajo más lo inclasificable, el espacio que ocupa. Es la presencia. Además, a nivel personal llevo siete años viviendo fuera de la ciudad, en el campo y con un espíritu bohemio. Siete es saltarme el sistema todo lo que puedo, la materialización de mi rebeldía.

CJ: ¿Qué podemos ver en “Siete” que se diferencie de lo demás?

M.M: Es una exposición de celebración con un homenaje alla povera para hacer accesibles mis obras a todos los bolsillos. Está toda creada con pigmentos minerales antiguos que me regaló la descendiente de unos teñidores de lanas de Morella. Hay dos obras que sobresalen, el homenaje a Cervantes e Idomeni. Cada una de esas obras está a la venta y la gente se las va llevando conforme las adquiere, pues toda la muestra es un prét a porter, para darle mayor movimiento al espacio y hacer que mis obras lleguen a más personas.
CJ: ¿Qué implican estas dos obras que destacan?
M.M: La de Cervantes simboliza todo su universo sobre el que van suspendidas 33 órbitas cambiantes que representan a sus personajes o sus enseñanzas – aquello que yo he sentido leyéndolo y escuchándolo con audiolibros estos dos últimos meses. Idomeni es un grito de la Europa del arte y la belleza ante la deshumanización que estamos padeciendo, un lienzo semi destruido pintado con pigmentos al temple graso y lejía. También incluye una escultura con tela de gallinero y unas tijeras de podar para que aquellos que acepten mi invitación a crear conmigo y a cortar sus límites, bloqueos, situaciones o sentimientos. La intención es que sientan una gran liberación que destruya algunas de las miles de barreras de este mundo.

CJ: ¿Qué busca transmitirle al espectador con su arte?

M.M: Su propia e íntima realidad como individuo dentro de un conjunto y su manera de ver y sentir el entorno que nos condiciona y acompaña. Quiero transmitir la luz y la sombra de la vida e invito a sentir más que a pensar. Busco que el espectador participe activamente en la evolución del ser, desde dentro y hacia afuera.

CJ: ¿En qué se inspira para crear sus obras?

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‘Ola’, 200 x 140 cm. Óleo sobre lienzo.

M.M: A veces leo, otras paseo mucho, otras me inspira una persona, una tendencia artística, una época o las noticias. Siempre pinto lo que siento, jamás lo que veo. Normalmente experimento extremos al crear una colección. El motor es la belleza de la creación y el combustible lo forman los desajustes emocionales, personales, mi sombra, mis desgarros, aquello que no puedo comprender y me hace estallar por dentro (normalmente la injusticia y la violencia). Esto lo plasmo a través del movimiento, abstracción o dibujo y texturas, siempre jugando con el color. En cada exposición voy a sentir el espacio en el que se va a exponer y propongo un hilo conductor de las obras, un tema, y a partir de ahí me documento o lo experimento para plasmarlo en cada pieza, por eso cada obra y cada exposición que hago son únicas y muy diferentes entre sí.

CJ: ¿Cómo describiría la evolución de sus obras desde que expuso por primera vez hasta hoy?

M.M: Bestial. De seguir las normas canónicas aspirando a la perfección, a crear mis propias reglas del juego dejándome llevar por los materiales y soportes. Eso sí, con absoluto respeto y veneración por los grandes creadores de la historia. He evolucionado aprendiendo mucho de ellos y rescatando técnicas que permanecían en el olvido, como la encáustica de los egipcios o Pompeya, el temple graso del Renacimiento, los colores del Expresionismo y de la Roma Imperial… pero a mi manera. Técnicamente he experimentado muchísimo. He pasado del óleo, el pastel, el carboncillo y la aguada japonesa a los pigmentos minerales, las encáusticas, el temple graso con huevos batidos o al óleo con pigmentos y aceite de oliva. He pasado de adorar las cajas de colores a mimar mis botes de pigmentos, los óxidos, la goma laca, las ceras, las resinas, el látex natural. Ahora creo con pasión mis propios colores y gamas cromáticas jugando con las texturas y los soportes. Hace mucho que pinto lo que siento y que me salto los dogmas canónicos, creo que esta es la evolución real en mi obra y en mi persona.

CJ: Además, ha sido también dibujante de cómics, algo muy distinto al arte que produce normalmente. ¿Cambió eso, de alguna forma, su forma de expresarse artísticamente?

M.M: Ciertamente sí, y eso que no duró mucho. El cómic tenía mucho éxito en Alemania, pero en España no triunfó. Fueron pocos meses de trabajo, luego me fui a la universidad a estudiar Empresariales, pero me enseñó disciplina, a darle credibilidad plástica a un mensaje y a materializar un diálogo, una historia, una emoción. Aprendí a dar vida, movimiento, chispa, temperatura y fuerza a los objetos inanimados y a trabajar en equipo muy joven. ¡Yo solo tenía 15 años!, pero me obligó a ser responsable y a cumplir con mis compromisos.

CJ: Veo que es una artista muy comprometida a nivel personal y que es algo que inevitablemente ha traspasado a sus obras…

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‘El Poder de un Lápiz’ 150x 150 cm. Lápiz.

M.M: Considero que el único camino para la armonía y la paz de todos los seres vivos es dar pasos en armonía y paz. En estos tiempos convulsos, he tomado la decisión de no permanecer indiferente, pues creo que es el mayor error posible del ser humano. Para mí, el consuelo ante tanto sufrimiento social, es sanarnos cada uno, volver a lo sencillo, a la belleza de la creación, verla, sentirla y compartirlrla. Vivimos en la era de la imagen, necesito transmitir sentimientos y emociones a través de ellas para provocar que los observadores reflexionen, se bajen un momento de la vorágine y tomen decisiones en beneficio del conjunto.

CJ: ¿Cree en el arte como altavoz para denunciar ciertas situaciones que nos afectan?

M.M: Rotundamente sí. Creo en la bondad y en la capacidad de reflexión constructiva del ser humano y, a través de mis obras, apelo a ellas para construir entre todos un mundo más amable. La historia nos ha enseñado que el arte es necesario porque nos ofrece calma, nos rompe corazas abriéndonos a la sensibilidad y al sentimiento.

CJ: Muchos artistas denuncian que el problema de la cultura en general es que el gobierno no la toma lo suficientemente en serio como para dedicarle ni la atención ni el dinero que merece. ¿Qué opina usted de esto?

M.M: Que a todo sistema de poder le interesan las mentes dormidas y que, por ello y por su deconfianza en el ser humano, sigue interesando dar peces en vez de ofrecer cañas y enseñar a pescar. La cultura nutre el libre pensamiento, ayuda a cuestionar el orden establecido, a ver lo que no funciona y, desde la sensibilidad y el diálogo, fomenta los cambios evolutivos en conciencia. En todo caso, un artista no puede, ni debe, depender del sector público, ha de ser y sentirse independiente de ideas y doctrinas para ser leal a sí mismo y así transmitir, a través de su creación, aquello que desea compartir públicamente cada vez que expone una obra.

 CJ: ¿Es difícil ser artista y vivir de ello en España? ¿Si pudiera elegir otra profesión, cuál sería y por qué?

M.M: Es complejo en esta sociedad que enseña a los niños a estudiar para encontrar un trabajo que les permita sobrevivir; pero con pasión, entrega y voluntad, con la humildad y el entusiasmo del eterno aprendiz, experimentando y atendiendo a los maestros, se puede encontrar el propio camino y desarrollarlo.La satisfacción por vivir la vida que uno elige es muy superior a los obstáculos del camino. Me ha costado muchos años elegir el camino, lo estuve compaginando con la economía y la empresa desde los 15 años que empecé a exponer con mi madre en Marbella hasta hace dos años que definitivamente decidí ser y sentirme artista, sin más. No, no lo cambio por nada, me siento leal a mí misma, coherente y libre, muy aforunada y agardecida por haber aprendido a convertir mi pasión, mi veneno, en profesión. Lo desarrollo como artista plástica y decoradora.

CJ: ¿Qué proyectos futuros tienes en mente?

M.M: Estoy empezando a sentir mi nueva exposición para el verano, que será un homenaje a Shakespeare dentro de las jornadas culturales de Vinaroz. Además, estoy preparando nuevas presentaciones de El poder de un lápiz, a beneficio de Médicos sin fronteras, La Fundación SOS Día Mundial de la Infancia y la Fundación Libertas 7. También estoy dialogando sobre una exposición en México, con respaldo público, sobre el amor entre los seres humanos y los animales. En principio iba a ser el año pasado pero la tuvimos que aplazar. Igual que mi participación en una exposición colectiva en una galería del centro de Londres, en la Royal Arcade… El año que viene querría asistir por fín. ¡A ver si puede ser!
  CJ:¿Y en Madrid?
M.M: Ahora mismo estoy en tratos con un par de galerías muy vanguardistas de Madrid, en Chueca y Malasaña. Y una de Valencia, para dejar permanencias y dar talleres.

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