MAX AUB. CAMPO FRANCÉS

La Guerra Civil española, con independencia del punto de vista ideológico, conllevó en su momento la destrucción de una de las generaciones artísticas más importantes de la Historia de España. Ya sea por encerramiento, exilio o muerte, el conflicto seccionó de cuajo una caudalosa arteria cultural que maravillaba al mundo, y que, sin embargo, no obtuvo la ayuda necesaria para superar el desastre. En ese sentido, la obra de Max Aub resulta especialmente significativa. Su teatro imposible y su literatura de testimonio fueron, desde su propia vivencia, y en su momento, un intento de plasmar la problemática dialéctica del hombre de su época, una llamada de auxilio, una crónica de denuncia para que el espectador no «muriera por cerrar los ojos» a la realidad. El Laberinto mágico es una suerte de recopilación de una Historia reconstruida a fragmentos. Las más de 30 obras que lo componen van desde el teatro hasta la novelas de autobiografía colectiva, pasando por una poesía de realismo social y presentando una clara vocación cinematográfica. Max Aub fue un escritor tremendamente polifacético, y con un objetivo claro: «creo que no tengo derecho, todavía, a callar lo que vi, para escribir lo que imagino».

Como buen militante socialista que era, Max Aub, un joven de madre francesa y padre alemán, afincado en Valencia desde el comienzo de la Gran Guerra, concebía el arte como un mecanismo de plasmación de la realidad, dialéctica, por supuesto, destinada a poner de manifiesto la injusta situación en que se hallaba ésta. El realismo socialista, en literatura, y en la obra de Max Aub, debía presentar, con la mayor objetividad posible, la realidad social; su objetivo era, fundamentalmente, testimoniar. Solo así, poniendo en evidencia la lucha y la injusticia, el hombre reaccionaría, y el sistema podría llegar a ser modificado. Y como los primeros historiadores griegos, Herodoto y Tucídides, Max Aub fue testigo, en primera persona, de aquello de lo escribió: la Guerra Civil y el exilio de los derrotados a Francia, donde en lugar de encontrar reposo, se dieron de bruces con la 2ª Guerra Mundial. Solo unos pocos pudieron emigrar a América. Pero para la gran mayoría, la Guerra Civil fue tan solo el comienzo de la pesadilla: al cruzar la frontera entraron en un país ocupado, que solo pudo recibir a quienes combatieron el avance del fascismo en España con campos de concentración y más encerramientos. Aub fue uno de tantos, un afortunado que, tras cruzar la frontera francesa perseguido y bombardeado por el exultante franquismo, y tras más de tres años en campos de concentración del sur de Francia y Argelia, logró embarcar hacia Méjico, donde pudo al fin comenzar a compilar su obra. 

El Laberinto mágico abarca desde 1936, año de comenzó de la Guerra Civil, hasta, más o menos, 1942. Las diferentes obras que lo componen tratan diferentes lapsos de tiempo: desde un solo día (Campo cerrado: el 18 de julio del ’36), algunos meses (Campo abierto: 18 de noviembre del ’36 – 8 de julio del ’37; Campo de los Almendros: marzo – abril del ‘39), o incluso un par de años (Campo francés: 1939 – 1940). Ya sea en forma de novela, o como si del guión de una obra de teatro imposible, casi cinematográfico, se tratase, Max Aub nos sitúa en todos los escenarios vitales del crucial momento que atravesó España y Europa en esos años. Su vocación documental y su testimonio directo hacen de su obra el fiel reflejo, casi autobiográfico, de aquella compleja realidad histórica.

Uno de los libros más significativos y admirados del Laberinto mágico es el Campo Francés, que pese a no ser el único que trata el momento más delicado del exilio a Francia, a principios del ’39, sí es en el que lo hace de una manera más encarnada e intensa, pese a los esfuerzos de objetividad. Además, su técnica de escritura alcanza aquí, seguramente, su cota más alta. Campo Francés cuenta la historia de Julio, un hombre sin implicaciones políticas que es detenido en París al ser confundido con su hermano, un Brigadista exiliado tras la derrota republicana. El hombre es retenido contra su voluntad, y sin juicio ni acusación formal es trasladado a un campo de concentración tras otro. Aub utiliza el esquema del inocente acusado para mostrarnos la cruda realidad del día a día en esos centros de internamiento, lugares que pasaron de meros campamentos insalubres en playas y descampados, en los primeros momentos, a auténticos centros de detención, avanzada la ocupación naci, donde los sospechosos (combatientes comunistas, militantes, judíos y delincuentes comunes) sufrieron todo tipo de vejaciones, vigilancia extrema y un trato tremendamente infrahumano.

El concepto de teatro imposible con el que se definió la obra de este autor, se entiende perfectamente con la lectura de Campo Francés. De representación inviable, con multitud de cambios de escenario, cientos de protagonistas, encuadres descritos, supuestos movimientos de cámara, descripciones que bien podrían ser el guión técnico de un documental; así es la cumbre de la obra de Max Aub. Sirva de ejemplo el mismo comienzo del Campo:

CATALUÑA, 30 DE ENERO DE 1939
NOCHE. EL CAMPO

Un cobertizo. Llueve. Desde el alero caen gruesas gotas en un charco. El pecinal. Gentes amontonadas. Su vaho. Un burro, dos perros mojados apretujados uno contra otro. Un niño dormido con un conejo de trapo en los brazos, un niño de pecho llorando, la mujer que lo lleva saca su pecho, le da de mamar, levanta los ojos. La lluvia. La mujer procura apartar los pies de un charco sin conseguir más que molestar a sus vecinos. Lloran unos niños.

UNA MUJER VIEJA
¿Para qué sirven los niños?

El campo. En la noche apenas se divisan las ramas desnudas de los árboles. Lluvia y trapa. Viento. La carretera. Gente casi invisible andando.
Se enciende una lámpara eléctrica; su círculo de luz, en el suelo, corre una maleta que cae, se abre, mojándose inmediatamente su contenido: ropa de mujer; unas manos recogen lo esparcido, lleno de barro.

UNA VOZ
¡Apaga o disparo..!

Tropel en la noche. La lámpara eléctrica recorre las caras de los que van andando por la carretera. Mayoría de hombres sucios, mojados, deshechos.

VOCES
¡Me cago en Dios! ¡Nos pueden ver!
¿Estás loco? ¡Apaga!

VOZ DEL DE LA LÁMPARA
¿Cómo nos van a ver con estas nubes?

VOZ FUERTE
¡Apaga!

De este modo el autor trata de reconstruir el ambiente que él mismo vivió, como uno más de los múltiples testigos anónimos de aquel terrible momento histórico. Una técnica de escritura tremendamente innovadora, y fuertemente anclada a un concepto del arte muy dependiente el materialismo histórico marxista. El foco de la acción, además, no se restringe al supuesto protagonista. En general, en la obra de Aub, los personajes son pequeñas piezas de un gran espejo roto en que se refleja todo hombre con el que identifica su vivencia particular: en el autorretrato colectivo incluye a mujeres, excombatientes, inocentes, y todo el espectro social que el fascismo consideró peligroso, o susceptible de ser eliminado. La cámara imaginaria acompaña a quienes atravesaron la frontera y llamaron, desesperados, a las puertas de un país ocupado por el enemigo de quien huían, a los inocentes encerrados sin motivo, pero también a los vigilantes, a los policías franceses, desbordados y envilecidos, a los presos-rata que se vendían al ridículo poder establecido por un poco de carne, y a todas las almas errantes que sobrevivieron durante los años más terribles de la Historia reciente europea.

El inestimable testimonio de Campo Francés no habría sido posible sin una labor documental sin precedentes en el teatro español. La obra está plagada de interrupciones donde los titulares de los periódicos del momento (el boletín Actualidades francesas, sobre todo), intervenciones y discursos transcritos de la radio, y elipsis temporales a base de calendarios de avances militares de la Guerra, toman las riendas de la narración, plasmando con cierta objetividad los verdaderos acontecimientos, dibujando con precisión el contexto de su experiencia. Otro ejemplo:

EN LA FRONTERA
Bourg Madame. La radio de un café, bajo un calendario cuyo cromo reproduce la Cena de Emaús del Veronés o de Alfredo Diethe. La hoja del día señala el 5 de febrero de 1939, y, muy visible el santoral: Santa Águeda, virgen y mártir:

VOZ DE LA RADIO
El ejército español, vencido, está cruzando la frontera francesa.

ACTUALIDADES FRANCESAS
Tropas españolas entran por la calle del pueblo y deponen sus armas.

CALENDARIO: Día 6, Santa Dorotea, virgen y mártir

ACTUALIDADES FRANCESAS
Tropas españolas entran por la calle y amontonan sus armas en el suelo

CALENDARIO: Día 7. San Romualdo abad, fundador de la orden de los Camaldulenses.

ACTUALIDADES FRANCESAS
Tropas españolas entran en un campo de concentración

CALENDARIO: Día 9. San Juan de Mata, fundador del orden de la Santísima Trinidad, redentor de cautivos.

ACTUALIDADES FRANCESAS
Campos de concentración: Vistas de Argelès, Septfonds, Saint-Cyprien, Gurs, Vernet

La obra de Max Aub, no demasiado conocida, representa, no solo un testimonio interesantísimo del momento más crucial de la Historia contemporánea española, sino una de las cumbres literarias de la generación que pereció con la Guerra Civil. Su exilio en Méjico, tras el infierno que describe a través del Laberinto mágico, no acabó con su vocación de escritor, pero sí con la de potencial historiador. No en vano, como los padres griegos de Clío, Aub trató de explicar el tiempo que le tocó vivir. Una lástima que el Franquismo silenciara propuestas literarias tan atractivas, y que hoy en día esa temática siga sin suscitar en el público español el interés lógico que debería tener.

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